Juan Antonio Rosado

Pender necesariamente de algo sin lo cual caeríamos irremediablemente puede suscitarse en distintos órdenes de la vida. El niño suele depender de sus padres y finalmente, a lo largo de la trayectoria vital, nadie resulta en verdad independiente. La cohesión, en el fondo, significa que un elemento depende del otro, en una cadena sintáctica que, en su conjunto, debe funcionar para que cada ingrediente que la constituye adquiera su máximo sentido. Lo anterior, en teoría, debería ocurrir también en la sociedad, en un gobierno o en cualquier organización. Un órgano es una unidad compuesta por muchos elementos que, en conjunto, funcionan tan bien que el órgano, en tanto unidad, resulta tan funcional como cada uno de sus elementos. El problema grave empieza cuando una de las partes de ese órgano invade a las demás con el fin de apropiarse del órgano entero y, si no destruirlo, por lo menos succionarlo hasta hacerlo desaparecer como organización a fin de convertirlo en un simple elemento de una organización parasitaria. No de otro modo han actuado los grandes imperios: primero se incorporan como parte tímida de otra organización; luego se expanden a base de tratados, palabras, traiciones, más palabras, engaños, nuevas palabras, subterfugios…

Ignacio Manuel AltamiranoEn 1871, el escritor Ignacio Manuel Altamirano, quien siempre propugnó porque México fuera un país de verdad, escribía lo siguiente: “Aquí en México todavía no nos hemos atrevido todos a dar el ‘grito de Dolores’ en todas las materias. Todavía recibimos de la ex metrópoli preceptos comerciales, industriales, agrícolas y literarios, con el mismo ‘temor y reverencia’ con que recibían nuestros abuelos las antiguas reales cédulas en que los déspotas nombraban virreyes, prescribían fiestas, o daban la noticia interesante del embarazo de la reina”. A más de cien años, es válido preguntarse qué tanto este país ha avanzado de colonia a semicolonia, y de semicolonia a nación para luego retroceder a neocolonia de otras naciones, a pesar de sus riquezas naturales. Depender casi totalmente de las inversiones y del capital extranjero es una forma de neocolonia. Ya si hablamos de otros órdenes (el literario, el artístico, el cultural en términos generales), México ha conquistado una libertad que le permite apropiarse de los elementos que desee del exterior a fin de oxigenarse, pero esto sólo ocurre en un reducido porcentaje de la élite intelectual. Las masas siguen soñando en ser quienes no son, y en este sentido, autores como Edmundo Desnoes insistieron en que el peor subdesarrollo que puede existir es el subdesarrollo sicológico, mental, espiritual: la dependencia sicológica respecto de otra nación, de otro modelo: se trata de la admiración irracional hacia el otro, contra la que nos previno José Enrique Rodó en 1900. A estas alturas, sabemos que las masas siempre querrán ser como el más “fuerte” sin luchar por mantener o conquistar sus derechos y su identidad, a no ser que sea su vieja identidad, pero prefabricada, “enlatada”, vuelta dócil a base de folklorización y medios masivos. Siempre ha sido más fácil recibir que dar, tomar prestado e incluso robar, ya por admiración o impotencia, que conquistar lo propio a base de estudio y esfuerzo.