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Significa la parte más oscura del pueblo norteamericano, racista y conservador que también emergió en este proceso electoral.
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Al basurero de la historia

 

Los ecos de la malhadada visita del candidato republicano continúan generando controversias, reprobación y el repudio generalizado de casi el total de la población mexicana a su presencia en Los Pinos. Ríos de tinta se han escrito sobre el tema y micrófonos de radio y televisión han acaparado la atención de radioescuchas y televidentes, por lo que no tiene caso detenerse en ese tema especifico, pero sí en sus consecuencias.

Una de ellas y muy grave es que exhumó un aspecto negativo de xenofobia que está lamentablemente larvado, latente en el espíritu mexicano, de repudiar a Estados Unidos, y coexiste paradójicamente con esa otra arista del ser nacional: el denominado “malinchismo” de aceptar y entregarse a lo extranjero.

Nuestra generación y las de nuestros antepasados fueron educadas en un “antiyanquismo” que encontraba su máxima expresión en el grito de “yanqui, go home” y que fue ganado a pulso por la política de las cañoneras y, en nuestro caso, por la anexión de Texas, la injusta invasión y guerra de 1847, que nos costó la perdida de la mitad del territorio.

DR HERIBERTO BALMORI

Y esto acontece en el contexto del mes de septiembre que consideramos el mes de la patria y precisamente el inminente día 13 conmemoramos la batalla en el Castillo de Chapultepec y la muerte de un grupo de cadetes que el imaginario popular conoce como los niños héroes. Y quizá no faltará quien nos recuerde en esta coyuntura cómo el día 15 de ese lejano septiembre del 1847 ondeo en Palacio Nacional la bandera de las barras y las estrellas.

Lo que debe preocupar es cómo el incidente de la visita de Trump despertó en un sector de la población, aunado a la reprobación por su visita, el odio en contra de Estados Unidos, lo cual ni es sano, ni nos beneficia en nada y constituye una lamentable regresión histórica.

La evolución histórica de la relación bilateral ha sido de suyo complicada y actualmente los intercambios comerciales y culturales se encuentran en un nivel alto con base en el respeto mutuo, la aceptación y fortalecimiento de las coincidencias, y en especial el reconocimiento de las diferencias y su procesamiento racional.

México —con excepción de recientes episodios olvidables en que se impuso en nuestra diplomacia una visión entreguista— ha mantenido una posición digna que le ganó no sólo el respeto de los sucesivos gobiernos estadounidenses, sino de la mayoría de los países del orbe.

Por ello, debe permear e imponerse la visión de que Trump no es ni representa a Estados Unidos, que lamentablemente significa la parte más oscura del pueblo norteamericano, racista y conservador que también emergió en este proceso electoral. La oportunidad que tienen los mexicano norteamericanos es influir en la elección estadounidense con votos, porque constituye la minoría mayor y deben acudir a las urnas y poner a Trump en donde debe estar, en el basurero de la historia.