Caminos insospechables

Por Alejandro Zapata Perogordo

El juego del poder nos conduce por caminos insospechables; laberintos interminables, alianzas impensables, perversas maquinaciones, mezquinas actitudes, los hombres contra los hombres y como bien lo señalaba Reveroni de Saint-Cyr (escritor francés 1767-1829): “la ley es el apetito de la bestia”, afirmación lapidaria que la ubico en una doble connotación; para aplicarla a conveniencia según la célebre frase de Gonzalo Santos: “la ley para mis amigos y el rigor de la ley para mis enemigos”; o bien, pasando por encima de ella utilizando el argumento de los regímenes dictatoriales: “el Estado soy yo”.

 Esa es la historia, nada nuevo bajo el sol, la lucha por el poder siempre ha estado presente en todas las etapas de la humanidad, en sus diferentes facetas, pasa en la iniciativa privada, en las organizaciones obreras, sindicatos, agrupaciones y desde luego los gobiernos. Un ilustre y distinguido personaje de la política humanista mexicana, don José González Torres (qepd), sostenía que los regímenes de gobierno tenían un ciclo histórico: iniciaban con una monarquía, seguía la anarquía, se transformaba en democracia y ésta podía caer en una oligarquía, que a su vez retornaba a la monarquía y así sucesivamente.

En ese contexto, conscientes de contar afortunadamente con un régimen democrático, que si bien acusa debilidades, sin embargo, aún con esa fragilidad es la columna vertebral de nuestro sistema, necesario e indispensable para acotar las tendencias oligarcas que persisten en la clase política.

A nadie escapa que la sucesión presidencial desde hace meses se encuentra en marcha; la lucha por el poder en México se encuentra en juego. Tal como se encuentra el entorno, el terreno se ve pantanoso, el cielo nublado y se avizora tormenta.

Los ánimos de la gente se perciben entre la desesperación y la indignación, el hecho es que nos encontramos inmersos en una profunda crisis, social, económica, cultural y política; aunado a que hace años  dio inicio un proceso de transición y, a pesar que debió haber culminado hace tiempo, aún se encuentra inacabado, circunstancia que provoca incertidumbre. Estos dos aspectos sugieren un verdadero desafío con vientos de cambio.

En ese sentido se hace presente las disyuntivas: ¿la persona o el proyecto?, ¿el juego por el poder donde todo se vale o la lucha por los ideales para aplicarlos desde el poder?

Lo cierto es que el rumbo del país va en sentido contrario a las expectativas sociales, así que continuar por ese sendero constituye un riesgo real; en esa cuestión, me inclino por adoptar un proyecto de nación, que contemple la justicia e inclusión social; el respeto a las libertades;  garantice el pleno ejercicio y proteja los derechos humanos y; establezca un Estado de derecho que tanta falta hace en el país. Pues solo así se estará en posibilidad de que las instituciones recobren la confianza perdida, vía indispensable para paliar la crisis, a la vez de superar el proceso de transición definiendo rumbo y otorgando certidumbre.

En ese sentido el concepto se transforma, no es el juego por el poder, sino la lucha por ideales, por auténticos anhelos de cambio, que son susceptibles de realización desde el poder. Se debe entender que lo que se encuentra en juego es el destino de los mexicanos y no el poder de grupos.

ZAPATA PEROGORDO