Por Magdalena Galindo
Hace ya décadas que, primero el Banco Mundial y luego la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la OCDE, mejor conocida como el Club de los ricos, se abocaron a establecer, en todos aquellos países que lo permitieran, reformas educativas tremendamente agresivas para los docentes y los estudiantes, lo que quiere decir para la población en general y para el futuro mismo de las naciones y de la humanidad. Que se trata de un cartabón que pretende aplicarse sin variaciones en todo el mundo, se demuestra simplemente con observar que las movilizaciones de resistencia, sea en Chile, Argentina, Francia, Estados Unidos o México, han enarbolado demandas casi idénticas. El motivo de este interés de los organismos internacionales en intervenir en la educación, se vincula a la crisis económica que se inicia allá por los años setenta y de la cual no ha podido librarse el capitalismo hasta nuestros días. Aunque no hayan podido resolver la crisis, y desde hace ya casi cincuenta años, las caídas recurrentes y la inestabilidad permanente constituyan la realidad de la economía en el mundo, el gran capital financiero, esto es la fracción hegemónica de la burguesía internacional, ha aplicado un conjunto de estrategias, que buscan recuperar la tasa de ganancia y, también, fortalecer su hegemonía. De esas estrategias, que incluyen acciones como la guerra permanente, o los cambios en el ejercicio del poder, la de más largo alcance, porque abarca todos los ámbitos de la sociedad, es el proceso de globalización.
Por supuesto, no voy a detenerme en las características y las consecuencias de este proceso, baste señalar que el motor del impulso globalizador es la desintegración del proceso productivo, a fin de que los departamentos que antes formaban parte de una misma fábrica se separen, de modo que los segmentos intensivos en fuerza de trabajo se lleven a los países subdesarrollados donde ésta es más barata, y los segmentos intensivos en capital y tecnología permanezcan en los países altamente industrializados. Se multiplican, entonces, por Asia y América Latina, las maquilas, que forman parte así de un proceso de producción controlado desde grandes corporaciones establecidas en los países hegemónicos. Esta nueva división internacional del trabajo, así como las nuevas tecnologías, que son extraordinariamente ahorradoras de mano de obra, han determinado, en primer lugar, que amplias masas de trabajadores sean expulsadas de las actividades productivas, y caigan en el abierto desempleo o en el llamado subempleo y las más diversas estrategias de sobrevivencia. Es entonces que en las ciudades de todo el mundo, sea Nueva York, Londres, Madrid o México, proliferan los limpiaparabrisas, o los bailadores de rap, los músicos callejeros, los malabaristas de crucero o los vendedores ambulantes.
Las nuevas tecnologías, el proceso de globalización, y la nueva división internacional del trabajo, no sólo han determinado la marginación de millones de trabajadores en todo el mundo, sino que también han significado que las grandes corporaciones necesiten un tipo distinto de trabajador. Ya no el obrero especializado que debía contar con una formación o un entrenamiento de varios años, sino un amplio número de trabajadores que sólo sepan leer y escribir, realizar operaciones aritméticas sencillas, y un entrenamiento de unos pocos días o meses para operar máquinas, sin duda más complejas en su interior, pero más fáciles de manejar en el exterior, y, en el otro extremo, un pequeño grupo de técnicos de alta especialización que puedan programar las máquinas y operar el enlace entre las plantas regadas por los países subdesarrollados y las casas matrices que controlan los procesos y toman las decisiones.

Estas nuevas necesidades del gran capital industrial y financiero se expresan en el terreno de la educación en la búsqueda de volver universal la educación básica y dar impulso a los doctorados. Al mismo tiempo, vuelve un tanto superfluas las licenciaturas y, por lo tanto, el gasto invertido en las instituciones de educación superior. Y también convierte en inútiles los contenidos tradicionales y esenciales de la educación que tienen que ver con la formación intelectual, ética y social de los estudiantes, tanto de nivel básico como de los niveles superiores.
Para cumplir con estas necesidades del gran capital internacional, primero el Banco Mundial y luego la OCDE han impulsado reformas educativas en todo el mundo. Estas reformas tienen tres objetivos fundamentales: Privatizar la educación, deshumanizar sus contenidos y disminuir el gasto público en este rubro. Para llevar al cabo estos objetivos, en nuestro país se ha impulsado la reforma educativa que se quiere imponer a sangre, fuego y cárcel, que en realidad cosiste en una reforma laboral aplicada a los docentes, y una reforma educativa silenciosa que se dirige a modificar los contenidos de la educación y los métodos de enseñanza.
La estrategia, diseñada en parte por los organismos internacionales y concretada por los funcionarios mexicanos, ha consistido en establecer filtros, o sea exámenes amañados para estudiantes y para profesores. En ambos casos, los exámenes están elaborados para que la mayoría repruebe, con lo que se busca no mejorar los niveles educativos, sino justificar el rechazo de los jóvenes para su ingreso a la educación, y justificar igualmente, con el mismo mecanismo, el despido de los docentes.
Al mismo tiempo, se ha sometido a los docentes, tanto de nivel básico como de educación superior a un proceso de precarización laboral, expresado en salarios de hambre para la mayoría, inestabilidad en el empleo, jubilación forzosa y ataque a las pensiones.
Por supuesto que esta línea de acción se dirige, además de combatir y controlar a los docentes que se oponen a las reformas, pues los despidos son de carácter selectivo, a disminuir el gasto en educación. Objetivo que se ha reforzado con los recortes presupuestales que castigan, siempre, al sector educativo.
La reforma silenciosa por su parte actúa principalmente en dos frentes. Por un lado, la privatización de la educación pública, a través de la intervención, cada vez más notoria de la iniciativa privada en las instituciones públicas. Ahí se ubica el grupúsculo de Mexicanos Primero, la participación de sus personeros en el Instituto de Evaluación de la Educación, en los programas de becas o en la organización de exposiciones y cursos dentro de las instituciones públicas y, en particular en los convenios de investigación con diversas facultades e institutos.
El segundo frente de la reforma silenciosa consiste en la modificación de los planes y programas de estudio, así como en los métodos de enseñanza. En general, la transformación se dirige a que los contenidos estén orientados por el mercado. Esto es, se busca que el egresado cumpla con los requerimientos de las corporaciones y no de la sociedad mexicana. Esto significa, por ejemplo, que se busque disminuir, por mencionar un caso, los estudiantes de medicina, no porque la sociedad no necesite de servicios médicos, sino porque las instituciones de salud, también castigadas en sus presupuestos, no proporcionan el suficiente empleo. En la educación básica, lo que llaman educación por competencias, señala que se abandone la enseñanza de conceptos y en cambio se enseñe a los niños a hacer. En otras palabras, que no se enseñe a pensar, sino a ejecutar. Tal método crearía el mundo feliz de los empresarios, esto es, que cuenten con robots humanos, empleados capaces de cumplir órdenes, pero no de interpretar y criticar la realidad.
En la enseñanza media superior, la reforma educativa silenciosa se ha dirigido a la eliminación de las materias humanísticas. Esto es, la disminución de la Historia, la eliminación de la Literatura y otras artes, así como de la Lógica, la Ética y la Historia de la Filosofía. A su vez en la educación superior, las líneas fundamentales son hacia la tecnificación y la desvalorización de las licenciaturas, mientras se impulsa a los posgrados, para que las empresas cuenten con ese reducido grupo de especialistas que necesitan en el mundo globalizado.
La reforma educativa, en sus dos expresiones ha sido aplicada en todos los niveles educativos y ha dado lugar a las luchas de estudiantes y profesores. De estas movilizaciones es evidente que la que tiene mayor fuerza es la de la CNTE, que ha conseguido la solidaridad de amplios grupos sociales, tanto en México como en el extranjero y que también ha sufrido una violenta represión. Pero no es la única, porque como la ofensiva contra la educación se ha llevado a todos los niveles, también ha habido movilizaciones en el Politécnico, en la Universidad Pedagógica, en los Colegios de Bachilleres, en la UAM, en la UNAM, en Morelos, en Veracruz en Sonora Esa multiplicidad muestra la conciencia y el descontento social, pero se han dado en el aislamiento y por demandas diferenciadas. Esta realidad muestra que hay dos tareas urgentes. Por un lado, profundizar el análisis y la conciencia sobre la ofensiva que está sufriendo la educación pública y, por otro lado y al mismo tiempo, ampliar y coordinar las luchas de la educación en todos sus niveles.
Ciertamente, la grave situación que vive el país, a partir de la subordinación a los intereses del gran capital internacional y la aplicación a rajatabla de las políticas neoliberales y las reformas estructurales, con la consiguiente pauperización del pueblo mexicano, ha determinado que el descontento llegue al hartazgo y ha multiplicado las voces que plantean la necesidad de unificar las luchas populares. Creo, sin embargo que la unidad no puede alcanzarse a partir de la sola voluntad de unir fuerzas y plantear formas alternativas de organización, sino que es necesario construir la unidad a través de realizar acciones comunes. Las reformas estructurales y las condiciones generales del país no sólo amplían la desigualdad y pauperizan a la inmensa mayoría de los trabajadores del país, sino atentan contra la existencia misma de la Nación, y en el caso de la reforma educativa, afecta nada menos que a la capacidad de raciocinio de los niños y jóvenes mexicanos. Los académicos y los estudiantes no lo podemos permitir.

