Rogelio Naranjo (1937-2016)

Alejandro Alvarado

Dueño de la imagen, cartones que dicen muchas ideas. Por otro lado, hombre de pocas palabras, quizá hasta tímido de algún modo pero muy meticuloso y de enorme rigor en su trabajo. Seguramente quienes le han conocido coincidan en que así era Rogelio Naranjo de primera impresión, quien el pasado viernes 11 de noviembre falleciera de infarto en la Ciudad de México. Sin embargo, Naranjo nos aseguró que disfrutaba la convivencia con otros moneros, “en los congresos, convivios o actividades culturales soy tímido, no me doy mucho a notar. Nadie del público me conoce pero mucha gente de pronto se entera que soy Naranjo y uno que otro que relaciona mi nombre se acerca para elogiarme y, entonces, ya no me siento a gusto, pero creo que es muy loable que se organicen este tipo de encuentros”.

Con el caricaturista michoacano, a propósito de sus 50 años de labor, charlamos con él en su casa, donde nos recibió con gran amabilidad para abordar sobre su trabajo, en el que podría tardarse “dos días en elaborar una caricatura”, nos comentaba en tono de cierta broma, cartones que por su profundidad y agudeza podía perdurar por mucho tiempo —quizá para siempre en algunos casos— en el receptor. Entre los temas nos comentó sobre Rubén Espinosa, fotoperiodista de la revista Proceso, quien fue encontrado muerto en un departamento de la colonia Narvarte, junto a otras cuatro personas.

—¿Qué representan para usted los 50 años que suman su carrera como caricaturista?

—Como no los he contado, yo me siento igual que cuando empecé. Aunque me siento igual, padezco problemas con la vista y tengo otras enfermedades que afectan mi vida. Hay gente que piensa que es importante ser caricaturista, pero esto no es así en realidad.

Rogelio Naranjo

—¿Qué opina usted de la versión que está dando la procuraduría sobre el asesinato reciente del fotoreportero de la revista Proceso?

—Es aterradora. Lo peor de todo es que nosotros no creemos ya en nada. Que dicen esto, que dicen lo otro, y siguen diciendo, y a nosotros nos quedan siempre unas interrogaciones del tamaño del mundo. Mientras no se apliquen unas investigaciones serias y confiables de las cosas que suceden en México no podemos creer en el gobierno. Estamos ya muy curados de espanto de tantos años que nos han dado atole con el dedo.

—¿Cómo ha vivido usted la censura?

—La censura la he vivido y la viviré, y he protestado por eso. No puedo decir que he ganado, pero bajó bastante la presión sobre mí, porque en Proceso, revista en la que he estado desde que se fundó, hemos sido constantemente censurados y agredidos por el gobierno. En El Universal hay una cantidad de intereses, hay jefes de una cosa y jefes de otra y eso diluye un poco la autoridad de quien manda suprimir un cartón, lo que sí me ha pasado en ese periódico, por fortuna no ha sucedido a menudo y si he sabido sobreponerme a la censura que me han impuesto algunas veces ahí. En el periódico El Día, ahí sí me la aplicaron muy fuerte y muy seguido.

—¿Los políticos como se portan con usted?

—Ahora sí, como decía Salinas, ni los veo ni los oigo.