Por Boris Berenzon y Gustavo Garibay*

Los conceptos como las teorías, no pasan de moda, no se transcienden o se superan como piensan algunos, solo se reacomodan estratégicamente en la historia para repensarse dialécticamente y por ello su inevitable y fecunda permanencia. Hoy conversemos de feminismo…

A últimas fechas, el debate feminista ha fijado una ruta sin precedentes, su visibilización y posicionamiento como parte de la agenda social de un país violentado. Es cotidiano encontrar debates en redes sociales y otras plataformas digitales, que derivan de situaciones específicas de denuncia. Su popularidad es una oportunidad que, según parece, no será desaprovechada por las activistas, pero tampoco por sus detractores.

No hay mayor argumento que sostenga al feminismo que la pertinencia de su vigencia: la violencia estructural, cultural, histórica, endémica y sistémica en contra de las mujeres. Sin embargo, de lado feminista el debate necesita revisar sus estrategias de posicionamiento; no es la censura al interlocutor lo que da la certidumbre de convencimiento y mucho menos de erradicación del problema. Por supuesto, el movimiento no es unidireccional, no obedece a un programa político o a una sola voz que de manera específica haya establecido un prontuario de necesidades, demandas y conquistas. Se reconoce en lo que históricamente es inaceptable: la violencia contra las mujeres. Incluso en sus vertientes más que radicales desmemoriadas, ese feminismo desaprueba el “tipo” de feminismo que sus otrora precursoras plantearon en contextos históricos específicos. Esta intolerancia ha generado que incluso algunos hombres, asumidos como feministas, hayan comenzado a resguardarse en el mutismo de lo políticamente correcto.

50308058. Madrid.- Multitudinaria manifestación en Madrid por el Día Internacional de La Mujer. La marcha, convocada por más de cuarenta organizaciones de mujeres de la Comunidad de Madrid, discurrirá por la calle de Alcalá desde la Plaza de Cibeles hasta la Puerta del Sol, bajo el lema "¡Contra las violencias y el capital, feminismo radical!". NOTIMEX/FOTO/JUAN CARLOS ROJAS/FRE/WAR/MUJER15/

¿Silencio aliado?

Es ridículo pensar que el problema es el feminismo y no la violencia ejercida hacia las mujeres en una sociedad que oculta las motivaciones de su barbarie. El hecho es irreductible, existe cotidianamente. Por eso el feminismo necesita convertirse en un espacio de diálogo, de convergencias y divergencias teóricas como nos lo demuestra a través de su obra Donna J. Haraway, porque el saber que analiza la complejidad de la violencia contra las mujeres adviene en respuestas al distinguir las lógicas de la dominación y sus escurridizos límites, por ello requiere de apertura interdisciplinaria.

La descolonización del debate, centrado de manera biologicista en el hembrismo vs machismo, debe reconocer que el feminismo no es por sí mismo un modelo de sociedad, sino una acción política desde el conocimiento y que por eso nos encontramos en un proceso de redefinición de categorías, de lenguajes para comprender qué es lo que sucede en lo que quizás sea el mundo más pluralmente injusto que la humanidad haya conocido. Existen posiciones tan endurecidas entre el feminismo histórico, de lucha, los antifeministas de clóset, las llamadas “feminazis”, generando un desgaste entre unos y otros a la hora de asumir posturas éticas y morales.

Podremos superar esta situación si pasamos de la neurótica angustia parlante en la lucha por las precisiones conceptuales y lo públicamente correcto. Es necesario serenarnos, suspender el prejuicio totalitario de creer que sólo de un lado existe el derecho a hablar de un tema y no desde otros enfoques, por diferentes que sean en su praxis política.

FeminismoEl uso público de la razón para la resolver problemas colectivos implica un imperativo, el deber de escuchar. No se trata de ceder para consensuar derechos, sino de romper la tensión dialéctica del amo y del esclavo. El estatuto de verdad que algunas feministas otorgan a los discursos misóginos de sus detractores, paradójicamente asume una función de revitalización del tono violento del que lo proclama, le abre espacio, atrae al agresor y le asigna sin límite la categoría inmerecida de interlocutor. Tampoco se le debe negar, pero quien contraviene el pacto de la conversación más básico: guardar silencio, escuchar, hablar, no podrá nunca comprender que el otro podría tener razón. Como lo dice Martha Naussbaum: “Vivir en democracia implica respetar el derecho de las personas a elegir estilos de vida con los que no estoy de acuerdo.”

Todo debate necesita reglas y claridad, transparencia para ver desde qué lugares provienen nuestras posiciones teóricas, la tradición intelectual o genealogía de nuestro pensamiento. Toda forma de saber es una forma de poder y en un mundo fragmentado por el multicausalismo del activismo organizado, cada día las alianzas se vuelven imprescindibles en medio del ruido posmoderno de la vacilación. A veces los debates teóricos se convierten en una forzada retórica que desempata con las acciones políticas que emprendemos para transformar la realidad. El feminismo no está exento de contradicciones. ¿De qué lado querrá estar el feminismo, de la teoría social o del fundamentalismo ocioso en el que se encuentra atrapado nuestro mundo y su #RevoluciónDelHashtag?

El mundo necesita ideas para debatir, pero sobre todo mucha imaginación y generosidad para conciliar, acercamiento real. Lo peor sería volver al silencio callando a los otros. El encuentro viene de la conversación. Es necesario que todos hablemos de feminismo.

*Historiadores.