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“Los gobernadores tienen menos controles
de los que tiene el presidente de la república.

 

 

Entrevista con Nicolás Loza | Profesor-investigador de la Flacso-México

Por Nora Rodríguez Aceves

Ante las acusaciones de corrupción que pesan contra los gobernadores de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, el PRI decidió actuar paralelamente a las investigaciones judiciales que se siguen y poner el ejemplo con el gobernador veracruzano Javier Duarte, al iniciar el proceso de su expulsión, y de manera precautoria decretó la suspensión de sus derechos como militante.

“Lo que está haciendo el PRI lo pondría más en el terreno del teatro político, cuando digo el teatro político no lo quiero rebajar ni despreciar, pero es una acción que va dirigida a los electores y a limpiar la imagen del propio Revolucionario Institucional”.

Es normal, los partidos actúan así, no es sorprendente, pero no es justicia es solo una consecuencia política. ¿Qué sería justicia? Que se pudiera documentar que hubo conductas verdaderamente corruptas, integrar una buena averiguación previa y consignar al presunto culpable y posteriormente sentenciarlo, pero este trance es el que le cuesta mucho trabajo recorrer a todos los casos de presuntos culpables en nuestro país, lo que voy a decir no es tranquilizador, pero es la realidad. La impunidad que hay en materia de corrupción es la impunidad que hay en materia delincuencial, pero en todos los campos, en materia de los padres que no dan pensiones para sus hijos, de robos a casas habitación, de robos a propiedad privada, son muy pocos los casos que se documentan, las averiguaciones previas son muy débiles, muy malas y el número de casos que no se sentencian es altísimo”, afirma Nicolás Loza Otero, profesor- investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Sede México (Flacso-México).

 

Menos control que el presidente

Todos los gobernadores de la república mexicana tienen enormes atribuciones en materia presupuestal y aunque en algunos aspectos de la administración pública se les han acotado ciertas facultades, todavía no son los decisivos ni tampoco son muchos. Tienen pocos límites en sus estados, hay donde están más controlados y donde están menos controlados. Entidades donde un mismo partido lleva gobernando muchos años y donde la mayoría legislativa es del propio partido del Ejecutivo estatal, los controles son más débiles que donde hay alternancias y mayorías legislativas opositoras.

 

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Hay menos control a los gobernadores

“Si tuviera que resumir el paisaje de los 32 estados y el poder de los gobernadores, diría que tienen menos controles de los que tiene el presidente de la república, y eso hace que sean muy discrecionales en el manejo de recursos”.

Cuando esos “controles no les permiten actuar o les resultan complicados, incurren en ilegalidades, como sucedió con el entonces gobernador Humberto Moreira, cuando todo parece indicar que falseó autorizaciones del Congreso para contratar deuda, no es que el Congreso haya aprobado o se haya sometido débilmente al designio del gobernador, sino que como no se sometió ni actuó, el mandatario simplemente actuó en contubernio con diputados locales que falsificaron un documento que aprobaba la contratación de deuda”.

Lo mismo sucede con el caso de Javier Duarte: no es que los diputados locales o el poder oficial del estado o los órganos de fiscalización actúen de manera palaciega, sumisa frente al gobernador, en algunos caso incluso podrían ejercer ciertas funciones de control, pero los gobernadores en este caso de Veracruz y muchos otros que tienen enorme poder en sus estados no se limitan para violar la ley, saben que la posibilidad de que sean descubiertos y sancionados son muy bajas. Pueden hacer estas operaciones en donde generan empresas fantasma, triangulan dinero, se lo heredan en vida a sus colaboradores que les deben toda su carrera, en fin, ése es el paisaje muy desolador del poder de los gobernadores en México y sólo lo matizaría diciendo que hay variaciones entre estados, no es lo mismo Veracruz que el Distrito Federal, no es lo mismo Chihuahua que Nuevo León, Chiapas que Guanajuato, eso no debemos perderlo de vista.

 

La alternancia, el origen

Hay que distinguir dos asuntos: uno, después de la alternancia en el poder, después del año 2000, en que el presidente de la república dejó de ser a su vez el presidente del partido mayoritario, por esa vía tenía control de la carrera política de los gobernadores, de los diputados, de sus secretarios de estado, las elecciones no eran competida, el simple hecho de ser candidato ya aseguraba ser después el titular del puesto teóricamente en competencia, eso lo definía el presidente controlando el PRI y asegurándose a su vez el control de las elecciones.

Cuando esto desaparece, los gobernadores tanto del tricolor como de oposición quedan totalmente en libertad de actuar y los únicos límites que encuentran son los que dentro de sus propios estados les impongan las ramas del gobierno que están llamadas a limitarlos, el Poder Legislativo, el Poder Judicial y, con el paso de los años, los órganos constitucionales autónomos como los institutos de transparencia, las comisiones de derechos humanos, los institutos electorales; pero lo que pasó de 2000 a la fecha fue que los gobernadores controlaron con mayorías electorales, la mayoría de las veces, a sus legislativos, y cuando no lo logran, construyen alianzas o cooptan a diputados de otros partidos y terminan por ser ellos quienes controlan el Poder Legislativo, y no el Legislativo al Ejecutivo.

Con los poderes judiciales es todavía más extremo el control que los gobernadores tienen sobre ellos, en los hechos el control local, el control en cada estado es muy débil.

El segundo aspecto, explica Loza Otero, “es que pareciera —eso vamos a verlo con el tiempo— que estamos acudiendo a una suerte de revisión a nivel de los estados, a una suerte de rito sacrificial en el que el partido político en el gobierno, en este caso el PRI, sacrifica al gobernador saliente del mismo partido, lo juzga de manera pública, lo condena en el tribunal de la opinión pública y de esa manera trata un poco de lavar su propia imagen como partido político; presentar un discurso de que está actuando contra la corrupción y eso se parece mucho a la secuencia sexenal que tenían nuestros presidentes priistas antes precisamente del año 2000”.