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“Hemos pasado épocas muy complicadas en el país, en condiciones incluso más precarias que las de hoy y hemos salido adelante.”

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Entrevista a Julio A. MillánEmpresario y autor de La fuerza de la imaginación

Por Nora Rodríguez Aceves

 

La fuerza de la imaginación es la inspiradora historia del empresario y economista Julio A. Millán Bojalil, y una invitación a ver con distintos ojos el mundo del poder y las influencias. El autor nos demuestra con un sin número de ejemplos que los motores de su éxito profesional han sido la dedicación, la fuerza, el cariño y la lealtad al país.

Federico Reyes Heroles

En entrevista con Siempre!, Julio A. Millán Bojalil comparte que escribió este libro “porque en nuestro país los empresarios y profesionistas somos pocos dados a escribir nuestras experiencias, normalmente en Europa y en Estados Unidos sí lo hacen porque la gente quiere saber qué pasó con estos empresarios, cómo llegó, qué hizo, en México eso no sucede, lo consideramos como un acto de ego y eso genera cierta reticencia.

Sin embargo, el empresario considera que hay que compartir las experiencias con jóvenes que apenas inician su carrera profesional y laboral porque les pueden ayudar a no pasar por los mismos esquemas de fracaso y lograr el triunfo.

“La razón era explicar cómo uno puede fracasar y sin perder el entusiasmo alcanzar el éxito. El porqué del título, La fuerza de la imaginación, es porque sin imaginación uno no tiene la capacidad de luchar y enfrentarse a los fracasos para obtener éxito. Tiene uno que tener voluntad y fuerza de la imaginación que lo lleve al éxito”.

De acuerdo con el empresario mexicano, los pilares que marcaron su vida y que lo llevan al éxito fueron, primero que nada, la experiencia de estar en la UNAM que marcaba ya una línea de conducta porque para el empresario mexicano de origen libanés: “el estudio, la educación es la puerta de la libertad. Me apena ver cómo a los jóvenes los esclavizan no dándoles el conocimiento que deben tener ni la educación, porque la libertad se inicia en la vida con la educación”.

“El poder educarme marcó mi vida, llegué a la universidad y tenía ya la gran ambición de conocer el mundo y las circunstancias me llevaron a que un primer país a donde viajara fuera Japón, un país que dejó marca en mi vida por lo que representaba”.

“Era un país que tenía confusión, que salía de un área teocrática, vencidos por la Segunda Guerra Mundial, pero yo los veía con una gran motivación de salir adelante tomando cosas buenas de su pasado y proyectándolas hacia el futuro. Usaban sus tradiciones, sus elementos que sí eran creativos y dijeron: vamos a cambiar, eso me motivó mucho de los japoneses, que fueron cambiando y que demostraron que podían recuperarse de una derrota como la que tuvieron, y esto me dio el concepto del éxito, una serie de fracasos sin perder el entusiasmo, que es parte incluso de un concepto que usó Winston Churchill, por tanto Japón me marcó en ese sentido”.

En su libro La fuerza de la imaginación. El éxito es una suma de fracasos y entusiasmo, Millán señala que la lección que México tendría que retomar de Japón es que “si una nación no sabe identificar sus limitaciones, jamás podrá crear elementos para su desarrollo… México está angustiado y es pasivo; hay que dirigirlo, reinventarlo y establecer un nuevo consenso que permita dar sentido a las ventajas que posee, a lo que necesita y lo que puede y desea realizar. Es preciso implementar dos elementos centrales: visión y vocación. Si México logra dar forma y congruencia tanto a su visión como a su vocación, dará un salto cuántico y aprenderá a proyectar —imaginar— su futuro en 100, 200 o 300 años”…

 

Rezagos educativos

Siendo para Millán la educación uno de los pilares para el éxito, habla sobre el conflicto entre las autoridades educativas y el magistrio disidente de la CNTE: “hay en el contexto claroscuros, una serie de rezagos perversos que están constituyendo una limitación a un desarrollo abierto, transparente, positivo de la educación en el país porque todavía tenemos estos rezagos”.

“El empuje de la juventud mexicana es impresionante, los jóvenes quieren hoy estudiar y darse una nueva oportunidad de desarrollo, mejor de las que incluso tuvieron sus padres. Me preocupan los niños, que están sumamente necesitados de que las estructuras les permitan dar ese salto de libertad”.

“El momento actual se tendrá que superar, se ha contaminado, se ha envenenado con otros ambientes, pero el sentido común patriótico que es la mayoría se impondrá. Lograremos estos saltos cualitativos y cuantitativos, no será un retroceso sino un avance, ya el concepto de información, de globalización, de las familias incluso, dan cuenta de que los retrógradas no tienen ya mucho espacio en el ambiente mexicano”.

“México tiene —agrega— un sistema educativo bueno desde el punto de vista estructurado, con instituciones, con escuelas, con mecanismos de fundamento, pero podemos dar un gran salto que sería lograr que la base de la juventud tenga un nivel educativo hasta los 16 años, no hasta los 11, 12, que es el que hoy tiene. Hay que alcanzar a los países desarrollados, vamos en buen camino, pero tenemos que acelerar el paso.

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Lealtad y amor a la patria

Consciente de que México atraviesa hoy por una crisis no sólo económica o política, sino también de valores, asegura que para salir de esta situación no hay “una solución mágica ni única, de los valores que se han perdido hay que recuperar aquéllos que construyen la lealtad hacia la patria, de amor a México; el amor a la patria que parece tan fuera de lugar, pero que es fundamental, hay que impulsarlo en las familias, en la escuela, en los medios de comunicación”.

Otro elemento básico “es constituirnos como semillas de honradez para reforestar el bosque social de México. Que cada uno sea un ejemplo de honradez; todos decimos lo deshonestos y corruptos que son los demás, pero tenemos que comenzar a preguntar: y yo qué valores tengo. Porque si nadie se compromete a ser semilla de reforestación seguiremos estando en un país árido. El esfuerzo es común, una educación con amor a la patria y una actitud individual que nos permita ser parte del cambio”.

México no está derrotado

México pueda dar el salto cuantitativo o cualitativo como se quiera, en cantidad o en valores, puede lograrlo, no está derrotado. Sólo un pueblo derrotado en espíritu podría considerarse así, y existen millones de mexicanos que no están derrotados, que no estamos dispuestos a que nos derroten, y esto hace el cambio de poder tener una expectativa de futuro, de corregir lo malo”.

Ni sector público ni la política

Julio A. Millán no oculta su amor por la economía. Asegura que colaboró como empresario en el Infonavit: “era el director sectorial empresarial, colaboré como empresario en una de las instituciones de la república que fue una de las máximas oportunidades y me acercó a la estructura pública, pero nunca hice una carrera política, ni acepté ser político, ni entrar en la administración pública”.

“Cada vez que me invitaban, decía que no, incluso tuve invitaciones de los propios presidentes de la república. Nunca acepté ser parte de lo que es el gobierno federal, de la administración de gobierno. Quise ser independiente, profesional, empresario, ése fue mi objetivo siempre, fui consistente. Si hubiera entrado en el gobierno me hubiera desviado, incluso tuve momentos de posibles desviaciones, sin embargo no perdí la línea.”

En su libro La fuerza de la imaginación, de Editorial Conecta, que será presentado el próximo 19 de octubre en el Club de Industriales, el empresario mexicano cuenta que creció “en un ambiente ecléctico, lleno de constumbres y perspectivas disímbolas y ello enriqueció mi identidad y espiritu de tolerancia, apertura y arrojo. Años más tarde cuando llegó el momento de elegir carrera universitaria, y no obstante mi inclinaciòn musical y bohemia, no hubo encrucijada alguna, sino el apoyo decidido de la familia a mis aspiraciones. Eran dos rumbos posibles, pero una sola decisión (no podía ser artista y profesionista a la vez).

Millán se tituló como economista en la UNAM, aunque dice que en un principio quería ser “abogado de los pobres”. Su destino cambió en la preparatoria, cuando escuchó de la licenciatura en economía y, sin saber ni conocer de qué se trataba dijo: “le entro, pero ¡sorpresa!, economía era una dimensión diferente. Tenía matemáticas y yo estaba en contra de ellas, aunque cuando empecé a comprenderlas, a entenderlas me pareció que la economía tenía la capacidad de crear lo que es muy importante, un ejercicio en bien común a la sociedad”.

“Es un mecanismo para estudiar los bienes escasos y su distribución, entonces ya me gustó, empecé a tenerle mucho amor, a ver la economía como un mecanismo de ayuda social, como un mecanismo para hacer empresas, generar empleo y a eso me dediqué. Ésa era mi vocación, era creativo y si le ponía imaginación, voluntad, funcionaba, se podía caminar, pero también se fracasaba, pero no importaba, había que seguir, era una ruta muy bonita de la vida.

Aunque era como un bicho raro, “siendo de la Escuela de Economía iba a trabajar al sector privado, era vendedor, vendía máquinas de escribir, yo quería ser profesionista independiente, pero era algo que no era común, lo normal era estar en un escritorio o en una actividad política”.

¿Marxista?

“Para todos los que estudiamos en la Escuela Nacional de Economía —hoy facultad— a medidados de la década de 1950, era evidente la orientación marxista del programa de estudios para formar especialistas en la administración pública y académicos en áreas afines; es decir, los economistas de entonces se preparaban básicamente para dos actividades: ser profesores o funcionarios públicos…”

“Me enseñaron el concepto de lo que era social democracia; hoy se ha confundido completamente con cosas totalmente negativas. En ese entonces era combinar la empresa con la sociedad y eso me dio la fortaleza de decir, sí, estudié en una escuela marxista, pero éste no funcionará como se piensa. El marxismo es un elemento que tiene que crear, si crea una izquierda constructiva funcionará en el futuro en beneficio de la gente, pero si crea una situación anarquista, ahí muere”.

“Hemos pasado épocas muy complicadas en el país, en condiciones incluso más precarias que las de hoy y hemos salido adelante. No estamos en la peor crisis como se dice, es un proceso de perspectiva; claro, si nos lleva a una ruptura institucional, sería de las peores crisis, pero hoy tenemos las instituciones que nos están dando las bases sociales, luchamos para mejorar, no estamos completamente en el suelo, el ambiente social es muy negativo y cuando hemos vivido muchos años nos damos cuenta de que esos ambientes sociales además de ser artificiales son pasajeros, por lo tanto el futuro se ve diferente.