Por Eusebio Ruvalcaba

Tercer Concierto de Branderburgo en sol mayor BWV 1048. Allegro-Adagio Allegro. Qué placer inefable provoca sumergirse en este concierto. Todo en torno semeja una fuente de agua refrescante en medio del desierto. Terminados hacia 1721, los seis conciertos de Brandenburgo constituyen una feliz entrada al mundo de la música en general, y al de Bach en particular. Ligeros y cautivadores, poseen sin embargo pasajes de dificultad extrema, bien sea por la velocidad extrema que en determinados pasajes Bach impone a los instrumentos solistas, o por el arte del conjunto (ensemble) que es necesario desplegar.

Chacona para violín solo de la Partita No. 2 en re menor (16’). Con esta obra, Bach se adelantó a Paganini y a todos los grandes compositores del violín. Se la escucha, y en torno surgen bosques y praderas, cascadas y ríos vertiginosos. En efecto, la historia del violín tiene en las partitas y sonatas para violín de Bach uno de sus fundamentos. Precisamente la Partita No. 2, compuesta hacia 1720 en lo que se conoce como periodo de Köthen (que viene de la temporada que Bach pasó en la corte del príncipe Leopoldo de Anhalt-Köthen), deja muy en claro, además de la musicalidad bachiana que parece reconstruirse a cada paso, la sólida estructura del violín como un instrumento que introducía enormes posibilidades en su papel de cámara o como solista o integrante de una orquesta.

2º. Contrapunto de El arte de la fuga BWV 1080 en versión para cuarteto de cuerdas. Complejidad por encima de concesiones emotivas. La música de Bach es también la geometría musical de la más pura reflexión. Considerado por propios y extraños un trabajo de abstracción —sin dejar de lado una empresa de introspección musical—, hoy día se sigue discutiendo sobre el propósito de Bach de haber compuesto esta obra de dificilísima ejecución (sea en su versión para cuarteto de cuerdas, dos pianos, órgano o clave). Por cierto, Bach no alcanzó a concluir El arte de la fuga.

Concierto para piano y orquesta No. 5 en fa menor BWV 1046. Allegro / Largo / Presto. No hay otro modo de escuchar esta música más que de rodillas. ¿Cómo es posible oír esta plegaria y no sumarse al dolor ajeno? Sin duda, los conciertos para piano y orquesta son prueba de fuego para el intérprete. De un lado exigen toneladas de dominio de la técnica, y, del otro, el espíritu por completo. En su mayoría, estos conciertos se distinguen por el impacto, digamos espectacular, que ejercen en quien los escucha. Con el concierto No. 5 de Bach, por su dulce melancolía, por el discreto respaldo orquestal, acontece lo contrario: en lugar de levantar al auditorio de su asiento, lo obliga a concentrarse en sí mismo. Bien podría denominarse este concierto: “Viaje al interior”.

Variaciones Goldberg BWV 988. Aria.10 variaciones. Las Variaciones Goldberg son el termómetro del pulso de la humanidad. Nada les es ajeno a estas variaciones, llámese la esperanza o el desconsuelo. Publicadas en 1745, atrás de estas variaciones hay un cuento que bien podría ser de hadas. Se dice que el conde Von Keyserlingk, protector del joven clavecinista Goldberg, padecía terribles insomnios que trastornaban su estado de ánimo, al grado de que durante la vigilia no conocía tranquilidad ni buen humor. Y que a un ministro de la corte se le ocurrió pedirle a Bach que compusiera una obra para que Goldberg se la tocase al conde durante su insomnio y hacerle menos desdichado el momento. De ese pedido, Bach crearía sus Variaciones Goldberg.