Por Juan Pablo Aguirre Quezada*

Un amigo irrumpe en su casa para anunciarle que ya se firmó el armisticio.

– ¡Bah!- comenta Luder. Ya te darás cuenta que la paz solo

consiste en cambiar la guerra de lugar”. Julio Ramón Ribeyro.

Mozambique —país ubicado en  el sureste de África— es uno de los países más pobres del mundo y su población padece de escasas oportunidades en materia de bienestar social, tales como acceso a servicios básicos de salud, educación, vivienda, alimentación, entre otros. Asimismo, fenómenos naturales como inundaciones, y problemas políticos han afectado la integridad de la población.

Si bien tiene una vida independiente reciente (1975) este país ha padecido los efectos de una guerrilla que buscaba la independencia de Portugal, y posteriormente una guerra civil que se extendió prácticamente en sus dos primeras décadas. En 1992 las dos fuerzas beligerantes, el Frente de Libertação de Moçambique (tendencia socialista) y Resistência Nacional Moçambicana (partido de derecha) firmaron un acuerdo de paz que ponía fin a este largo conflicto.

Casi 25 años después de este pacto, Mozambique aún tiene temas pendientes para consolidar una paz plena que fortalezca las condiciones para un armónico desarrollo, tanto social como económico. Problemas como zonas minadas, eventos de violencia social en forma generalizada durante los últimos años, confrontaciones o personas desplazadas a países vecinos es el saldo de los últimos años.

De acuerdo con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) Mozambique —al igual que otros países africanos— asumió el compromiso de eliminar las minas antipersonales en la Conferencia Diplomática de Oslo, mediante la adopción de un tratado que prohíbe el uso, el intercambio, la producción y el almacenamiento de este tipo de armas.

Afortunadamente, la propuesta fue bien recibida por las diferentes administraciones gubernamentales que ha tenido Mozambique, y que en 2014 fue anfitrión de los trabajos realizados por diferentes organizaciones que luchan contra la erradicación de dichos explosivos.

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Finalmente, el gobierno mozambiqueño anunció que el país estaba libre de minas antipersonales, después de casi un cuarto de siglo después de la finalización de guerra civil septiembre de 2015, lo que representó un gran esfuerzo para eliminar cientos de miles de artefactos explosivos que además de ser un riesgo para la vida e integridad de la población, también eran un obstáculo para el desarrollo de diferentes actividades económicas, tales como transporte, construcción, ganadería, minería, agricultura, entre otros.

No obstante, la memoria histórica de la sociedad permanece ante el riesgo de que aún puedan existir algunas bombas activas no localizadas.

Pese a estos avances aún existen enfrentamientos en diferentes zonas del país vinculadas a las dos principales fuerzas políticas. El Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, declaró en pleno día de la ONU (24 de octubre) de 2013 su consternación por los actos de violencia entre fuerzas gubernamentales y manifestantes opositores, al tiempo de solicitar la solución al conflicto por la vía pacífica.

Por su parte, la organización Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED) informó que durante el último año Mozambique sufrió una escalada de actos violentos como asesinatos, batallas campales o agresiones contra civiles en especial en las regiones centro y norte del país, es decir, lejos de la capital Maputo, ubicada en el sur. Estos sucesos han generado un clima de tensión e incertidumbre en la población, además de que aleja potenciales intereses de inversión extranjera o turismo.

Parte de la violencia que vivió Mozambique aún se ve reflejada en su cultura popular, ejemplo de ello es que tanto en su bandera como su escudo nacional tienen la imagen de un rifle de asalto de origen soviético Avtomat Kaláshnikova (AK)-47 conocido vulgarmente como “cuerno de chivo”. Pese a que la Resistência Nacional Moçambicana refutó el diseño el arma aparece en su lábaro como símbolo del legado histórico de su contraparte, el Frente de Libertação de Moçambique.

La violencia en este país del sur de África también se refleja en la vida cotidiana de las familias mozambiqueñas, debido a que organizaciones de la sociedad civil reportan un alto porcentaje de mujeres violentadas en su hogar. Como respuesta gubernamental se aprobó una Ley contra la violencia doméstica, además de realizar diferentes acciones para sensibilizar a la sociedad de erradicar este tipo de conductas.

Otro sector social profundamente dañado por los efectos de la violencia es Mozambique es la infancia. En los años finales del conflicto (1992) únicamente tres de cada cinco niñas y niños en edad escolar (58.98%) estaban inscritos en las escuelas, aunque su permanencia en el sistema educativo era incierta. Afortunadamente en 2007 esta cifra alcanzó el 100%.

Como muestra del progreso posrevolucionario de Mozambique la esperanza de vida al nacer aumentó a 41.6 años en 1983 a 55.02 en 2014. Y el ingreso per cápita mejoró de 280 a 580 dólares estadounidense en ese mismo año.

Pese a las mejoras sociales después de la guerra Mozambique aún es de los países más pobres del mundo y que menor calidad de vida ofrece a sus habitantes, por lo que el temor de que se agudicen los conflictos es latente, ya que derrumbaría lo poco que ha avanzado como sociedad en épocas de paz.

*Doctor en Humanidades, Universidad Latinoamericana.