En el Cercano Oriente Antiguo y en la Biblia
Por Patricia Gutiérrez-Otero
La atracción y la relación entre personas con los mismos órganos sexuales han aparecido en todas las culturas y épocas, aunque su valoración no es constante, como tampoco el tiempo de su duración: desde un solo acto hasta una continuidad de actos en una relación o en varias. El término “homosexual” es tardío, lo creó un médico austriaco en 1869; antes de esto, la persona se consideraba principalmente por su papel familiar, político, social y económico, lo que aún puede percibirse en los muxes del Istmo de México que no necesariamente son homoeróticos, pero que cumplen muchas funciones de la mujer en una sociedad matriarcal.
Dentro de las sociedades fundadas en el “pensamiento” cristiano, la homosexualidad en cuanto práctica ha sido señalada como un acto pecaminoso y, en el Medioevo, castigada. En cuanto tendencia, el Magisterio Católico, en particular desde el último tercio del siglo XX, ha explicado que las inclinaciones del individuo no son pecaminosas en sí, por eso hombres con orientación homosexual que optan consciente y voluntariamente por el celibato pueden ser ordenados sacerdotes. Lo que se juzga moralmente es el acto homosexual, y aún más la opción por mantener relaciones homosexuales permanentes con una o varias parejas.[1] La actitud magisterial resulta de todas maneras ambigua ya que también considera que la orientación homosexual es desordenada pues puede llevar a conductas homosexuales (Congregación por la doctrina de la Fe, 1975; 1986; Catecismo de la Iglesia Católica, 1983). En 1992, la misma Congregación reafirmó el desorden implícito en las inclinaciones y actos homosexuales, aunque defendió algunos de sus derechos. Por otra parte, algunas Iglesias que pertenecen a la comunión anglicana actualmente aceptan los matrimonios homosexuales e, incluso, han ordenado a hombres o mujeres gay sin pareja o con pareja estable; aunque la comunidad anglicana más conservadora no ha aceptado esta apertura.
Para rechazar la práctica homosexual (lésbica y gay) se han utilizado diversos pasajes bíblicos, en particular del Antiguo Testamento. Entre ellos, la historia de Sodoma y Gomorra (de donde surge el término sodomía o relación sexual por vía anal [cf. Génesis 19, 1-11]),[2] ciertos pasajes del Levítico (18, 22 y 20, 13), y fragmentos de cartas de Pablo (cf. 1 Cor 6,9). Por su parte, los defensores del amor homosexual retoman la relación entre el rey David y Jonatán. Sin embargo, en ambos sentidos, la lectura de estos pasajes se hace de manera “literalista” y descontextualizada, sin tomar en cuenta el grado de interpretación ideológica que influye en ella y sin estudiarlos a fondo, lo que constituye una deuda con la honestidad que se debe al texto bíblico y al pensamiento humano.
El exégeta suizo de origen calvinista Thomas Römer[3] y la teóloga Loyse Bonjour realizaron un riguroso estudio comparativo que dio luz al libro titulado, La homosexualidad en el Cercano Oriente Antiguo y en la Biblia (Ginebra, Labor et Fides, 2005) que fue publicado por La Comunidad Teológica de México, en 2007,[4] y cuya circulación fue muy limitada. La intención del estudio no es sostener una interpretación en favor o en contra de las relaciones homosexuales, sino esclarecer algunos textos bíblicos situándolos en el contexto del Cercano Oriente Antiguo y comparándolos con escritos y huellas de otras culturas circunvecinas a las del antiguo pueblo de Israel: “El enfoque integrista, que cree que puede usar los grandes textos fundadores como ‘libros de recetas’ que pueden aplicarse en cualquier tiempo y en cualquier circunstancia, manipula de una manera consciente o inconsciente estos textos de tal manera que se vuelven armas ideológicas”. Describo rápidamente el contenido del libro, transcribo algunas citas conclusivas; aconsejo su lectura detenida y sin prejuicios.
Además de la Introducción y las Conclusiones, el libro consta de 4 capítulos. En el primero, los autores Th. Römer y L. Bonjour indagan en el mundo cultural del Cercano Oriente Antiguo y, en particular, se detienen en la posición hacia la sexualidad y la “homosexualidad” que se tenía en Mesopotamia y en Egipto. “La sexualidad en el Cercano Oriente antiguo refleja generalmente la distinción central de los dos papeles: el del asociado activo, el hombre, y el del asociado pasivo, la mujer”. Es decir, se trataba de cumplir con roles asignados en beneficio del cuerpo social más que de una cuestión ligada con el concepto griego de “naturaleza”.
En el segundo, los autores analizan detalladamente dos textos de la biblia hebraica: el Levítico 18-20 (el código de santidad) y el Génesis 19 (la leyenda de Sodoma y Gomorra). A partir de su detallado estudio lanzan varias preguntas, pues la narración de Sodoma se liga con el asunto de la hospitalidad: “Si hasta en el Nuevo Testamento el pecado de Sodoma consiste en la falta de respeto de la hospitalidad al extranjero, ¿por qué posteriormente se interpretó la narración de Génesis 19 como una condena de las relaciones homosexuales? El origen de esta lectura de la historia de Sodoma se sitúa sin duda en el encuentro del judaísmo con la cultura griega alrededor del siglo III antes de nuestra era”.
En el tercero, la narración bíblica entre David (segundo rey de Israel según la Biblia) y Jonatán (hijo de Saúl, primer rey, y cuñado de David) se compara con un texto clásico de la cultura babilónica, la zaga de Gilgamesh. El estudio se pregunta si las relaciones entre David y Jonatán, así como entre Gilgamesh y Enkidú son de amistad o amor erótico. Una de sus observaciones es: “Lo que mostró la comparación con la historia de Gilgamesh es el hecho de que el Cercano Oriente antiguo pudo admitir una relación íntima y erótica entre dos hombres. Para la Biblia hebrea eso significa que no debemos focalizar la investigación sobre la homosexualidad en textos como Levítico 18 y 20, y Génesis 19. La historia de David y Jonatán escenifica una relación fuerte entre dos hombres, como el Cantar de los Cantares canta el amor (¡no el matrimonio!) de una pareja ‘heterosexual’”.
En el cuarto se trata el tema de la homosexualidad en el Nuevo Testamento: el silencio de los Evangelios, el análisis de las cartas de Pablo, lo que dicen otros libros neotestamentarios. Al respecto los autores mencionan: “Subrayemos aún que la homosexualidad no es una preocupación central del Nuevo Testamento. A este respecto, las lecturas de ciertos medios evangélicos que parecen entender la segunda parte de la Biblia cristiana sobre todo como un libro de moral sexual, son inapropiadas y peligrosas”. E inmediatamente añaden un punto esencial de la espiritualidad y de la ética cristianas: “¿Pablo no recuerda, varias veces, que en Cristo ya no hay diferencia entre los hombres, de cualquier origen y cultura (por ejemplo, en Gálatas 3.28)? ¿Y Jesús, en los evangelios, no pone en guardia contra aquellos que se arrogan el derecho de juzgar a los demás?”.
La incertidumbre provoca ansiedad. Vivir sin determinar lo bueno y lo malo; lo correcto y lo incorrecto; no saber el camino que hay que seguir y temer enfrentar diversas posibilidades conduce a optar por ideas contundentes y a utilizar textos fundadores para legitimar nuestras posiciones. La invitación de estudios exegéticos serios como el de Römer no es dictar línea, sino abrirse a la posición de escritos que hemos cosificado para poder usarlos. Los textos bíblicos son palabra del Señor para los creyentes y texto de profunda sabiduría antigua para los no creyentes; no son escudos defensivos ni armas ofensivas.
[1] Recordemos que las relaciones sexuales fuera del matrimonio no son aceptadas por el cristianismo. Es evidente que, además, no estamos hablando de pederastia ni de violación: los y las heterosexuales también pueden cometer estos actos.
[2] Cabe señalar que en el público en general hay un gran desconocimiento del amor homosexual y de sus prácticas eróticas, que no se limitan a la penetración anal ni a las relaciones sexuales masturbatorias, sino a compartir un mundo emocional, sentimental, de trabajo, de economía, de construcción de un nosotros. Un nosotros generoso que no se puede negar cuando existe en cuanto tal.
[3] Thomas Romer (1955) es exégeta, filólogo y biblista suizo. Enseñó en la Universidad de Ginebra, en la Universidad de Lausanne y desde 2007 ocupa la cátedra “Medios bíblicos” en el Colegio de Francia. Loyse Bonjour es teóloga y asistente en la enseñanza de ciencias humanas en el Colegio Politécnico Federal de Lausanne.
[4] Número especial de Oikodomein, 2007, año 1, núm. 12. La traducción corrió a mi cargo.