(Fragmentos de un discurso pronunciado al convertir en escuela la vieja fortaleza de Campo Columbia, sede del poder militar del batistato y hoy llamada Ciudad Libertad).

Hacía mucho tiempo que estábamos de­seando esta oportunidad. De todos los actos y de todos los hechos que hemos vivido desde que iniciamos esta lucha revolucionaria, ningún momento más feliz para nosotros que este. Les voy a explicar por qué: porque este acto de hoy, esta reunión de ustedes, los niños cubanos, con nosotros, es el acto más hermoso de esta Revolución: porque quiere decir que ustedes no van a vivir como nosotros, quiero decir que ustedes no van a sufrir lo que nosotros sufrimos. Nosotros nunca pudimos venir aquí a esta fortaleza; nosotros sólo sabíamos que aquí se albergaban millares de soldados, de hombres armados, que eran capaces de los peores abusos y de las peores injusticias… Nosotros nos preguntábamos: ¿por qué había tantos soldados aquí adentro?, ¿para que servían las fortalezas militares?… Y nosotros, los que en un tiempo fuimos niños como ustedes, sufrimos, tuvimos la oportunidad de conocer para qué servían aquellos soldados.

En todos nosotros hay un sentimiento de odio contra la injusticia y contra el abuso. Nadie está de acuerdo cuando en la escuela el más fuerte quiere avasallar al más débil; todo el mundo desprecia en la escuela al que quiere imponerse por la fuerza abusando de sus compañeros. Y eso era lo que estaba ocurriendo en todo el país: que los fuertes, porque tenían armas en la mano, vivían abusando del pueblo, que era débil. Por eso, cuando un día, hablando del papel que desempeñaban aquellos soldados, ofrecimos que algún día la fortaleza de Columbia se convertiría en una escuela, estábamos expresando el deseo más profundo de todos nosotros. No fue fácil tomar esta fortaleza. Miles de compañeros cayeron en el camino… Al principio parecía imposible. Nosotros éramos un grupo pequeño… Nadie creía que aquellos que éramos unos pocos, podríamos algún día tomar esta inmensa fortaleza, símbolo de la fuerza y de la dictadura. Sin embargo, tuvimos fe; estamos hoy aquí reunidos con ustedes porque tuvimos fe. Hacía falta luchar mucho, hacía falta ganar muchas batallas, pero nosotros sabíamos que las ganaríamos porque teníamos la razón, porque estábamos defendiendo una causa justa, y así fue como un día las tropas rebeldes entraron en Columbia, después de derrotar a las fuerzas de la dictadura. Y aquella promesa se cumple hoy.

UNITED STATES - APRIL 24: Fidel Castro has his beard admired during a visit to his hotel by youngsters who attended a Queens school with his son. The boy was secretly living here while his father led the Cuban revolution. The kids are (l.-r.) Gene Wolf, Kathy Johnston, Kathy Tableman, David Friedlander, Karen Leland and Robert Boyle. (Photo by George Mattson/NY Daily News Archive via Getty Images)

¿Para qué queremos una fortaleza aquí rodeando la ciudad? ¿Para qué queremos cuarteles, si lo que hace falta son escuelas, si lo que hace falta son campos deportivos, si lo que hace falta es que todo el mundo viva sin miedo, para que todo el mundo vi­va en paz?… Ustedes tienen hoy lo que nos­otros estuvimos deseando siempre, es decir, que esta fortaleza desapareciera… Muchos jóvenes que fueron estudiantes colegiales co­mo ustedes, tuvieron que pagar con su vida esta conquista. Así que la mayor gratitud de los niños tiene que ser para los compañeros que murieron en la lucha. La mayor reveren­cia tiene que ser para los rebeldes que murie­ron para hacer realidad este sueño de tener algún día convertida en Centro Escolar la for­taleza militar de Columbia.

Nosotros tenemos muchas cosas que ha­cer y, sin embargo, no podemos hacerlas. ¿Saben por qué? Porque no tenemos per­sonas preparadas para hacer esas cosas. Mu­chas cosas nos salen mal. ¿Saben por qué? Porque no tenemos personas que sepan ha­cer las cosas bien hechas. ¿Saben por qué no las tenemos? Porque nadie se ocupa de pre­pararlas. Si muchos niños viven hoy pobre­mente, si muchos niños andan mal vestidos, si muchos padres de los niños tienen apenas con qué llevar el pan a su casa, la culpa la tienen los que no se preocuparon de prepa­rar a su pueblo y de trabajar para su pue­blo. Ustedes los niños están sufriendo las con­secuencias de todo el olvido y abandono en que ha vivido nuestro pueblo. Pero no sufri­rán muchas cosas de las que hemos sufrido nosotros, porque nosotros sí vamos a prepa­rar al pueblo para que las cosas salgan bien.

¿Ustedes creen que nosotros lo estamos haciendo bien? Bueno, pues yo creo que no, porque nosotros no sabemos las cosas que ustedes van a saber el día de mañana y a nosotros no nos enseñaron nada de lo que nosotros vamos a enseñarles a ustedes. Hay muchos rebeldes que son magníficos mucha­chos, magníficos soldados, muy valientes, que aprendieron a ganar batallas, las ganaron, pero sin embargo, no pudieron ir a la escue­la. Muchos rebeldes, muchos barbudos de esos que ustedes tanto admiran, tienen que estar haciendo ahora lo que ustedes están haciendo: estudiar, porque no tuvieron la suer­te de ir a la escuela como ustedes. Así que ustedes tienen que hacer las cosas el día de mañana, mejor que nosotros.

¿Creen ustedes que la revolución se hizo ya?… Y si la revolución no se ha he­cho, ¿quién la va a hacer?… Ustedes, ustedes son los que tienen que hacer la verdadera Revolución ¿Ustedes quieren ser buenos revolucionarios? ¿Qué es lo primero que tie­nen que hacer?… ¡Ah!, estudiar. Entonces, el niño que no estudie no es un buen revolu­cionario, porque el niño que no estudie no sabrá hacer las cosas bien hechas y le pa­sará lo que nos pasa a nosotros, que vamos a hacer algo y no nos sale todo lo bien que queremos… Así que si quieren ayudar a su patria tienen que estudiar, porque el que no sepa hacer las cosas no puede ayudar a nadie, se equivoca y aunque las quiera hacer bien no puede, porque no sabe.

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Yo quiero que los niños jueguen, que tengan campos deportivos, que tengan pla­yas, que naden, que se diviertan, que ha­gan excursiones por el campo… (aplausos)… Pero queremos que también estudien… ¡Pero si estudiar no es malo!… ¿Y por qué se ponen más contentos cuando hablo de ir a la playa que cuando hablo de estudiar?… ¿Ustedes no han leído la historia? ¿Ustedes no han leído la historia de la vida de Maceo, de todas las batallas que ganó Maceo? ¿Us­tedes no han leído la vida de Martí, de todos los sacrificios que hizo, de lo bueno y noble que era? ¿A ustedes no les gusta leer toda aquella historia de lo que tuvieron que hacer los cubanos para ser independientes? ¿No es interesante la historia?… El niño que no es­tudia no se divierte, porque si puede estarse divirtiendo todo el día, porque si puede es­tarse divirtiendo todo el día, el día que tiene vacaciones no se divierte…

¿Fortalezas para qué? Si lo que hace falta son centros de enseñanza. Cuando ha­ya que pelear para defender a la Revolución, ¿quién la defiende? Todos. Ahora hay más soldados que antes, porque todos son soldados de la Revolución. Ahora en vez de diez mil, veinte mil o treinta mil, tenemos seis mi­llones de soldados para la Revolución, porque la defienden los niños, los viejos, los campesinos, los obreros, los estudiantes, los maes­tros, todos: todo el pueblo es soldado de la Revolución. Ahora sí es verdad que esta for­taleza no la toman más nunca, porque no es la fortaleza de una pandilla, es la fortaleza de un pueblo; para volver a convertir esto en fortaleza, tienen que ganarle la guerra a seis millones de cubanos.

Así que tenemos un acuerdo entre ustedes y nosotros. Ustedes van a ayudar a la Revolución por todos los medios posibles, porque la Revolución está por hacer y ustedes son los que la tienen que hacer, y para hacerla tienen que estudiar… El año que viene nos volvere­mos a reunir. Vamos a tener un acto con ustedes todos los años.

>>Texto extraído del Suplemento “La Cultura en México” de la Revista Siempre! en 1962.>>

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