La vida por un imperio, de Anamari Gomís

Por Eve Gil

 

La vida por un imperio, de Anamari Gomís (Ediciones B, México, 2016) no es, contrario a sugerido en la portada, una novela histórica que aborde los pormenores de un probable pacto entre el emperador Maximiliano y el presidente Benito Juárez, para evitar el fusilamiento de aquél. Esto no significa que no se trate exactamente de eso, sino que se aproxima al asunto desde la modernidad —década de los ochenta del siglo XX—, a través de dos personajes contemporáneos: un histriónico historiador anciano y homosexual de nombre Segismundo Altamirano, y una audaz universitaria, Fernanda, que acepta el reto de fungir como su asistente en la búsqueda de una verdad oculta y nunca antes explorada.

Las novelas de Anamari Gomís, aunque muy distintas entre sí, se caracterizan por un sentido del humor absolutamente espontáneo, que sale a relucir incluso en las circunstancias más dramáticas, virtud poco frecuente en la literatura mexicana La vida por un imperio no es la excepción pese a la seriedad del tema y de su tratamiento en cuanto a los procedimientos técnicos de investigación; así como de lo arriesgado de la conjetura, atribuida al profesor Altamirano y que, poco a poco, va cobrando sentido, incluso cuerpo. Pese al respeto que inspira la impecable trayectoria académica de Iturbide, así como sus descubrimientos, ninguno de sus discípulos parece dispuesto a seguirlo en lo que pareciera un descabellado tour por la Habana, donde ha localizado las primeras huellas del que pudiera ser el pseudónimo con que presuntamente viviría Maximiliano de Hasburgo tras simular su muerte —Justo Armas—; no tanto porque no consideren viables sus sospechas, sino porque no están dispuestos a cargar con un anciano, por su venerable edad, requiere asistencia para vestirse y otras cosas, lo cual no le impide “escaparse” a estrambóticas fiestas. La única que accede a acompañarlo, incluso a compartir la habitación con él —el presupuesto no da para más— es Fernanda. Le interesa, desde luego, seguirle la pista al alter ego de Maximiliano, pero acompañar a un anciano en apariencia decrépito, pero no deja pasar un detalle y cubre de ellos una libreta tras otra, es, ante todo, la escapatoria a un matrimonio rutinario, con un hombre que no comprende sus aspiraciones académicas… incluso la coloca en la disyuntiva de elegir entre su matrimonio y ese “absurdo viaje”. La Fernanda que llega a Cuba, casi de bastón de su anciano profesor, es una mujer en sus tempranos treinta, agobiada por dudas de todo tipo, tanto académicas como personales, pero no tarda en dejarse llevar por la sensualidad de la atmósfera y los fascinantes personajes que Iturbide y ella encuentran a su paso, desde ex guerrilleros hasta sacerdotisas, informantes que les permiten seguir las huellas de Justo Armas, que podría ser un doble del emperador y no el emperador mismo.

La trama alterna de manera ingeniosa la resolución de los miedos íntimos de una mujer, con lo que pareciera el cada vez más próximo hallazgo de la verdad que trastocaría todo un sistema de verdades institucionales. Se menciona el original de una novela misteriosa y fascinante, inédita hasta ese momento, que resulta ser Noticias del imperio, de Fernando del Paso, y que Iturbide lee como un poseso, mientras Fernanda, pese a no estar dispuesta a hacer uso de su recién adquirida libertad, como lo hace su marido, comienza a sentirse atraída por el enigmático Edmundo que al tiempo que le recita poemas, haciendo gala de sensibilidad y privilegiada memoria, parece ocultar un pasado —presente, incluso— como guerrillero. Embruja a Fernanda no solo con su apostura; con su enternecedora historia acerca de cómo, siendo niño, un doctor Guevara le curó las amígdalas y lo conquistó para su causa,  sino porque en cierto modo encarna él mismo el ideal revolucionario, herido de muerte a esas alturas. A su fascinación por tener información tan de primera mano sobre personajes ya míticos, se suma el anhelo de Fernanda por que sea cierto que a Maximiliano se le perdonó la vida, “para que Juárez empiece a caerme bien”.

La trama no se restringe a un punto geográfico. Aunque La Habana sea su escenario más memorable y el primero. Altamarino y su discípula deambulan por medio continente. Altamirano llega a convencerse de que será en El Salvador donde encontrará la pieza decisiva. Que la encuentren o no, a fin de cuentas, no es lo más importante de la trama donde se detalla paso por paso cómo trabajan los historiadores, una especie de detectives en el caso de Altamirano; los múltiples obstáculos que han de librar, sus triunfos y fracasos… y ese proceso es del todo semejante al que sigue Fernanda para encontrarse a nivel íntimo… como a Carlota o a cualquiera de los personajes implicados en su investigación… y definitivamente no retornará siendo la misma.

Una novela que, a la vez que reafirma el luminoso talento de una de las autoras mexicanas más interesantes y amenas, Anamari Gomís (Ciudad de México, 1950), deja al lector con la sensación de haber vivido la misma aventura de sus protagonistas… incluso con el olor de los ungüentos y las viejas hojas de Altamirano.

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