Manuel M. Ponce

Por Eusebio Ruvalcaba

¿Y quién se lleva las palmas entre los compositores de la guitarra? ¿Ponce con su Concierto del Sur?, ¿Rodrigo con su Concierto de Aranjuez? Nada más falso que esta supuesta rivalidad, pues los sendos conciertos para guitarra de estos dos músicos corren a la par. Aunque si hablásemos de música para guitarra sola, es difícil que la obra de Ponce tenga rival. En esto tiene mucho que ver la amistad de Manuel M. Ponce (1882-1948) con Andrés Segovia (1893-1987), el más grande guitarrista del siglo XX, quien se empeñó en otorgarle a su instrumento un nivel concertístico de gran altura, para lo cual no sólo ofreció recitales en todo el mundo en los que dio a conocer un nuevo e inusitado repertorio, sino que, encima, estuvo atrás de Ponce instándolo a componer obra tras obra, incluido el célebre concierto. En la historia de la gratitud —tal como existe la de la infamia— sin duda alguna habrá de figurar el nombre de Andrés Segovia.

No es cosa de todos los días un disco de esta naturaleza. Alumno del recientemente fallecido Manuel López Ramos, el aún muy joven guitarrista Raúl Zambrano posee ya una larga experiencia. Lo mismo solista que coordinador de festivales de su instrumento, profesor que promotor de la música para guitarra, su conocimiento del lenguaje musical, así como su entrega y dedicación, lo convierten en un solista que sabe llevar de la mano a quien lo escucha, en una suerte de seducción musical.

Raúl Zambrano es un guitarrista de una sensibilidad extrema, que se inclina más por la musicalidad que por el virtuosismo. Su secreto está en no exagerar, en darle a cada nota su valor musical exacto sin caer en el peligro de la imitación, de convertirse en una versión más de este exitoso concierto mexicano, el de guitarra por antonomasia. Esto significa un logro de (y para) Zambrano. Y sinceramente la pulcritud se agradece y se celebra.

Sin duda, Ponce es un compositor que continuamente sorprende. Prolífico y no repetitivo —como lo hizo Kreisler al violín, llegó a inventarse estilos y maneras diversas de componer, siempre en pro de resultar novedoso, y, a veces, innovador—, su obra siempre suena original. Como este concierto. Estrenado en 1941 en Uruguay, donde residía Segovia, pronto fue aceptado sin reservas. Hay que destacar el equilibrio entre solista y orquesta, que es como su tarjeta de presentación al mundo de la música moderna. Y que Raúl Zambrano sabe capitalizar. De verdad que se imbuye de la música ponciana y nos entrega una versión delicada e intensa, en que musicalidad y sabiduría van de la mano. No basta con el conocimiento de la obra de Ponce para salir del paso en un concierto como éste. Hay que tener en mente factores que coadyuven a lograr una cabal interpretación, como el balance y el matiz, tan difíciles de lograr en la guitarra como instrumento solista.

Dotación: Guitarra con orquesta sinfónica. Movimientos: Allegro moderato. Andante. Allegro moderato e festivo. Duración aproximada: 26’.