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El más nutrido en fechas para conmemorar, algunas verdaderamente importantes para la historia de nuestra patria.

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Más allá de los “puentes”

 

Muchas son las fiestas que engalanan el calendario cívico de los mexicanos, los cuales propician y nos han dado fama por los famosos puentes que solemos organizar tomándonos días de descanso para holgar en playas o sitios de descanso. Y el mes de septiembre a medio trascurrir es, quizás, el más nutrido en fechas para conmemorar, algunas verdaderamente importantes para la historia de nuestra patria.

Iniciamos el mes con la presentación del Informe Presidencial, despojados del antiguo rito del ancien régime y sin haber sustituido la liturgia republicana por cualquier otra con aceptación popular, que nos permita evaluar el presente y otear el futuro a corto plazo.

Luego viene el día 13 que tiene o le dimos un sentido relevante en tanto significa y representa la resistencia armada contra un ejército invasor, superior en número y armamento, y la inmolación de un grupo de jóvenes cadetes del Colegio Militar, que ante los errores, cobardía y reyertas de sus superiores castrenses ejecutan un acto de valentía, honor y dignidad que en el imaginario popular, en el inconsciente colectivo constituye una página de oro en la formación de la mexicanidad.

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La pérdida de esa batalla acaecida entre otros sitios de la capital, en el Castillo de Chapultepec, le permitió la ocupación de la ciudad al ejército norteamericano, y que el 15 y 16 de ese aciago septiembre de 1847 ondeara en Palacio Nacional la bandera de las barras y las estrellas, sin mayor resistencia que la de algunos vecinos y habitantes de las zonas populares circundantes. Y todos conocen el epilogo de esa guerra injusta: la pérdida de la mitad de nuestro territorio.

Y aquí, permitan mis lectores, una pequeña digresión en el recuento de nuestra historia patria. El día 11 se recuerda, por muchos, el golpe de Estado en 1973 en contra de Salvador Allende en Chile, cuando un grupo de traidores golpistas derrocaron y asesinaron al primer presidente socialista de América que alcanzó el poder por la vía de las urnas. Ese día, se rompió la esperanza de toda una generación y cobró mayor virulencia la guerrilla rural y urbana que tanta sangre, lágrimas y sufrimiento costó a América Latina.

Y también ese día pero de 2011, se recuerda el ataque de un grupo terrorista islámico contra las torres gemelas en Nueva York, que inicio un capitulo nuevo en las sangrientas hojas del terrorismo, comenzando la era del terrorismo global, que modificó los enfoques geopolíticos tradicionales y que tanta y tanta sangre de inocentes ha derramado por los múltiples atentados perpetrados por todos los confines del planeta.

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La conmemoración principal de este mes es la de los días 15 y 16 en que celebramos el inicio de la guerra de independencia en 1810, que comenzó con los influjos de la ideas de los enciclopedistas franceses; la independencia de Estados Unidos; la propia Revolución Francesa, y la posterior invasión napoleónica de la península hispánica que hizo emerger la subversiva idea de que la soberanía reside en el pueblo, aunque en el largo camino de lograr la independencia, en 1821, se terminaron por imponer ideas más conservadoras, que reivindicaban el gobierno monárquico de los borbones.

Esta celebración nos recuerda el “grito” de libertad y el toque de campanas de la parroquia de Dolores por el cura Hidalgo; constituye la esencia del ser mexicano, y es con mucho el eslabón principal de nuestro patriotismo. La fiesta popular ahí está, y se celebra y celebrará en todos los rincones de México y en las embajadas de nuestro país en todo el mundo, hasta el fin de los tiempos. Y lo afirmamos así porque constituye una fiesta popular que nos otorga sentido de pertenencia. Porque no pertenece al gobierno, ni a ningún sector o facción de la sociedad. Por más que algunos extraviados llamen a dejar vacío el Zócalo como muestra de repudio a los gobernantes en turno.

Y finalmente el 27 de este mes, celebramos el fin de la Independencia con la entrada en la Ciudad de México del Ejército Trigarante, integrado por insurgentes y realistas, encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, el cual algunos calificaron como el día más feliz en la historia nacional.

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