La estirpe del silencio, de Sandra Lorenzano

Por Alan Saint Martin

Sandra Lorenzano (Buenos Aires, 1960) es una autora que rompe con las fronteras establecidas para diferenciar los géneros literarios, llámese ensayo, poesía, narrativa; porque existen diversas maneras de abordarse las historias, así como los artículos académicos sin abandonar la vocación literaria. A la autora no le interesa la “esquizofrenia creativa” esto de quedarse solo en casa escribiendo, más bien el compaginarlo con la docencia, el trato con la gente y los medios, donde cada vez se adentra; juegan mucho a transgredir y transformar los límites en la escritura.

Dentro de su quehacer novelesco de la autora se encuentra Saudades (FCE, 2007) y es una, como diría Silvia Molloy, “Novela coral, donde las voces alternan, intentando decir lo que no se puede decir, apresar relatos para siempre ajenos, oficiar un duelo que es y no es el nuestro, es un rumor de ausencias donde el cuerpo erótico ofrece pasajero refugio mientras que la cita literaria (otro cuerpo, otra voz más) funciona como aguijón, acentuando la falta, manteniendo vivo el llamado”. Por otra parte, Fuga en mí menor (Tusquets, 2012) es una novela que cuenta con mucha musicalidad sinfónica la historia del exilio, particularmente de los italianos a la Argentina.

En 2015 Lorenzano publicó La estirpe del silencio (Seix Barral) en la cual se cuentan tres historias que, paulatinamente, se irán cruzando para dar la concepción completa de la novela. Como algo característico, me gusta iniciar la plática con el surgimiento de la diégesis; me es agradable saber qué pasaba en la cabeza de los escritores o qué elemento fue el detonante para escribir el libro. En este caso no fue la acepción y la autora me dice que tenía muchas ganas y mucha necesidad de decir algo sobre lo que está pasando en el país; están pasando muchas cosas terribles y de esas cosas su interés era ver la situación de las mujeres y la violencia en contra de ellas. Entonces, decidió escribir sobre eso, quería situar la historia en la frontera Tijuana-San Diego, por varias razones, no quería que entrara nada que tuviera que ver con la Argentina, como una primera razón, porque ya había escrito Saudades y Fuga en mí menor aunque no es una novela donde la geografía argentina es importante algo tiene que ver.

En este sentido, la novela se desarrolla en la frontera norte, particularmente en Tijuana, porque es una zona que conoce bien, vivió algunos años ahí y es una zona que pasó por momentos de violencia muy terrible y que por otra parte está como muy estigmatizada para el imaginario mexicano. Después redescubrió esa historia sobre el debut de Rita Hayworth como bailarina, a los trece años, en la frontera en el casino de Agua Caliente, así como del abuso de su padre cuando era niña, pero era algo que no lo tenía tan claro. Revisó fotografías, libros, testimonios, sobre todo los de Orson Wells con quien estuvo casada, descubrió toda esta historia y pensó que Rita era el núcleo en el cual se podían juntar todas estas historias.

Con el paso de las hojas, el lector descubrirá que la novela se construye con diversas voces narrativas (una primera persona hablando desde un yo, una segunda con un tú y la tercera o el narrador omnisciente) provocando una novela polifónica. Le pregunto por qué elegir, entonces, este mecanismo para contar la historia:

“Porque no es una sola historia la que quiero contar sino que son varias que confluyen, diría yo, en un solo núcleo que es la violencia en contra de las mujeres y la violencia intrafamiliar. Porque no sólo es la violencia a las mujeres, también aparece el caso del cura que tiene relaciones con los estudiantes, hay allí una insinuación que algo pasó con un niño. Me interesa siempre explorar, también desde el lado de la escritura distintas perspectivas para hablar; no de una cosa sino de una complejidad de cosas porque no existen las cosas planas. De alguna manera las diferentes voces que constituyen la novela me permitían dar cuenta con más profundidad de esta riqueza”.

Además, la novela sigue una temporalidad en espiral; se ancla en el presente y vuele al pasado para poco a poco llenar esos huecos, volver a la actualidad, tratar de comprender otro poco y nuevamente regresar hacia atrás. Con esto, la autora menciona que si la novela se hubiera quedado en los años cuarenta, hubiera sido difícil para los lectores trasladarla al presente. Y concluye: “Yo también quería mostrar algo que me importa muchos y es que hay gestos que distintos sectores sociales hacen de resistencia permanente de la violencia. Y como ejemplo de esos gestos es el de las bordadoras en nuestro país. Las bordadoras muchas veces dejan en sus huipiles rastros de su propia vida e historia y me pareció fascinante”.

Entonces, es por eso que se utilizan las tres voces narrativas. Inclusive se diferencia más con la propia voz de Rita Hayworth que funciona más como un pensamiento y está diferenciado con las cursivas. Porque la idea era eso “el libre fluir de la conciencia como se llama, con esa idea de que ya es una mujer que se sabe y que es real”. Con esto, Lorenzano me cuenta una anécdota sobre un amigo que tenía la actriz de Los Ángeles, le dijo que “hay un solo lugar en el mundo donde el aire frío que viene del mar te va ayudar a que la enfermedad se detenga”, porque a los cincuenta y pico de años la actriz mostraba principios de Alzheimer. Entonces, en Puerto Madre de la Patagonia, Argentina, yo dije “me la están poniendo regalada a mí, yo que no iba hablar de la Argentina, de pronto este personaje aparece por sí mismo”. Su idea fue intentar crear con ella, no reproducir porque es difícil que sepamos cómo es realmente el monólogo interior de un delirante, es intentar reproducir nuestro imaginario de cómo es ese discurso, que es muy parecido al discurso que nos hacemos nosotros mismos interiormente pero pasado por una memoria de horror, que es lo que a ella le sucede. Dentro de ese monologo enloquecido es contar el horror de su propia vida y transpolar ese horror a la situación del presente que está viviendo sola en un lugar que hablan una lengua con la que ella tiene una relación de mucho dolor, porque es la del padre y para ella fue una de las partes más enriquecedoras de la escritura de la novela, meterse a la cabeza de Rita, quizá fue lo que tuvo más fuerza durante la escritura:

“Yo tenía bastante claro como era el esquema de la novela, pero cuando Rita empezaba hablar, no había forma de pararla. Esas cosas que te pasan yo creo que pocas veces en la vida. Nunca me había pasado con esa fuerza, ese monólogo que tú sabes que hay alguien, que hay una parte de ti que no habías escuchado nunca y que de pronto de alguna manera transfigurándose en personaje empieza hablar sin ti, sin que nada pueda detenerlo. Fue muy enriquecedora y estimulante esa parte, le tengo mucho cariño”.

Al respecto de su respuesta, tenía preparado otro cuestionamiento, sobre todo con los capítulos de Rita porque son los completamente distintos a todos, dentro de ellos hay un ritmo particular por las oraciones cortas, cambio de temas bruscos o el uso de recuerdo como el flujo de conciencia. Al mismo tiempo, yo pensaba si este tipo de oraciones cortas y su repetición constante de “Sólo sé bailar” es la representación de ese ritmo al momento que ella está bailando.

“Sí, claro, yo quería mostrar este ritmo repetitivo, monótono pero que al mismo tiempo fuera incorporando otras cosas. Es como un baile, pero más como si fuera un ensayo, porque vuelves y vuelves. Es esa cosa muy en espiral porque regresa y suma algo, regresa y suma otra cosa”.

La novela puede ser compleja por el uso de la polifonía porque son tres historias las que se cuentan: la de Irene, las hermanas francesas y la de Rita donde hacia el final de la novela se comprimen las tres. En este caso, le pregunto si hay una decisión para darle más peso a una frente a las otras dos y me responde que su idea es que ninguna tenga más peso, que todas tienen el correspondiente para que la historia quede sólida. “Por eso es difícil decir cuál es la historia predominante, ninguna por sí sola valen. Así como están es como tiene que ser para que se sostengan. Evidentemente todo va enfocado al núcleo que comentaba al principio de la violencia a las mujeres y la violencia familiar”.

Sandra Lorenzano, La estirpe del silencio. Seix Barral, México, 2015.