Soberbia gentrificadora
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
No hay nada tan peligroso como ser demasiado moderno. Oscar Wilde
Una vez más, el gobierno de la Ciudad de México arremete contra barrios ancestrales bajo la estafa de modernizarlos. En este caso, se trata del histórico Barrio de San Pablo Teopan, uno de los cuadrantes de México-Tenochtitlan, ubicado hacia el suroriente de la Plaza Mayor, cuya capilla en honor al evangelista posee una misteriosa leyenda que afirma que se ubica sobre un templo edificado a Huitzilopochtli, sobre el que una nieta del propio Moctezuma Iluicamina, doña Inés de Tapia, edificó la ermita, consagrada por Pedro de Gante y administrada por el poderoso convento de San Francisco hasta el año de 1569, en el que pasó a manos del arzobispo Montúfar.
Por Cédula Real de agosto de 1575 el templo se le asignó a los agustinos, desatándose así un encarnizado conflicto religioso encabezado por el arzobispo Pedro Moya de Contreras, sucesor de Montúfar y la Orden de San Agustín. Merced a instrucciones ultramarinas, el templo se entregó a los seguidores de las reglas del obispo de Hipona, lo que permitió que con primicias, diezmos y limosnas los agustinos levantaran a la vera del templo el Colegio de San Pablo, fundado por Fr. Alonso de la Vera Cruz, quien designó como primer rector del centro educativo a Fray Pedro Agurto, lector de teología, borlado de maestro por la misma orden.
Su edificación, que fue el colegio más reputado de la Nueva España, provocó la compra de solares contiguos a la vieja ermita, a efecto de construir un sólido recinto conventual y escolar cuya magnífica biblioteca, formada por obras escogidas en diversas universidades españolas, rivalizaba con la de la misma Real y Pontificia Universidad, cuyo prestigio iría mermando la matrícula del colegio de San Pablo hasta su cierre definitivo, en los estertores del Virreinato.
El siglo XIX será testigo de su paso de colegio religioso a cuartel, y a partir de 1847 se transformó en hospital municipal donde recibió como primeros pacientes a los heridos en la sangrienta batalla de Padierna, así como a los de Churubusco, del Molino del Rey y de la sede del Colegio Militar, el Alcázar de Chapultepec, cuya épica batalla registrada el 13 de septiembre selló el episodio bélico iniciado por Estados Unidos en contra del gobierno de Santa Anna. Luego, en 1872, a la muerte del presidente Juárez, el cabildo dispuso que el hospital recibiera el nombre del prócer de la Reforma liberal.
A la vera de esta instalación y de la Plaza de Toros de San Pablo, se edificaron curtidurías y vecindades cuya vida nutre la rica descripción que hiciera Rivera Gambas sobre el Barrio de San Pablo y ahora es en este perímetro en el que el actual gobierno de la ciudad pretende estafarnos con un moderno corredor comercial disfrazado de cultura, pensado a semejanza del fallido Corredor de la Avenida Chapultepec, cuyos alcances nos son desconocidos.
Por todo ello, hoy recurro al pensamiento de Wilde, para quien la modernidad extrema representa el riesgo de quedar súbitamente anticuados por un exceso de soberbia gentrificadora.

