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Este reclamo empresarial y vecinal es un acto de justicia.
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Gentrificación
Reemplazar el cementerio de hitos culturales
por la “montaña que crece hacia el cielo”.
Zygmunt Bauman
Asiste toda la razón a empresarios y vecinos de la otrora “glamorosa” Zona Rosa de la centenaria colonia Juárez, quienes airados le exigieron a la secretaria de Gobierno de la Ciudad de México, Patricia Mercado, que el gobierno cumpla con el proyecto de recuperación de este espacio, fundamental en la construcción del imaginario urbano de la segunda mitad del siglo pasado.
Ante la pasmada funcionaria pública, los asistentes a la reunión pormenorizaron los doce “proyectos” de recuperación presentados entre 2006 y 2015 por diversas administraciones; embustes a los que contradice el imparable e inducido deterioro provocado por intereses perversos que buscaron —al igual que lo hicieron en la vecina colonia Cuauhtémoc— deprimir el costo del suelo y adquirirlo a precio ganga para gentrificar la colonia.
Este reclamo empresarial y vecinal es un acto de justicia, y no de nostalgia como siempre se dice cuando se pretende descalificarlo, esgrimiendo el argumento que sostiene que las glorias de la Zona Rosa se esfumaron por la “apertura de la estación Insurgentes del Metro”, lo que según esas voces fascistas “la popularizó” y —dicen— eso impide reposicionarla como un referente de la vida cultural de la ciudad.
Tener la misma edad que la Zona Rosa —y haber sido testigo directo de su crecimiento y consolidación como el referente de la vida cultural del México de los años sesenta y setenta—, me autoriza a rebatir esa falacia y a acreditar que fue precisamente el Metro el que democratizó la aristocrática colonia y así facilitó que muchos jóvenes acudieran a nutrirse de las propuestas culturales más relevantes de la época.

Plenamente involucrado con el destino de este espacio urbano, en mi carácter de servidor público, y gracias al decidido apoyo de vecinos y empresarios, desde el Fideicomiso de Parquímetros de la Colonia Juárez se concretó la imagen urbana de la colonia, aparejada a una decidida acción de combate a los “giros negros” que se apropiaron de su vida nocturna.
Una vez más reconozco la sensibilidad y solidaridad de la embajada de la República Francesa y su confianza en ese proceso de restitución del espacio público a favor de la cultura, por el que destinó su antigua sede diplomática a la Casa de Francia, inaugurada en 1998, cuya vida cultural y gastronómica apuntaló un proceso de recuperación urbana de una de las zonas más afectadas por el sismo del 85 en esta colonia.
En sentido contrario a estos esfuerzos, las siguientes administraciones de la ciudad abandonaron ese programa de recuperación urbana y, parafraseando a Bauman, convirtieron la Zona Rosa en un “cementerio de hitos culturales”, que la gentrificación está transformando en “montañas que crecen al cielo”, gracias a la atrabiliaria expulsión de vecinos y del empresariado tradicional de este histórico enclave urbano.

