Exactamente en la misma medida que se puede ir de la música a la poesía, se puede ir de la poesía a la música. Para quien esto firma es un misterio el encabalgamiento de las artes. ¿Ocurre en la forma, sucede en el contenido, acontece en la emanación espiritual, con lo que estas palabras signifiquen? Si traigo a colación este cauce que va de una manifestación artística a otra, no es porque me haya acaecido a mí sino a un amigo, Gildardo Montoya, poeta y melómano.
De verdad que fue inusitado. Yo estaba ahí. Leíamos el poema de Eloy Sánchez Rosillo, que por título lleva el de De César Franck a Augusta Holmes, y por subtítulo el de Quinteto para piano en fa menor, lo terminamos de leer cuando Gildardo Montoya me dijo “Espera, Eusebio, quiero conocer esa música. No sigas. No sigas. Antes la música”.
Lo hice. Seguí su orden. Puse aquella música y los ojos se le anegaron de lágrimas a mi amigo. El poema de Eloy Sánchez Rosillo dice así: “1. (Molto moderato quasi lento—Allegro). Cuando ya no esperaba que nada perturbase/ el sosiego y el orden que yo mismo elegí para mi vida,/ apareciste tú, y de repente toda la paz que poco a poco/ fui con paciencia conquistando huyó lejos de mí,/ y una llama muy viva me habita el alma.// Tú tal vez no comprendas lo que esto significa para un hombre/ como yo, que siempre ha estado, en realidad, tan solo,/ a pesar de la fiel compañía de unos pocos amigos/ y de la larga dicha conyugal que mi mujer me ha dado.// Es como si de pronto un ruiseñor cantara/ en la desolación de un árbol anclado en el invierno/ y sus ramas desnudas de nuevo recordasen/ la gracia del verdor bajo el influjo de esta música. 2. (Lento, con molto sentimento). Mi vida ha sido un duro camino de fracasos/ a los que nunca doblegué mi espíritu,/ pues desde siempre supe que el artista que trabaja/ con honradez en el servicio de su Señor y de su obra/ muy rara vez consigue la atención de las gentes/ de su tiempo; atención que estimula, pero que al fin y al cabo no necesita el arte.// Bajo las altas bóvedas de esta iglesia ha transcurrido/ la parte más fecunda y hermosa de mis días:/ el olor de la cera y del incienso de las sagradas ceremonias,/ los devotos rumores de los fieles,/ me acompañan siempre mientras que yo intentaba,/ sentado aquí, en el coro, junto al dócil teclado/ de este órgano amigo, dar expresión cumplida/ a la inquietud que me embargaba el pecho.// Y en cierto modo he sido feliz, porque acepté/ con humildad el fluir casi anónimo/ de mi destino, aunque a veces el desaliento y el hastío/ se acercaran a mí.// 3. (Allegro non troppo, ma con fuoco) Hoy sé bien que mi dicha/ fue tan sólo ignorancia de que un día cualquiera/ habrías de llegar: tu presencia bastó/ para arruinar la paz que con trabajo obtuve.// Cómo negarme la dulzura con que a veces me miras,/ a tu risa tan libre, al fulgor que te envuelve,/ a la luz que en tus labios brilla si es que me nombras.// Yo no sé, yo no sé, pero bendigo esta locura/ que me llena mi espíritu y me llena de sol cuando te veo./ Y doy gracias a Dios por haberte creado, por haber permitido/ que vinieras de pronto para cambiar mi vida;/ pues ya no soy el mismo, aunque a los ojos/ de todos sea el de siempre y nadie, nadie sepa/ que sólo pienso en ti, que te amo, que es para ti mi música”.
No importa cómo lleguemos al cielo de la música. Una sola es clara: que nos está esperando, que la vida es ardua, pero aun así de la mano de la música las cosas no son tan terribles.

