Por Bernardo González Solano

Debido a los escándalos que han originado las declaraciones y poses del ahora candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos de América (EUA), Donald Trump, desde que se inició la precampaña en 2015 –cuando empezó su lucha por vencer a otros 16 precandidatos del Partido Republicano–, en una contienda inédita dirigida contra el establishment político de la Unión Americana, se perdió una de las principales características de los comicios presidenciales de este año: la posibilidad de que una mujer, Hillary Rodham Clinton, esposa del ex presidente Bill Clinton, llegara a ser la residente oficial de la Casa Blanca por primera vez en su historia.

Si así sucediera, su potencia simbólica sería más impactante que cuando Barack Hussein Obama, el primer afroamericano en lograr la presidencia estadounidense, “sí pudo” ascender a la jefatura del gobierno del Tío Sam. Esta probable hazaña pudiera materializarse en 16 días, el próximo martes 8 de noviembre. Con esto culminaría la larga marcha de las mujeres desde la cueva hasta el puesto político más importante del último imperio: USA. De tal suerte, ese rango sería la instalación definitiva del género femenino en el mundo.

La pelea ha sido muy larga. Desde la Amazonas mitológicas, pasando por la legendaria Cleopatra; emperatrices de la antigua China cuyos nombres se pierden en los anales históricos;  Catalina II “la grande” de Rusia; la reina Victoria I de Inglaterra, etcétera. En los últimos tiempos, cuando la democracia sustituyó a la aristocracia, aparecen otras mujeres excepcionales como Indira Ghandi, Golda Meir, Margaret Thatcher. Y en años recientes Angela Merkel, Theresa May o Christine Lagarde, a la cabeza del Fondo Monetario Internacional (FMI), así como varias féminas hispanoamericanas que han llegado al poder como Michelle Bachelet, Cristina Fernández viuda de Kirchner, la ahora destituida Dilma Rousseff, María Estela Martínez de Perón, Lidia Gueller Tejeda, de Bolivia, Violeta Barrios de Chamorro, Laura Chinchilla Miranda, Mireya Elisa Moscoso Rodríguez, Rosalía Arteaga Serrano, y Janet Rosemberg Jagan, de Guyana. Todas han luchado a su manera por ascender al “trono”, pero comparadas con una Hillary Clinton como probable presidenta de EUA, podrían denominarse “gobernadoras de provincias”, con todo respeto.

Nadie ignora, por lo demás, que si Hillary (née Rodham) logra presidir los todavía súper poderosos (militarmente hablando) Estados Unidos de América lo hará al tiempo que millones de mujeres son humilladas en otros lugares del mundo. De tal suerte, la probable llegada de Hillary al frente del “poder máximo” en el planeta, debería suponer un aliento inapreciable para la lucha perenne de la mujer por desarrollarse al parejo del hombre.

En un interesante artículo periodístico, el periodista y escritor español Arcadi Espada explica muy bien el enfrentamiento entre Hillary y Trump: “La posibilidad de una mujer Oval ha generado anticuerpos en la sociedad americana. El principal es Trump. Es una hipótesis indemostrable, o sea que ni vale la pena como hipótesis, pero tal vez Trump no habría sido candidato republicano sin esa mujer enfrente. Trump no es el rival de Clinton, sino su Némesis. No sólo representa a los hombres que prescriben para las mujeres un lugar de sombra, sino también a muchas mujeres opacas que hacen lo mismo. Inevitablemente, en la configuración de la Némesis ha hecho su explosiva aparición el sexo…” Y, posiblemente el sexo sea el que derrote al fin al de cuentas al bocazas racista, antimexicano, anti-islámico, que presume de ser un “auténtico” WASP (White, Anglo Saxon, Protestant: blanco, anglosajón, protestante); es decir, un promotor encubierto del Ku-Klux-Klan.

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En los últimos días, las encuestas no benefician a Trump como parecía después de la convención republicana. El escándalo de algunos vídeos en los que el empresario se suelta la lengua en contra de las mujeres refiriéndose a ellas sexualmente en forma brutal le han cobrado la factura. No obstante, contra lo que podría parecer la diferencia en los sondeos no son tan radicales, pero sí han marcado, poco a poco, la inclinación de las mujeres a favor de Hillary. Sería mayor la tendencia si Hillary no tuviera una imagen de mujer fría y calculadora, aunque los que la tratan de cerca saben que es una persona amable y que verdaderamente se interesa por la gente, por el pueblo.

Por lo mismo, según afirma Juan Verde, el especialista canario en los interiores del Partido Demócrata, Hillary “no es la mejor candidata desde el punto de vista del marketing político”, aunque confía en su triunfo “por una cuestión de números. Tal y  como funciona  el sistema electoral en Estados Unidos la batalla se libra en 11 estados y ahí el Partido Demócrata tiene muchas más combinaciones posibles para asegurarse la victoria. Nos vale con ganar Florida y Pensilvania, entre esos 11 Estados. O Florida, Virginia  y otro estado también nos darían la victoria. Trump, sin embargo, tendría que ganar seis o siete de esos 11 Estados para lograr imponerse. Dicho eso, todo puede ocurrir. Creo que dependerá de nuestra capacidad de movilizar al electorado, que no pase lo que pasó en el Brexit o en Colombia, que la gente no salga a votar porque crea que su voto no importa. Llevamos año y medio creando la estructura de movilización ciudadana, la mayor en la historia de las campañas políticas”.

Tratándose de encuestas y de pronósticos de prensa, soy escéptico en tanto no sean los últimos resultados de una elección presidencial como que la que está en curso en EUA. No se borra fácilmente aquellas tremenda pifia del periódico Chicago Tribune que en su edición del 3 de noviembre de 1948, un día después de los comicios, publicó en la primera plana un encabezado “histórico”: “Dewey defeats Truman”: “Dewey derrota a Truman”, siendo que la realidad era todo lo contrario. La foto en la que Harry S. Truman muestra el ejemplar del Chicago Tribune es de antología. Por eso, no hay que adelantar vísperas.

Mientras son peras o manzanas, las encuestas estadounidenses dibujan dos países distintos en función del voto de hombres y mujeres. Hasta el lunes 17 de octubre, Hillary tiene una ventaja media de 15 puntos a Trump  entre el sector femenino, casi el doble de lo que el presidente Barack Obama le sacó a su adversario republicano Mitt Romney en los comicios de 2012. Entre los varones, el “magnate” obtiene cinco puntos más que Clinton. Romney le sacó siete a Obama.

En otros términos, la abanderada demócrata aventaja con un 5.5% al republicano, según la media que elabora la publicación  Rear Clear Politics. Lo que significa que si Trump no amplía sus votos más allá de la base republicana fiel, no la tendrá nada fácil para obtener el triunfo. O, como dice el editor de la publicación 538, Nate Silver, especialista en estadísticas, “las mujeres están derrotando a Donald Trump”.

Los datos son claros. Mujeres y hombres votan diferente en las elecciones presidenciales desde 1980, pero la ventaja de Hillary sobre Donald en el voto femenino supera los precedentes y puede acabar siendo la clave del resultado el martes 8 de noviembre. Si solo votaran las mujeres, la ex primera dama lograría 458 de los 538 votos electorales en juego, y el antiguo promotor de Miss Universe, 80 (cada Estado tiene asignado un número determinado de votos electorales: quien obtiene 270 o más es el ganador, es decir, es el presidente).

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Hasta el momento de escribir este reportaje, Clinton aventaja a Trump entre las mujeres blancas graduadas en la universidad, las mismas que votaron mayoritariamente por Romney hace cuatro años. Pero, las mujeres blancas que no están graduadas en estudios superiores prefieren a Trump, lo que indica, según los analistas, que la división electoral en EUA no sólo es de género, sino también de clase social y nivel educativo.

Asimismo, el problema del republicano con el probable voto femenino se agravó por la difusión de una grabación hecha hace poco más de una década con comentarios indecentes de Trump sobre las mujeres y las numerosas damas que han dado a conocer episodios cometidos por el magnate de acoso sexual. Brutales, por decir lo menos. De tal  forma, las “hazañas” del macho alfa –y no las declaraciones contra los inmigrantes mexicanos, ni la bravata de construir un muro en la frontera con México, ni los planes para discriminar a los musulmanes– puede terminar en la alambrada en la que se estrellen sus ambiciones.

Por la boca muere el pez. Cierto. Y Trump cayó en su propia trampa. Los musulmanes apenas representan el 1% de la población estadounidense. Los “hispanos” el 17% y las mujeres representan el  53% de los votantes. Además, estas son las que más acuden a las urnas. Y, ya en pasadas elecciones presidenciales, algunos comentarios desafortunados –mucho más suaves que los del magnate ahora–, tuvieron un alto costo para los candidatos que se fueron de la boca.

Ni duda cabe que el que emporcó la campaña electoral de EUA fue Donald Trump. Él fue el que metió el “sexismo” en el centro de la campaña electoral. Además, desde hace dos semanas está sometido a una serie de acusaciones que “recuerdan a las que hace unos meses afrontó el actor (negro) Bill Cosby (acusado de violar a muchas mujeres), que no ha sido juzgado pero al que el jurado de la opinión pública ya ha condenado. A Trump puede ocurrirle lo mismo”.

Bien dice María R. Sahuquillo en su artículo “Poder femenino”: “…atacar a las mujeres afecta directamente a la mitad de la población e indirectamente a todo el mundo. Atenta contra la colectividad y afecta a la calidad de nuestro sistema democrático”. Muy pronto se sabrá la verdad. VALE.