Entrevista con Betuel Bonilla/Escritor y profesor colombiano

Por Jacquelin Ramos

Cambiarles la pólvora por la tinta fue el inicio para conseguir un deseado acuerdo definitivo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Quinientas de las municiones de fusil que fueron usadas para causar dolor durante el conflicto armado de cinco décadas en Colombia, se transformaron en una arma más poderosa: el balígrafo.

Y así se cumplió: el 26 de septiembre este símbolo firmó la meta: el país que verá crecer a la primera generación que no tenga que vivir un solo día en guerra, “la generación de la paz”.

“Con el silencio de los fusiles, Colombia podrá pasar la página y empezar a escribir el capítulo de la paz”, así lo expresó en entrevista vía telefónica para Siempre! el escritor colombiano Betuel Bonilla.

El también poseedor de una de esos bolígrafos, añadió que cada uno de los colombianos debe tener un balígrafo, porque “sin la aportación de las pequeñas decisiones difícilmente se podrá alcanzar el sueño de una paz duradera y colectiva para el país”.

Betuel Bonilla nació en 1969 en Neiva, Colombia, y es licenciado en lingüística y literatura por la Universidad Surcolombiana, además de ser un especialista en docencia universitaria. Es autor de los libros de relatos Pasajeros de la memoria y La ciudad en ruinas. 

Escribir un relato

¿En que momento recibe en sus manos el símbolo de paz, llamado balígrafo?

Es importante resaltar que el proyecto nace de una iniciativa llamada “la generación de la paz” por parte del Ministerio de Educación y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, y que tomó fuerza después de varios diálogos de paz que se transformaron en la forma que hoy conocemos, un balígrafo. Me fue entregado a finales del mes de enero de este año, en el marco del festival que se realiza en Cartagena anualmente; en esa edición asistí como coordinador de evaluación, y es en ese momento cuando el ministerio a través de uno de sus funcionarios me hizo llegar el balígrafo e inmediatamente lo acepté, no sólo por su valor estético en sí mismo, sino por todo lo que incluye desde el fondo, incluyendo la pretensión de utilizar el objeto.

Este lapicero me representa como muchos de los colombianos en este momento, convencidos de que era necesario este acuerdo después de 52 años de fratricida lucha; aplaudimos cada uno de los momentos que se fueron restando para redondear con éxito el proceso.

Tener este bello objeto entre las manos simboliza indudablemente una manera de darle la vuelta a la página para afianzar la paz que mi país necesitaba. Esto va de la mano para quienes escribimos y lo tenemos como instrumento cotidiano de trabajo, con la idea de utilizar un balígrafo, un lapicero para nuestros escritos, que mejor a través de una bala que acaba de perder su carácter de elemento para la muerte para generar una serie de historias que sirvan para dar vida.

¿Qué historias ha escrito con este balígrafo, en qué lo transformó?

Unido a la entrega del balígrafo, la persona que lo obsequió por parte del ministerio nos pidió muy amablemente que escribiéramos un relato, algo que consideráramos valioso para aportarle al proceso. Y así lo hice, con un tiempo asignado lo que escribí fundamentalmente fue una especie de pequeño sketch teatral, en el que hablo básicamente de una Colombia antes del proceso de paz, llena de miedo y zozobra.

Me concentré particularmente en aquel campo afectado, plasmando aquellos campesinos deseosos de irse a las ciudades en procura de huir de las atrocidades de la guerra y lo que ocurriría en ese momento si eventualmente llegaríamos a un término feliz, que es un poco lo que está ocurriendo en estos momentos.

¿Se puede decir que el balígrafo es el inicio de reconciliación con el pasado? ¿Es una forma de reescribir la historia del país?

Sí, es lo que esperábamos todos, al menos desde uno de los focos de violencia más terribles que hemos padecido los colombianos a los largo de 52 años, sobre todo en esa zona particular de Colombia, al sur de Bogotá que se llama Neiva, que fue  terriblemente afectada, una de las zonas quizás donde las FARC afectó con golpes más contundentes en materia de secuestros colectivos, de pánicos urbanos, porque también nos afectó desde la perspectiva de una ciudad pequeña terriblemente golpeada, sentimos automáticamente la intensidad del conflicto.

Sin embargo, ahora con este acuerdo firmado, desde el panorama del foco de problemas que tenemos, esto va a disminuir y generar nuevas formas de habitar y de mostrar realmente quienes somos colombianos.

Nos quedan por solucionar demasiados problemas que tienen que ver, por ejemplo, con una serie de indicadores económicos y sociales, así como de desigualdad, de polarización muy propios de países en vías de desarrollo. Sabemos también que esto no se va a solucionar con esta presidencia, y probablemente con otras, porque también implica tomar medidas de fondo y de largo aliento. ¿Hasta que punto? No sabemos, pero al menos en lo que tiene que ver con esta cruenta guerra, este derrame de sangre de hermanos, porque insisto en la idea, que quienes estaban en combate eran personas de los sectores sociales vulnerables, que iban a la guerra por una u otra razón casi siempre vinculados a necesidades de orden económico, eso sí va a cesar y eso lo celebramos enormemente.

 Proceso de Paz en Colombia

La paz es de hoy, no del futuro

¿Qué significa este símbolo para la cultura y educación de Colombia?

Nosotros sabemos que el uso de la tecnología ha sustituido en buena medida la escritura ligada a un carácter romántico de la pluma del cual se delineaban historias, ahora por supuesto este instrumento recobra importancia por el hecho de que fue una bala, en este caso de altísimo calibre, que se transformó en lapicero, dejando ese valor representativo de un objeto para la muerte vinculada a la pérdida de sangre, al daño a un cuerpo. Se convirtió en una cosa totalmente antípoda, a la construcción de historias sobre el mismo momento de la guerra, y seguramente también para abrir múltiples historias en distintos sentidos de una Colombia que necesita ser contada.

Curiosamente la literatura se asoma en otras formas de narrativas, tenemos el caso de España y Argentina, en ellas encuentras historias de guerra relatadas por distintos blancos: España más de 40 años de la Guerra Civil Española y Argentina con varios años de democracia que sustituyeron a las terribles dictaduras. Ambos países nunca han dejado de contar su historia, son como esos episodios dolorosos que no cicatrizan del todo, y que necesitan de todo el tiempo estar de una mano que de alguna forma trace otro destino de la historia.

En Colombia, la guerra, con lo poco o mucho que conozco, no ha sido suficientemente contada, en buena medida porque todavía hay muchos miedos, de alguna forma todos fuimos salpicados de manera directa o indirecta por la guerra, porque siempre hay un hermano, un vecino, un pariente lejano o cercano que tienen que ver con las historias que no se cuentan de primera mano, como lo comento, pueden ser los miedos o porque es muy reciente y no ha logrado ese duelo necesario.

El balígrafo va a simbolizar la posibilidad de narrar esa guerra que no se cuenta por razones que tal vez aún están por esclarecer.

 baligrafo

Un balígrafo para cada colombiano

¿Cual es su visión de una Colombia en paz?

No hay que pensarlo desde una perspectiva a futuro, sino ya como presente, a partir del cese bilateral del fuego, a la no existencia de muertos en un territorio que se acostumbró a verlos como estadística en los noticieros.

Ahora el futuro es mucho más alentador, aún más con el presente que estamos viviendo todos los que estamos por el , los que hacemos campaña por el desde la academia, desde la literatura, intentando hacer un puente de paz y esperanza en el país a través de una derecha extrema recalcitrante y fuerzas progresistas que intentan generar otra mirada del país.

Algún día nos vamos a hermanar en la construcción de una Colombia que todos necesitamos, pero cuya paz va a llegar  hasta que se intente terminar para siempre con esas desigualdades sociales tan marcadas, con los índices de corrupción que tenemos a lo largo y ancho del país y que aumentan de forma considerable y preocupante.

Pero también en apoyar, insisto, a esas personas que por razones en la mayoría de los casos de orden económico y falta de oportunidades tuvieron que buscar una salida armada, se reincorporen a la vida civil, ordinaria, que puedan ejercer la política desde las formas democráticas que tenemos.

De hecho, la Universidad Nacional y otras universidades publicas abrieron la posibilidad de que los guerrilleros rasos se integren en calidad de estudiantes y creo que serán personas que van a contribuir enormemente en la construcción de un país más justo y equitativo.

¿Quién más debería de tener en sus manos un balígrafo?

El balígrafo debería tenerlo cada uno de los colombianos, no necesariamente quienes oficiamos de escritores. Hay que reconocer principalmente que el Estado puso este símbolo como una decisión valiente a pesar de las diferencias de otro orden con la presidencia de Santos, y que al principio pareció utópica casi imposible de realizar, y que al final llegó a feliz termino.

Sin embargo, esta decisión si no va acompañada por pequeñas decisiones de cada uno de nosotros los colombianos, será muy difícilmente se alcance ese sueño, porque iremos remendando cicatrices, y seguramente abrirlas. Por ello, cada uno de nosotros debería tener este balígrafo.

Por otro lado, agradezco enormemente que desde México se atienda con optimismo, que saluden con agrado esto que estamos alcanzando los colombianos, con desfiles por las calles, estudiantes manifestándose, las redes sociales estallando, amigos celebrando pletóricamente lo que se firmó y que da cuenta un poco del dolor que teníamos acumulando los colombianos, encontrando una suerte de alivio. Nuestra gratitud a nuestros hermanos mexicanos, un país al que queremos enormemente, que alberga a muchas de nuestras figuras del arte y la literatura.