Silvia Lemus presentó en Madrid, la última novela de Carlos Fuentes, Aquiles o El guerrillero y el asesino, una historia sobre el líder del M-19, Carlos Pizarro Leongómez, quien fue un abogado, guerrillero y político colombiano, novela que Carlos Fuentes preparaba desde los años noventa, y que con base en el testimonio que recuperó Julio Ortega, quien estuvo al cuidado de la edición, formaba parte de una serie que Fuentes denominó: “Crónicas de nuestro tiempo” junto a la novela Diana o la cazadora solitaria (1994) y Prometeo o el precio de la libertad (que Carlos Fuentes no llegó a escribir).

Aquiles o Carlos Pizarro se une en 1969 a las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” (FARC), pero en 1973 se separa por motivos ideológicos y funda el “Movimiento 19 de abril” (M-19). En 1979, después de un ataque armado, Carlos Pizarro es detenido y apresado, permanece en la cárcel de “La Picota” en Bogotá, durante tres años. Con el gobierno del presidente Belisario Betancur, Carlos Pizarro queda en libertad, no obstante, sigue activo con su M-19. Es hasta el siguiente gobierno, con el presidente Virgilio Barco y su iniciativa para llegar a un acuerdo de paz, que Carlos Pizarro finalmente depone las armas y desaparece el M-19, para convertirse en el partido “Alianza Democrática M-19” que postula como candidato a la presidencia de la república a Pizarro en 1990, pero el 26 de abril, durante su campaña presidencial, es asesinado en un vuelo de Avianca, en la ruta Bogotá-Barranquilla.

Se ha repetido hasta el cansancio que Carlos Fuentes tardó 20 años en escribir esta novela, si bien es verdad que trabajó durante dos décadas el manuscrito, es ilógico pensar que Fuentes estuvo luchando con este texto por veinte años, como todo escritor, de la mano de sus proyectos más recientes, siempre existen otros trabajos que se desarrollan paralelamente, la novela Aquiles… era uno de éstos proyectos. Carlos Fuentes pasó estos años investigando sobre el tema, pero sobre todo escribiendo, publicando otros libros, cumpliendo su agenda literaria tanto en México como en el extranjero, impartiendo conferencias, recibiendo premios, dividiendo su tiempo entre Londres y México.

Fuentes busca con esta novela realizar una crónica que dé testimonio de su “relación con Colombia” para llegar a la figura de Carlos Pizarro, para esto propone algunos ejes: “privilegiar el elemento temporal de la novela… aspirar a derrotar el carácter sucesivo de la narración… darle el privilegio simultáneo de la percepción”.

En la novela, Fuentes comparte su relación con personajes como en el caso de su amistad con Jorge Gaitán Durán, fundador de la Revista Cultural Mito (1955), en la cual colaboraban Alfonso Reyes, Octavio Paz, Luis Cardoza y Aragón y el propio Fuentes. Jorge Gaitán Durán, quien visitaba con frecuencia México hasta su muerte en 1962, y quien acercaba a Fuentes y a otros mexicanos a la cultura colombiana, a su historia, a su literatura. Encontramos sus estrechos lazos con Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez o Fernando Botero, amistades y complicidades que, de la misma forma en que ellos, contando con la hospitalidad de México, se introdujeron en lo más profundo de nuestro país, de la misma manera, le otorgan a Carlos Fuentes como una suerte de licencia para adentrarse en lo más hondo de Colombia, pero no sólo de la literaria, de la cultural, sino acercarse a esa otra realidad colombiana, la de la lucha armada, la de la injusticia, la de la muerte, la de Aquiles o Carlos Pizarro.

… Me dieron permiso de acercarme a Colombia como patria compartida tanto en la literatura como en la política y, sobre todo, en la emoción. Tenía derecho a imaginar. No buscaría un lenguaje registrable, coloquial, exacto, sino el lenguaje de una imaginación compartida, quizá, con otros latinoamericanos. Compartiría como mexicano mi patria latinoamericana con mis personajes colombianos.

No son de extrañar las razones por las cuales Carlos Fuentes se decide a abordar la vida de Carlos Pizarro, y este episodio tan crudo de Colombia, en Fuentes, en su recorrido literario, con más claridad en sus novelas La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz o Los años con Laura Díaz, nos enfrenta a una serie de novelas que dan cuenta de la vida cultural de México, pero también del capítulo que fue el parteaguas del país en el siglo XX, la Revolución Mexicana, Fuentes nos introduce en ese episodio de nuestra historia, como en una suerte de respuesta ante la realidad actual, nos explica cómo este momento germinó en el México Moderno, y en el México de nuestros días, el periplo de Carlos Pizarro desde su inicio en las FARC, su rechazo a este movimiento y la formación del M-19, responden al momento actual colombiano, la renovación de Colombia, la reciente firma de la paz entre su gobierno y las FARC.

Como en toda lucha armada, y como en toda lucha armada latinoamericana, hay una serie de capítulos que parecen ser la misma historia, solamente repetida en diferentes latitudes, Fuentes equipara a Pizarro con Emiliano Zapata o con Ernesto “El Che” Guevara, pero también palpamos las similitudes con otros personajes puntuales de la Revolución Mexicana, como en el caso de Francisco Villa, quien en busca de un acuerdo de paz, depuso las armas en 1920, para poco más tarde ser traicionado y asesinado. También se puede relacionar con Álvaro Obregón, quien después de haber sido presidente de México (1920-1924), decide regresar a la presidencia después de cuatro años, y en 1928, su regreso se advierte como esperanzador después del fallido periodo presidencial de Plutarco Elías Calles (1924-1928), pero ya como presidente electo, pocos meses antes de tomar el cargo, es asesinado por un fanático religioso enviado por el propio gobierno. O bien, nuestro caso más reciente, la candidatura de Luis Donaldo Colosio (1994), un hombre muy interesante, que daba señales de romper con el viejo régimen y construir un nuevo panorama para México, y siendo el candidato del partido oficial, muere a manos de otro sicario, un crimen que aún después de tantos años, no se ha esclarecido por completo. Carlos Pizarro fue también ese elemento esperanzador de Colombia, pero es abatido cuando lucha por la presidencia, cortando de tajo con las ilusiones del pueblo colombiano para redimir a su país, y aún no se aclara si su muerte fue orquestada por el Estado o por el narcotráfico.

El libro de Carlos Fuentes es una crónica y una ficción, comparte elementos históricos y biográficos, pero ante todo es una novela bien estructurada, con un acertado inicio, Carlos Fuentes se convierte en personaje de su propia novela, esto nos remonta a los magníficos relatos en los cuales se ha hecho uso de este recurso, por ejemplo Galdós en Niebla o el mismo Quijote visitando la casa en la que se imprimen sus historias.

Aquiles… desde el comienzo nos atrapa: “Hay hombres a los que recuerdas aunque nunca los hayas visto”, y el descubrir a Fuentes sentado en el avión, testigo del atentado. La lectura transita por el recuerdo del escritor, la memoria de los colombianos afincados en México, la infancia y adolescencia de Aquiles, los motivos del guerrillero, la crudeza de la otra Colombia, y al final, como lo menciona María José Pizarro: “la serpiente que se pica la cola”, regresamos con Fuentes al avión, Aquiles es abatido frente a nuestra mirada azorada.

Carlos Fuentes nos entrega una última novela que reitera nuestro asombro y nos descoloca, nos deja con una terrible melancolía, perdimos a Fuentes en el peor momento, su voz, su pluma, hacen tanta falta en México, nuestro escritor se fue entero, nunca asistimos al ocaso de Fuentes, sus últimos libros, los ensayos en Personas (2012) o Pantallas de plata (2014), las novelas Federico en su balcón (2012) o Aquiles o El guerrillero y el asesino (2016), nos conducen a una amarga reflexión, se fue en un momento creativo muy importante, Carlos Fuentes aún tenía mucho por escribir, con su partida perdimos una época literaria que será muy difícil de reconstruir, sólo nos queda esperar a que aparezca algún otro material en el archivo de Carlos Fuentes, resguardado por su esposa Silvia Lemus, y que se nos dé la oportunidad de seguir fascinándonos con su literatura irremplazable.