Las cosas se complican

Teodoro Barajas Rodríguez

Este año, del que se viven sus postrimerías, fue pródigo al exponer los males que se dispersaron para reflejar muchos componentes corrosivos, el saqueo de algunos mandatarios que, al parecer, pretendían elevar a rango constitucional el hurto, el cinismo superlativo de algunos entes y una descomposición amenazante.

No solo fue el saqueo de exmandatarios, los índices de la delincuencia organizada y anárquica se dispararon, todo ello de la mano de la inseguridad e impunidad para que las historias de horror se cuenten por miles.

Pareciera que algunas manos criminales destaparon una descomunal caja de Pandora a la mexicana para dispersar los males por doquier, la clase política naufraga entre la ausencia ideológica y carretadas de dinero, el soslayo ante el crecimiento del crimen organizado, la deficiencia y la hipocresía como binomio persistente.

No obstante, en la citada caja de Pandora de la mitología griega se quedó la esperanza, en el caso mexicano no podemos ni debemos petrificarnos por el desencanto porque ello no resuelve nada, lo cierto es que la capacidad de indignación no debe perecer ni ahora ni nunca.

Muchos políticos están obsesionados con la candidatura a la presidencia para disputar la primera magistratura en 2018, búsqueda del poder como divisa única sin importar las formas ni justificar esa aspiración; en ocasiones motiva el odio, la revancha, en algunos es obvia la carencia de valores. La obsesión como combustible.

Discursos huecos como predecibles, los que dicen ser izquierdas nunca explican por qué y los de la derecha se avergüenzan de serlo por eso lo callan. Los spots saturan y molestan como el ruido escandaloso de la campana que anuncia la recolección de basura.

México no se agota en  unas siglas de partido y no se limita a la confección de un proyecto político porque la inmensa mayoría de los mexicanos no se sienten representados por nadie, ese alto porcentaje de ciudadanos no se identifica con ningún aspirante porque los desencantos han sido constantes como costosos, la fe parece enfilar a la extinción.

La proliferación de pillos ha sido escandalosa, exgobernadores corruptos que tuvieron como finalidad expoliar los dineros públicos, enriquecerse a costillas de los contribuyentes, el saldo ha sido funesto. Nuestra vida pública ajada por los cleptómanos.

Hay quienes hablan de honestidad y se llenan la boca de improperios contra sus enemigos políticos a los que acusan de corruptos, aunque al detallarse posteriormente la forma de vida y vuelos de esos jueces de ocasión se destapa la más rancia hipocresía, sepulcros blanqueados que hacen de su vida una mayúscula incongruencia.

A medida que las manecillas del reloj se acerquen a los procesos internos con miras al 2018 seguramente se documentarán nuevos hallazgos de la miseria humana, más escándalos y diatriba.

Si a los males de los que hemos hablado sumamos las malas señales tras el triunfo de Donald Trump, entonces las cosas parecen complicarse más, aunque, insistimos, si nos quedamos petrificados no resolveremos nada, hay mucho por hacer y para ello se requiere de voluntad política, la cual no debe postergarse.

Barajas