Música de Alejandro Cardona

Por Eusebio Ruvalcaba

Hay paredes en las que es posible ocultarse. Hay paredes en las que es posible ver a través. Hay paredes en las que el mismísimo sol rebota, o que guardan el calor hasta altas horas de la noche. De estas paredes está hecha la música de Alejandro Cardona. Estoy hablando de su disco para cuarteto de cuerdas En el eco de las paredes. De un compositor costarricense que lleva su música hasta las últimas consecuencias. Que la obliga a trepar por esas paredes que solamente existen como punto de inspiración y de llegada, ni más ni menos. Me refiero a ese músico, ese señor Alejandro Cardona, que además es guitarrista y que ha hecho carrera lo mismo en Estados Unidos que en México, en Inglaterra que en Holanda; además de en su propio país, por supuesto, donde ha fundado escuelas y editoriales especializadas en música. Estoy hablando de una música que se pega a las paredes, que se adhiere como trepadora y cubre toda aquella superficie de maleza. Una música en este caso interpretada por el Cuarteto Latinoamericano de Cuerdas (Saúl y Arón Bitrán, violines; Javier Montiel, viola, y Álvaro Bitrán, chelo), más que un grupo una institución de sobra reconocida en todos los ámbitos

Alejandro Cardona

Alejandro Cardona

donde la música de cámara no se cuece al primer hervor. Conste que no estoy hablando de cualesquiera paredes. Estoy pensando en las paredes descarapeladas. Ésas en las que no hay que rascarle más para encontrar la vida, y que a los niños les gusta porque se comen la cal. Son las paredes que más me atraen. De esas paredes está hecha esta música. Se la escucha y la piel se pone de gallina. Porque hay una fuerza que corre entre los sonidos, como la lluvia cuando escurre entre la unión de los ladrillos. Que torna más dramático un muro. Es una música áspera, que, como aquel cauce pluvial, escurre a cuentagotas. No es fácil escucharla porque jamás baja la guardia. Es punzante, anticomplaciente. Es una música que persigue las líneas sinuosas que las paredes rurales semejan proseguir. Estoy hablando de las paredes que delimitan la imaginación. Son paredes de música. Y si se pega el oído, se escucha ese devenir cuartetístico. Tres cuartetos apuntalan este disco. O debí haber escrito tres paredes, que son así con sus respectivos tiempos: Cuarteto No. 1 (1er. movimiento, Bajo sombras; 2º movimiento, Si la nieve resbala; 3er. movimiento, 1709; 4º movimiento, Venados y aves; 5º movimiento, Interludio: Si la nieve resbala; 6º movimiento, Son del retorno). Cuarteto No. 2 (1er. movimiento, Nocturno; 2º movimiento, Homenaje a Nanny). Cuarteto No. 3, En el eco de las paredes (1er. movimiento, Ecos. Ya se van I; 2º movimiento, Homenaje, danza I; 3er. movimiento, La Sanmarqueña; 4º movimiento, Corrido. Ya se van II; 5º movimiento, Toque de santos, danza II; Ya se van III).

Son paredes de música. Y lo maravilloso es que se puede arañar en ellas, pasar el lápiz o tramar graffitis. Son paredes de música que resisten todos los embates. De verdad que este hombre Cardona sabe de lo que está hablando cuando se sienta a componer cuartetos (incluso en el tercero le hace un homenaje al zar de los cuartetistas, el maestro Beethoven. Cardona lo dirime así: “El tercer movimiento es un homenaje, desde una óptica latinoamericana, a la particular sensibilidad rítmica de Beethoven, específicamente la que encontramos en el segundo movimiento del opus 135. Aparte de las citas de esta obra, el movimiento busca exponer ese carácter de danza rústica y el rompimiento con las estructuras métricas regulares que se dan en el opus 135”). Quién iba a decirlo que las paredes también se levantan para ser trepadas por la música. Como una oleada de calor salvaje.

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