Sí lo mato

 

I

Luisa estaba a unas cuantas horas de ser explotada sexualmente. Vivía un fin de semana de pesadilla. La noche anterior no pudo dormir ante la noticia de que la cambiarían a otro bar para acostarse con algunos clientes. Ella se preguntaba en silencio, ¿qué voy hacer? ¿Cómo le voy a decir a mi papá que necesito su ayuda? Pensaba en todas las alternativas para escaparse, pero otras vez surgía el miedo. Y si me pega, y si viene con sus amigos. Estaba mentalizada para lo peor, una vez más sentía nauseas y escalofríos en su cuerpo. Dicen que todos tenemos pensamientos asesinos: si no puedo huir, sí lo mato o me suicido. Yo no voy a soportar que abusen de mí.

II

Luisa vivía en Papalotla, Tlaxcala, municipio vecino de Tenancingo, “cuna de los padrotes” en México. En ese momento tenía 17 años de edad y ya todos sabían que ese lugar, de 10 mil habitantes, es la “capital de la trata de personas”. Conoció a Avimael en una reunión, nunca lo había visto a pesar de que eran del mismo pueblo. Ese joven de 25 años se portó muy amable con ella, tenía un brillo en sus ojos que la hipnotizó casi de inmediato. Intercambiaron números telefónicos y se prometieron no perderse.

Tres días después, Luisa recibió una llamada.

—Hola, ¿cómo estás?

—¿Quién eres?

—¿Ya no te acuerdas de mí?

—No, no.

—Soy Avimael, nos conocimos en la fiesta del viernes.

—Ah sí, ya sé quien.

—Vamos a salir el fin, cómo ves.

—No puedo, trabajo en la tienda de mis abuelos.

—Ándale, por favor, no seas mala onda.

—No, es que…

—Un rato nada más, ¿si?

—Ok, está bien, sólo un ratito.

Ese hombre era muy feo pero era muy lindo y seductor. Pensaba distinto en comparación con los chicos que frecuentaba. Le daba buenos consejos “no te puedes enojar con tus padres, es lo más valioso que tienes en la vida”. Luisa pensaba que era un ángel caído del cielo, un sicólogo que podía leer todas las mentes. Cualquier duda o problema que tenía esa chica preparatoriana, Avimael lo resolvía. Le platicaba sus aventuras y cómo se la pasaba increíble con sus amigos de fiesta en fiesta.

A Luisa le daba mucha envidia no poder salir a esos antros y conocer a gente diferente. Moría de ganas escaparse de vez en cuando a esos lugares exclusivos, pero por cuestiones de seguridad sus padres le negaban toda posibilidad. Se sentía frustrada pero a la vez afortunada de conocer a un hombre maduro. Un día le preguntó: “¿Qué piensas de las personas que son padrotes?”.

El padre de Luisa nunca la dejaba ir sola a Tenancingo porque sabía de los riesgos que tendría su hija ante ese tipo de mafia.

“Sí sabía que la gente de Tenancingo se dedicaba a eso, pero desconocía cómo era el enganche. Pensaba que se las robaban o las mismas chicas decían ‘llévame’. Sí pensaba que estaban ahí porque querían. No sabía ese paso del ‘amor’”.

III

Avimael conocía a la perfección los puntos débiles de Luisa: salir a los antros a divertirse y él le prometería eso y mucho más. Pasó un poco más de un mes y ya eran novios, pero “no le digas a tus papás” porque se van a enojar y te van a mandar a un internado. Se enviaban mensajes de texto y se veían a escondidas para besarse y abrazarse como cualquier pareja amorosa.

Una semana después, Avimael le propuso algo sorpresivo: “me gustas mucho y quiero casarme contigo, ¿y si nos vamos a vivir juntos?”. Luisa no sabía cómo reaccionar ante una marea de felicidad. Dos semanas después le insistió a la menor de edad y le aseguró que en Poza Rica nadie los molestaría y que allá le debían una fuerte cantidad de dinero. La chica aceptó y el 30 de abril de 2010 se fue a esa ciudad veracruzana. A las 11 de la noche le envío un mensaje al celular de su padre y le dijo que todo está bien, pero enseguida su novio le confiscó el celular; y sin más pasaron la noche en una pequeña casa del hermano mayor.

Luisa despertó hambrienta, las tripas crujían. Notó que Avimael no estaba, se le hizo todo confuso. Un mal presentimiento.

 —Qué crees que no encuentro a ese cabrón que me debe el varo.

—¿Pero qué vamos hacer?, tengo mucha hambre.

—Pues con lo que te pagaron en la semana compramos comida.

—Ya no tengo nada, yo compré los boletos del camión.

—Mira, ya chequé la zona y nada más hay empleos en tiendas departamentales.

—¡Avimael, no me puedes salir con esto! Déjame hablar con mi familia para que nos mande dinero y ya nos regresamos.

—No, no, ni pensarlo, ¿te imaginas qué van a pensar de mí? Tú ya te saliste y no puedes regresar.

—Entonces, ¿qué vamos hacer?…

—Pues fíjate que yo soy un padrote.

Trata

IV

El sábado Luisa ya estaba en el bar “Cantum”. Nada más tienes que beber cerveza con los hombres y hacerles la plática, le dijo Avimael, cuyo rostro había cambiado. Ese ángel ya no tenia alas. Además le dijo a su chica que en ese lugar se llamaba Armando y le extendió una credencial del IFE de otra mujer. Sin ningún pudor le aclaró todo: “estoy casado y tengo dos hijos, además tengo otra mujer con un pequeño”. Los sueños de Luisa se habían esfumado de un día para otro. Todo era mentira. La identificación era de una de esas mujeres que seguramente las explotaban sexual y laboralmente. Ese día se tomó 15 cervezas y apenas pudo sacar 300 pesos. Armando se enojó tanto que le gritó ferozmente. ¡Si no sacas más dinero te voy a cambiar de giro!

Armando le confesó que su familia la andaba buscando como loca. Luisa consiguió hablar apenas dos minutos con su madre, quien le reclamó “qué no te interesa tu padre, él está muy grave de la presión y está en el hospital. Agarra un taxi y aquí lo pagamos”. Esas fueran las últimas palabras que escuchó Luisa. Sintió que no podía respirar, le invadió una angustia insoportable. También se enteró que la familia de Armando nunca fue a su casa para explicar el compromiso amoroso de la joven pareja. Luisa no dejaba de llorar, le suplicaba al padrote que le diera permiso de ir a ver a su papá “por favor y te juro que no van a saber nada de esto, diré que todo es felicidad”. Fue inútil.

Domingo y lunes trabajó normal, bebiendo alcohol, aguantando manoseos y actitudes machistas de los presentes. El olor era asqueroso y no podía pensar, su mente estaba en blanco. Terminó la jornada laboral de 2 de la tarde a 10 de la noche. Ese mismo lunes, ella y Armando se trasladaron a un arrabal de mala muerte. En la planta alta se asomaban pequeños cuartos donde los señores se divertirían con las chavas del lugar.

Luego de recibir instrucciones, vio el rostro demacrado de aquellas jovencitas y sintió un dolor extremo en el corazón. Le temblaron sus piernas delgadas. Las risas de ellas eran fingidas como la de esos hombres, que tenían una doble vida. Era la media noche y Luisa escuchó la voz altanera de Armando.

—Aquí vas a entrar a las 5 de la mañana y sales a las 3 de la madruga del siguiente día.

—¿No voy a dormir?

—¡Cállate, pendeja! No me sirves de nada, tienes que sacar dinero, a mí no me interesa cómo le hagas.

Mientras llegaba la hora de entrada, se dirigieron a un Oxxo para comprar algunas cosas. Un auto casi se estacionó enfrente de ellos y no se percataron que dos tipos bajaron del vehículo y entraron al mini súper. En tanto, el copiloto le dijo al conductor “oye, ¿esa que está ahí parada, no es Luisa?”. De inmediato se quitó el cinturón y corrió hacia la banqueta. A casi un metro de distancia sintió la mirada de su padre, que a primera vista, no lo reconoció. Estaba demacrado, pálido. No escuchó nada y simplemente sintió un fuerte abrazo. La tomó de la mano y la llevó rumbo al coche. Armando reaccionó tarde y alcanzó a decir “no, no señor, no se la lleve, yo quiero a su hija”. El joven proxeneta sólo escuchó “hablamos allá, mi hija se viene conmigo”.

Dos semanas después, Avimael y su familia buscaron a Luisa para decirle que “ahora sí” iban a pedir su mano, como debe ser, como es la tradición. El cinismo a su máxima expresión. La madre de Luisa se alteró al ver a ese tipo y le llamó a sus hermanos para que corrieran a todos. Avimael rogaba y pedía perdón por amar a su hija. Toda una escena de telenovela. Al final, una patrulla municipal llevó a los protagonistas a la capital del estado para que rindieran su declaración. El Ministerio Público acusó a Luisa de lo que pasó en ese fin de semana infernal.

—Yo no estoy diciendo mentiras, él me llevó con engaños a trabajar a Poza Rica, dijo llorando…

—¡No es cierto, seguro tú querías estar ahí!, le reviró la licenciada de turno. Todavía al final la titular del MP remató “pinche niña berrinchuda, pues qué se cree la pendeja”.

A pesar del vergonzoso episodio, al padre de Luisa le pidieron pagar ocho mil pesos para levantar la averiguación previa y posteriormente seguir con el proceso judicial. “Si yo ahorita les doy, después ese delincuente les va ofrecer más dinero y todo seguirá igual”. Pasaron seis meses y una de las mujeres del padrote buscó a Luisa para que fuera al DF a denunciar ese delito grave tal y como lo hizo ella, luego de estar 20 semanas esclavizada sexualmente en Tijuana, Pachuca, Puebla, Oaxaca y Tlaxcala.

V

Luisa tuvo la valentía y venció el miedo que sentía cada vez que recordaba el rostro de Avimael. El lenón está detenido y espera alguna sentencia. Desde hace seis años vive en la Ciudad de México porque en Papalotla ya no tenía ningún sueño qué perseguir. En la Fundación Camino a casa recibió terapia integral para restaurar su cuerpo y superar mentalmente esos días negros. A los largo de dos años ha tenido apoyo médico, sicológico, jurídico, laboral.

“Fíjate que a mi me costó mucho, sobre todo el perdón. A ellos los perdoné fácilmente, pero perdonarme a mí estuvo complicado. Me llevó casi dos años entender que yo no había tenido la culpa, para comprender la situación que estaba viviendo mi papá. Maté a mi familia ese fin de semana. Creo que una recuperación total lleva años. Aún no estoy recuperada al 100”.

Luisa tiene 23 años y estudia la licenciatura de derecho en una universidad privada. Quiere regresar en el mediano plazo a su pueblo y ser presidenta municipal y luego alcanzar la gubernatura de Tlaxcala para prevenir a los jóvenes de este delito y alejarlos de esa mafia familiar. Con dolor reconoce que el sueño de los niños de allá es ser padrote.

MƒXICO, D.F., 12NOVIEMBRE2009.- Sexoservidoras esperan clientes sobre avenida Circunvalaci—n en la zona tolerada de la colonia Merced. FOTO: IVçN STEPHENS/CUARTOSCURO.COM

Víctimas

Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) 3 mil 549 mujeres y menores de edad fueron víctimas de trata de personas. A nivel local solamente 108 (18%) de los tratantes recibieron una sentencia condenatoria, mientras que a nivel federal la cifra fue apenas de 12 personas (2%).

Edgar Corzo Sosa, quinto visitador de la CNDH, reveló a El Universal que continúa sin ser dimensionado el problema de la trata de personas en México que afecta a mujeres, niños y hombres. “Estamos en un momento en donde continúa sin ser visibilizado el problema de la trata de personas; no tenemos averiguaciones previas ni sentencias que lo condenen”.

Destacó que la Comisión mantiene una campaña de prevención de este delito. Asimismo, alertó del riesgo para los usuarios de las redes sociales de caer en manos de tratantes de personas.

Explicó que lo que se quiere dentro del organismo es atacar las causas reales para que las personas no sean víctimas de este delito, el cual se da con fines de explotación en dos casos: sexual y laboral. “Estamos con una campaña para atacarlo con spots y manuales en lengua indígena. El enganche es un medio; no es lo mismo que alguien venga a trabajar a que alguien haya sido engañado; no debemos de perder de vista el engaño, las personas son presionadas”.

De las 3 mil 549 víctimas, 2 mil 843 son del fuero local y 706 fueron de conocimiento de la Procuraduría General de la República (PGR), por medio de la Subprocuraduría Especializada en Investigaciones de Delincuencia Organizada (SEIDO).

La SEIDO reportó al organismo que de las 706 víctimas 696 eran mexicanas y 10 extranjeros; en los demás casos no se pudo identificar la nacionalidad. 54% eran menores, 29% mayores de edad y el 15% no se pudo identificar la edad.

Del total de casos 46% eran hombres y 38% mujeres; el resto no pudo ser identificado, dijo la PGR.

De acuerdo con los informes de las autoridades locales y federales, en México hay víctimas de Estados Unidos, Honduras, Colombia, Argentina, El Salvador, Guatemala, Cuba, Chile, Nicaragua y Venezuela.

Durante los últimos tres años a nivel local se iniciaron mil 458 averiguaciones previas, de las que sólo 27% fueron consignados y, de esos, 18% terminaron en una sentencia condenatoria, es decir, 108 personas. De junio de 2012 a junio de 2015 la PGR inició 571 averiguaciones previas, en las que 16% fueron consignados y únicamente 12 personas (2%) recibieron una sentencia condenatoria.

La entidades con mayor número de averiguaciones previas fueron Puebla, con 375; Chiapas, 315; Ciudad de México, 113: Oaxaca, 118, y Baja California Norte y Estados de México con 95 cada una. Esos estados abarcaron 76% del total de las averiguaciones. La Ciudad de México fue la entidad que reportó el mayor número de sentencias, con 167; Puebla, 24; Chiapas, 16; Baja California, ocho, y el Estado de México, tres.