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La Guerra de Independencia fue un conflicto todavía muy difícil de explicar, dejando a un lado la versión simple para niños de primaria.

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Gestas gloriosas

Los héroes siempre nos acompañan. No nos dejan solos. Por eso es bueno recordarlos, acompañarlos y celebrar con Hidalgo, con Morelos, con Allende y con muchos más. Gestas gloriosas que hoy parecen de cuento.

Vicente Guerrero, con su padre arrodillado en súplica para que deponga las armas y contestando con el mayor dolor de hijo: “La patria es primero”.   Quizá los presentimientos de padre le hablaban no sólo de las glorias reservadas en Acatempan, en Iguala y en la Consumación sino, también, le hablaban del martirio de la traición: Bustamante, Acapulco, Picaluga, Huatulco y, al final, su asesinato que, según la leyenda, llevó a sus asesinos a morir años más tarde en las prisiones mentales de la locura.

Todos los martirios reservados para él no fueron suficientes para cambiar de parecer. La patria es razón prima. A la patria nadie debe sobreponerse. A ella, nada puede anteponerse. Su esencia es absoluta. No sólo es, sino que siempre será primero. El que así lo crea, tendrá en ello buenaventura. El que no lo crea, allá él.

La Guerra de Independencia fue un conflicto todavía muy difícil de explicar, dejando a un lado la versión simple para niños de primaria. Por lo menos, ochos posicionamientos ideológicos complicaron once años de trance. Monarquistas, borbonistas, republicanistas, independentistas, metropolistas, nacionalistas, liberalistas y conservaduristas, hasta que Acatempan fue nuestra primera “gran coalición”, luego concretada en el Plan de Iguala.

Pero, en medio de todo ese torbellino ideológico, fue José María Morelos el iluminado que tuvo la videncia de saber la forma en que sería el futuro país. Republicano, federalista, demócrata, liberalista e igualitario. Ante tal portento de visión, sólo una sola idea no pudo ver: el nombre de la nueva nación. Siempre la llamó América Septentrional y de otras maneras pero no el que hoy lleva.

Antes de eso, Ignacio Allende tuvo una visión a las veras de la muerte. Fue condenado a morir por fusilamiento pero, además, se le consideró militar traidor y, por lo tanto, acreedor a ser fusilado de espaldas. Ya en el paredón, al fin militar calculó los tiempos de la descarga y, cuando ya el pelotón no podría recular giró al frente, presentó la cara y gritó: “¡Viva México!” Ésa, quizá, fue la primera vez que alguien así llamó a este país nuestro.

Morelos, despojándose del rango de Generalísimo y ordenando a Nicolás Bravo escoltar al Congreso porque en una Constitución y en el Congreso estaba la salvación de la patria. Sus órdenes son terminantes: “General Bravo: escolte al Congreso, aunque yo perezca”. Bravo no quiere desprotegerlo y repela: “Generalísimo, solicito permiso para desobedecer sus órdenes”. Morelos vierte su frase inmortal: “En estos momentos dejo de ser generalísimo y soy, tan solo, un siervo de la nación”.

Morelos se entrega como presa para refrendar que no importa su investidura la puede salvar. El que pueda creer, que crea. El que no, allá él.

En fin, Morelos es el símbolo de heroísmo máximo, de legislador augusto, de guerrero admirable. Concurrieron, en él, todas las virtudes históricas, como dijo Alfonso Teja Zabre. Tuvo la visión política que le faltó a Miguel Hidalgo. El genio militar que la vida le regateó a Benito Juárez. La victoria que se le negó a Santos Degollado. Y la muerte heroica en aras de la patria que no le fue concedida a Ignacio Zaragoza para coronar su vida.

 

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