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Se trata no sólo del futuro inmediato, es la gobernabilidad y la estabilidad del país.
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Mucho está en juego

El respetable ciudadano aún seguirá escuchando los aplausos y las críticas al contenido del IV Informe del Ejecutivo, tanto a su contenido, como al nuevo formato de comunicación elegido para sustituir la ceremonia en Palacio Nacional; que a su vez sustituyó el viejo ritual de acudir a presentarlo de viva voz en el Palacio Legislativo, cuando una nueva obligación constitucional republicana deberá cumplimentar el titular del Ejecutivo federal.

En el esquema de colaboración y equilibrio entre poderes el presidente de la republica en acatamiento a lo previsto en la fracción IV del artículo 74 constitucional, debe hacer llegar a más tardar el 8 de septiembre a la Cámara de Diputados la iniciativa de Ley de Ingresos y el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, que se acompañan de los Criterios Generales de Política Económica. Esto sin duda es una certeza.

Los asegunes —como se dice popularmente— empiezan respecto de las expectativas de crecimiento económico, las directrices que orientarán la recaudación, y posteriormente las prioridades en el ejercicio del gasto, los límites del endeudamiento, el pago del servicio de la deuda, los referentes que habrán de adoptarse respecto del precio del crudo y la paridad cambiaria, así como, entre otras muchas variables, el índice de inflación calculada.

El entorno internacional no es promisorio, se perfila que el crecimiento global de la economía se mantenga deprimido, prácticamente estancado. La economía china continuará desacelerándose, la estadounidense mantendrá su crecimiento mediocre, los precios del crudo tampoco crecerán y la revaluación del dólar frente al dólar seguirá ajustándose lenta pero constante, aunque pareciera que ha encontrado su techo y se ha estabilizado. Y estas perspectivas no resultan halagüeñas. Esto también es una certeza.

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¿Se honrará la palabra empeñada de no subir los impuestos? Es una incertidumbre. Será por la vía de ajustes a los que cargamos IEPS o se mantendrán las tasas y sólo se harán ligeros ajustes a algunos derechos. El caso es que en términos del numeral 73, fracción VII, se deberán imponer las contribuciones para cubrir el presupuesto. Y otra certeza es que hemos llegado, con mucho, a un límite de endeudamiento, lo que hace muy riesgoso financiar el gasto con endeudamiento. Y dado que es otra certeza que los ingresos fiscales disminuirán, consecuentemente deberá ajustarse a la baja el presupuesto de egresos.

En el caso del proyecto de Presupuesto de Egresos que debe ser aprobado por la Cámara a más tardar el 15 de noviembre, la certeza es que tiene que ser menor al de este año o estaríamos jugando con fuego. La incertidumbre recae en qué partidas sufrirán recortes y de qué magnitud. Existen gastos irreductibles como los sueldos y salarios de los trabajadores, entre ellos, soldados, marinos, policías, médicos, maestros y demás miembros de la burocracia. Y generalmente es en gasto corriente donde se usa discrecionalmente la tijera, sólo que convenientemente se deja intocada a la elite burocrática.

En donde sería peligroso, política y económicamente, recortar gasto es en los programas sociales. Se ha estirado la liga y ésta se puede reventar. Si el Ejecutivo actuó racionalmente, habrá que presionar para que los legisladores, no repitan otra vez su juego perverso de reasignaciones con tintes partidistas. O en su caso apoyarlos, si se impuso una visión tecnocrática miope, para revertir algunas asignaciones irracionales.

Lo que está en juego no es menor, se trata no sólo del futuro inmediato, es la gobernabilidad y la estabilidad del país. Es quizá llegado el tiempo de recortar el gasto militar que ha crecido exponencialmente los tres últimos lustros, el gasto en seguridad pública debe revisarse a fondo, no siempre se gastó bien. Lo que se trasfiere a los estados debe también ajustarse. El bienestar de la republica debe privilegiarse por encima de los intereses de las partes que la componen. El tiempo nos alcanzó.