Tal y como se había decidido, la Guardia Nacional tomó posesión de las calles en la ciudad de Charlotte, al tiempo que la policía decretó el toque de queda, tras haber sido escenario de la tercera noche de disturbios consecutiva. Las fuerzas policiales hicieron uso de granadas con gases lacrimógenos y dispararon balas de goma para dispersar a cientos de manifestantes que impedían el paso vehicular en una de las principales autopistas de la ciudad.
Mientras tanto, personal militar fue desplegado en las inmediaciones del centro de la ciudad, para desalojar a cientos de personas que realizaban un plantón, portando pancartas con leyendas que decían “Dejen de matarnos” o “La resistencia es bella”.
La policía y la alcaldesa Jennifer Roberts decretaron un toque de queda a partir de la medianoche hasta las 6 de la mañana hora local (10.00 GMT del viernes).
“Se prohíbe desplazarse por la calle, callejón, carretera o cualquier otra propiedad pública, excepto aquellos que estén buscando asistencia médica, comida o servicio necesario para el bienestar de sí mismos o sus familias”.
Una medida que busca garantizar el control federal en esa ciudad estadounidense. “Tenemos ahora los recursos que nos permiten proteger la infraestructura y ser mucho más eficaces”, afirmó el jefe de la policía de Charlotte, Kerr Putney.
Mientras en Charlotte continúan las protestas, Tulsa (Oklahoma), está en el “ojo del huracán” por un caso de presunta violencia policial, el fiscal del condado presentó cargos contra una agente acusada de haber disparado contra un afroamericano desarmado.