La estrella, en un momento de máxima actividad

Por René Anaya

De manera permanente la Tierra y los demás planetas del Sistema Solar están expuestos a las tormentas solares, que en términos generales han tenido consecuencias mínimas en la era moderna, pero que podrían causar graves daños a la especie humana.

Por esa razón, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenó a secretarías y agencias del gobierno estadounidense que en un plazo de 120 días elaboren un plan para determinar qué hacer antes, durante y después de que una potente tormenta solar alcance la Tierra.

 

Las tormentas solares

El objetivo de esta orden es que se pueda predecir con el mayor tiempo posible la formación de una tormenta solar que alcance la Tierra, es decir conocer mejor el clima espacial, el cual se define como: “la medición y el análisis en tiempo real del conjunto de propiedades físicas del Sol, el medio interplanetario, la magnetósfera, la atmósfera y la superficie terrestre que se encuentran influenciadas directa o indirectamente por la actividad solar y las cuales tienen un impacto en la infraestructura, tecnología, sociedad y salud”, como señala el Servicio de Clima Espacial México, del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Efectivamente, la posibilidad de que ocurra una tormenta solar, causada por la eyección de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), es mayor en los periodos de actividad máxima del Sol, que tiene un ciclo aproximado de 11 años, como el que actualmente estamos viviendo.

En esos periodos se producen explosiones que liberan energía equivalente a mil millones de bombas de hidrógeno por la CME, que consiste en una gigantesca onda de radiación y viento solar. Ese material o viento solar que se desprende de la corona del Sol está compuesto por plasma (estado fluido similar al gaseoso, formado por partículas cargadas eléctricamente, protones y electrones), que puede contener helio, oxígeno y hierro.

Cuando la tormenta solar alcanza la Tierra se llama geomagnética, la cual si está orientada al norte rebota en la magnetosfera, pero si llega por el sur puede causar graves daños tanto a la salud como a prácticamente todos nuestros dispositivos tecnológicos.

Las alteraciones a la salud todavía no están debidamente comprobadas, sin embargo durante las tormentas solares se han registrado casos que indican aumento de probabilidades de desarrollar un cáncer y mayor riesgo de accidentes vasculares cerebrales. En el espacio el peligro es mayor, ya que puede alterar el ritmo cardiaco de los astronautas, aunque la Estación Espacial Internacional cuenta con un refugio contra las tormentas.

 

Los efectos desastrosos

La llegada de una tormenta solar perfecta al sur de la Tierra puede causar graves trastornos a la mayoría de nuestras instalaciones y comunicaciones, ya que las corrientes de la CME podrían acelerar la corrosión de grandes oleoductos y de las tuberías de agua y alcantarillado, lo cual ocasionaría desde incendios y daños a las redes de agua y drenaje de las ciudades, hasta desastres ecológicos por el derrame de petróleo y de otras sustancias peligrosas.

Asimismo, esas perturbaciones en la ionosfera podrían interrumpir las comunicaciones satelitales, lo que afectaría las señales telefónicas, de televisión, de internet y los sistemas de posicionamiento global. Asimismo interferirían con las señales de radio frecuencia e incluso cortarían el sumiCAMBIO CLIMATICOnistro de redes de electricidad, ya que el aumento de tensión causada por la tormenta podría dañar los transformadores eléctricos.

Estas alteraciones impedirían el tráfico aéreo ya que los aviones perderían contacto con las torres de control, las ciudades y centros industriales se quedarían a oscuras o pararían la producción por el daño a las redes eléctricas; las computadoras y teléfonos quedarían inutilizados durante días, meses o tal vez años.

Este escenario caótico y desastroso ya ha sucedido en pequeña escala en el siglo XIX y en el XX. En 1859 el evento Carrington, llamado así en honor al astrónomo Richard Carrington que lo documentó, causó daños en la red de telégrafos de Estados Unidos y Europa, fundió el cableado y provocó numerosos incendios.

En 1967, en plena guerra fría, una tormenta solar interrumpió las comunicaciones militares de Estados Unidos, lo que se interpretó primero como un ataque de la Unión Soviética a los sistemas de comunicación, por lo que se preparó una respuesta; posteriormente los meteorólogos militares informaron que el desperfecto se debía a una tormenta solar. Así se evitó un desastre nuclear. En 1989, una tormenta geomagnética dañó la red eléctrica Hydro-Quebec durante nueve horas y afectó a más de seis millones de personas.

Por lo tanto, no sólo Estados Unidos, sino todo el planeta se debe preparar para mitigar los efectos de una tormenta de clima espacial extrema, que tiene baja probabilidad de que suceda pero sus consecuencias serían terribles para nuestra sociedad tecnológica.

reneanaya2000@gmail.com

f/René Anaya Periodista Científico