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El gobierno mexicano deberá replantear sus acciones y estrategias de política exterior, y fortalecer el papel de Jacobson.
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Amplia experiencia diplomática
José Luis Camacho Acevedo
Al respecto de la invitación del gobierno mexicano a los principales candidatos a la presidencia estadounidense a visitar nuestro país, misma que fue aceptada de inmediato por el republicano y rechazada por la demócrata, vale la pena analizar el papel de la embajadora de Estados Unidos en México: Roberta Jacobson.
Diez meses después de que el presidente Barack Obama la nominara, Jacobson, fue confirmada por el Senado como embajadora en México. La diplomática con más de 25 años de experiencia en asuntos del hemisferio occidental, llegó a nuestro país con la misión de suavizar y reactivar la relación bilateral.
La embajadora se convirtió en la primera mujer en ocupar la Secretaría de Estado adjunta para el Hemisferio Occidental, sin haber sido parte primero del servicio diplomático de carrera, su nominación estuvo a cargo de la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, de quien, se dice, es muy cercana.
En la amplia experiencia de Jacobson, data el haber participado en las negociaciones para el histórico restablecimiento de las relaciones entre su país y Cuba, las cuales permanecieron rotas durante más de cinco décadas. Con México, destaca su colaboración en la configuración de la Iniciativa Mérida, y su labor como subsecretaria adjunta para Canadá, México y asuntos relacionados con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Algunos círculos la ven con recelo, ya que la califican como una mujer dura para las negociaciones, y además porque se ha caracterizado por su firmeza en pronunciamientos en materia de derechos humanos y corrupción.
En varias ocasiones, la señora Jacobson ha hecho señalamientos en el sentido de que los Estados Unidos deben apuntalar las discusiones sobre corrupción que ocurren en América Latina, pues de ellas depende la consolidación de las democracias.
La embajadora reconoce que a lo largo de toda Latinoamérica “desde Brasil hasta México”, los escándalos por corrupción están movilizando a la ciudadanía con la realización de protestas legítimas y pacíficas: “el momento de discusiones abiertas en torno a corrupción, demandas por transparencia y especialmente rendición de cuentas ha llegado”, determinó.
El papel de Jacobson en este aparente momento de relaciones ríspidas entre nuestro país y los Estados Unidos, es fundamental, dada además su cercanía con la demócrata Clinton.
Igualmente es importante reconocer que Clinton desechó una oportunidad de captar el voto latino al rechazar la invitación del presidente Enrique Peña Nieto. Esta visita habría sido un gran escenario para fijar sus posicionamientos.
Hace algunos meses, Clinton calificaba de indignante el que no se hubiera resuelto el caso Ayotzinapa y que si estuviese en sus manos no descansaría hasta conocer la verdad. Es posible que los asesores de la precandidata demócrata le estén aconsejando endurecer su línea en relación con el gobierno mexicano.
Ante estos señalamientos, el gobierno mexicano deberá replantear sus acciones y estrategias de política exterior, y fortalecer el papel y la importancia de Jacobson. Se debe tomar en cuenta que en el discurso, la embajadora ha manifestado que su gobierno ha sido demasiado complaciente “en defensa de las democracias”, sobre todo en temas de corrupción y falta de trasparencia.
Finalmente hay que destacar que Jacobson domina las políticas actuales del gobierno de Obama con respecto al tráfico de drogas, y dada su experiencia con la Iniciativa Mérida, su trabajo podría ayudar a buscar soluciones a muchos de los problemas de seguridad que se derivan del narcotráfico y el crimen organizado trasnacional, por supuesto con un mayor compromiso por parte de los Estados Unidos, toda vez que es el principal consumidor de drogas a nivel global.