Por Carmen Galindo

Se me ocurren dos comentarios, ninguno completamente mío, sobre el premio al cantautor. Apenas escuché la noticia, me acudió a la mente el planteamiento de Néstor García Canclini en torno a que la cultura actual, creo que la constriñe a la urbana, es híbrida, en el sentido de que mezcla lo culto con lo popular. En efecto, el jurado del Nobel eligió a un artista popular para otorgarle un reconocimiento hasta ese momento reservado a la alta cultura, la de los artistas prestigiosos, profesionales. En lo personal, creo que Bob Dylan no es, al menos no en un sentido estricto, un artista popular, cabe más bien en el cajón de un artista de masas. Existe una diferencia, a veces abismal, entre un artista popular, vale decir artesanal o artista del pueblo, con el que se difunde a través de los medios de comunicación. Juan Gabriel, y aclaro que me gusta como canta y sus composiciones, es un artista popular entre todos nosotros, pero es de masas porque su fama se apoya en Televisa y en las disqueras comerciales. El caso de Bob Dylan es más complejo, tiene el derecho de ser un artista en el sentido antropológico de popular, porque tiene su raíz en la canción folklórica de Estados Unidos, a nadie escapa, pues, que musicalmente proviene de la música country. Lo de artista de masas podría venir de su relación con la música rock, pero ésta, a su vez, tiene su antecedente en el blues y el gospel, de nueva cuenta, la música por excelencia del sur de Estados Unidos: afroamericana y protestante. Como todos sabemos, el gran Elvis Presley se inicia cantando en los coros de la iglesia evangélica. Dylan, además, esquiva, cada vez que puede, las disqueras comerciales, pero no siempre lo logra. En la lista de los 100 mejores  cantautores de todos los tiempos ocupa el primer lugar.

            La otra idea que avala incluso al jurado del Nobel es que, como todo mundo sabe, (o debería saber) lo que hoy llamamos literatura era acompañada por la música. La poesía lírica debe su nombre a que era acompañada por la lira y el coro de la tragedia griega era literalmente un coro. Las canciones del renacentista Petrarca eran canciones y los villancicos de Sor Juana se cantaban, aunque se haya perdido la música. Alfonso Reyes, y yo lo tengo muy en cuenta, tiene como un ritornello recordarnos que la literatura fue, primero oral, y que sólo la invención de la imprenta hizo que pensemos que depende de la escritura y en consecuencia del libro, tanto es así que la palabra literatura (que viene de letra) aparece hasta el siglo XVIII, según dice Karl Vossler. Otorgar el Premio Nobel a un escritor de canciones, a un poeta, es, entonces, volver a los orígenes.

            Por otro lado, Bob Dylan no está solo, se premia con él a una constelación de artistas, Pete Seeger, Joan Baez, Peter Paul and Mary, y me atrevería a decir que incluso a una generación, la de los años sesentas, la que en los Estados Unidos quemó sus tarjetas de enrolamiento para oponerse a la guerra de Vietnam, la que impulsó el pacifismo, la generación hippie que, antes de hundirse en las drogas,  propuso: “hagamos el amor y no la guerra” o simplemente “paz y amor”. Bob Dylan se relacionó fraternalmente con la canción latinoamericana, en particular con Víctor Jara y Atahualpa Yupanqui.

            Para finalizar, una anécdota personal. Hace añísimos, por los setentas, en mi papel de colaboradora del diario Novedades me dieron una columna sobre música, de la que salieron una o dos, máximo tres notitas. Carlos Monsiváis me dictó una de ellas y era sobre Bob Dylan. Recuerdo dos detalles, uno que me resistía a escribir porque me parecía inverosímil que yo dijera algo así como “ojalá no se le ocurra a César Costa cantar The answer my friend is blowing in the wind traducida como “oye, nena, escucha que el viento está cotorro”. El otro párrafo era sobre la influencia de Woody Guthrie, autor, ahora lo sé, de la celebérrima This Land is Your Land, antecedente de la canción comprometida de los sesentas y maestro indiscutido y reconocido de Bob Dylan (le dedica Song to Woody). El nombre del músico folk, Monsiváis me lo dictó letra por letra.

            Sobra decir que no se vale leer The Times They are a Changing y mucho menos Like a Rolling Stone sin su nostálgica música. (De This Land is Your Land, hay el montonal de versiones, destaca la de Bob Dylan y desde luego la del propio Guthrie).

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