Los retos son formidables

Por Julio A. Millán B.

El año de 2016 se ha caracterizado por la conjunción de fenómenos económicos y políticos que impactan el desempeño económico mundial, generándose un ambiente nebuloso que anuncia tormenta. Por un lado, la economía norteamericana, que a pesar de sus problemas internos sigue siendo el principal mercado y es factor determinante del desempeño de las economías emergentes —en especial las que están altamente ligadas a su industria, como China y México, cuyas exportaciones manufactureras se han aletargado incluyendo al sector automotriz—, sigue sin despuntar señalando un crecimiento económico moderado, pero sobre todo una clara advertencia de que la efectividad de la política monetaria acomodaticia está llegando a sus límites.

El crecimiento económico claramente insuficiente de Estados Unidos, producto de una atonía en la inversión y de un indeciso consumo, contrasta con las señales de mejoría en el mercado laboral, lo que ha puesto en disyuntiva a la FED sobre su esperada, y en varios mercados ya descontada, decisión de elevar su tasa de interés de referencia, la cual ha pospuesto en variadas ocasiones pero que indefectiblemente realizará en su reunión de diciembre. Si bien algunos mercados ya han descontado la decisión elevando el atractivo de los valores norteamericanos, la dilación ha creado una fuerte incertidumbre financiera, lo que ha fortalecido el dólar ante la mayoría de las monedas, destacando en especial el peso mexicano cuya depreciación (al mayoreo) alcanzó en el mes de septiembre hasta un 15 por ciento llegando a rozar los $20 pesos por dólar. Esta situación, que se calificó como ataque especulativo al peso, provocó que el Banco de México decidiera por segunda ocasión en el año incrementar su tasa de interés de referencia, ante el incremento de las presiones inflacionarias y el deterioro de los vectores de riesgo, lo que ha venido aliviando las presiones y fortaleciendo el peso, situación que se mantendrá al menos hasta antes de las elecciones norteamericanas.

Cabe recordar que desde mayo de 2015 la inflación general se ha colocado por debajo del objetivo del Banco Central (3.0 por ciento). Sin embargo, y a pesar de que la institución ha cuidado como “niña de sus ojos” esta condición, la desaparición de los factores que indujeron a la reducción de niveles, en particular los menores precios en tarifas energéticas y de las telecomunicaciones, contrapuestos por el incremento de los costos de los combustibles, amén del traspaso de la depreciación vía la importación de insumos, se pronostica que la inflación retorne a los techos de la banda de objetivo y cierre este año en 3.3 por ciento anual.

El otro fenómeno económico que ha condicionado el desempeño de las economías emergentes proveedoras de estos insumos es la caída en los precios de los commodities, resaltando el del petróleo. La combinación de una baja demanda y una elevada oferta, amén de decisiones políticas de los principales productores, hacen augurar que los precios se mantendrán todavía bajos durante un buen tiempo. Esta situación ha influido destacadamente a la economía mexicana que si bien ya no está petrolizada (la exportación de petróleo crudo dejó hace tiempo de ser la única fuente de divisas), sí sigue condicionando las finanzas públicas, lo que se ha venido agravando por la reducción en la plataforma de producción, consecuencia del agotamiento de los yacimientos convencionales actuales y la falta de inversión para acceder a los recursos no convencionales.

Ante esa situación, la autoridad hacendaria ha tenido que decretar dos recortes en el presupuesto de este año que en conjunto significaron 164 mil millones de pesos menos, a pesar de que se contó con las pertinentes y oportunas coberturas del precio de exportación y los recursos excedentes del Banco de México. No obstante, ello no ha evitado que para el presupuesto de 2017 se contemple establecerlo a un nivel aún más bajo, enfocado sobre todo a evitar que la deuda pública siga creciendo, la cual ha llegado a significar 50 por ciento del PIB, lo que en otras circunstancias de mayor bonanza se podría considerar como sostenible, pero ante el ambiente de incertidumbre y volatilidad no es recomendable.

En el ámbito político internacional, más allá de los sucesos de carácter geopolítico que se suscitan en Oriente Medio, y la salida del Reino Unido de la Unión Europea, son las elecciones en Estados Unidos el acontecimiento que ha marcado agenda y pauta. Esta situación ha trascendido también a los mercados financieros, en particular en la correlación de fuerzas que equilibran el mercado cambiario peso-dólar. Tal pareciera, conforme se inclinen los momios hacia uno u otro candidato, que el peso se debilita o gana terreno. En este entorno, el tipo de cambio seguirá una trayectoria muy volátil hacia fin de año, la cual estará condicionada por dos hitos importantes; en primera instancia, los resultados de las elecciones en Estados Unidos, y en segundo las decisiones de política monetaria de la FED y el Banco de México (se espera incrementos al menos de 25 puntos base en ambas tasas de referencia), por lo que se estima que al cierre del año la cotización se ubique en 18.8 pesos por dólar y, para 2017, cierre cercana a los 19.9 pesos por dólar.

En temas de consumo e inversiones, cabe resaltar que la impunidad, la inseguridad y la violencia han conformado un coctel explosivo que ha golpeado la confianza de los consumidores y de las empresas. El rango de acción de inversión productiva pública y el estancamiento de la privada, aunado a débil dinamismo en el consumo, ha llevado a que el comportamiento del producto nacional registre episodios complicados incluso sin movimiento en el segundo trimestre, condición que no parece que mejorará significativamente en el resto del año, por lo que el pronóstico de crecimiento del PIB se continúa ajustando a la baja, dejándolo por el momento en niveles del 2.1 por ciento anual, ello sin tomar aún en cuenta los resultados de las elecciones en Estados Unidos.

Los retos para impulsar un mayor crecimiento en 2017 son sin duda formidables. La reactivación del mercado interno está en función de que, por un lado, se logre un mayor dinamismo económico producto del impulso que daría una inversión nacional más consistente capaz de generar empleos mejor pagados, lo que requiere de una política económica e industrial efectiva. Por otro, de una mayor confianza en las instituciones, de un combate decidido a la impunidad que da origen a la corrupción y de la disminución en los niveles e inseguridad. Por su parte, el mercado externo requiere, además de una mejoría más sólida en la economía norteamericana, de que los motores se enciendan en sectores clave, lo cual necesariamente deberá pasar por la anunciada revisión de los alcances del TLCAN, que sin duda buscará aplicar el próximo presidente de Estados Unidos; es necesario pues empezar a prepararnos para tal suceso y llegar a las negociaciones con un espíritu nacionalista.

Presidente de Consultores Internacionales

JULIO MILLAN