Donald Trump

Por Mireille Roccatti

El tan esperado 8 de noviembre finalmente como tenía que ser llegó, y con él la afluencia de votantes que con sus votos propiciaron la llegada al poder de una tendencia cuasi fascista de la sociedad estadounidense que, pletórica de racismo y xenofobia, permanecía larvada en espera de condiciones para emerger, asustar, sorprender y por su tamaño espantar a los propios estamentos liberales norteamericanos y al mundo entero.

El análisis del tema llevará su tiempo y entenderlo a cabalidad requerirá más que tiempo, será sin duda un fenómeno social digno de estudio; tendrá que ser motivo de reflexión académica multidisciplinaria. Es cierto que el ascenso de Mussolini o de Hitler, quienes arribaron al poder democráticamente mediante el voto popular, tiene similitudes pero indudablemente existen diferencias, solo que a los tres los une el indudable apoyo de importantes segmentos sociales mayoritarios, que le otorgaron legitimidad política.

Es difícil entender cómo la sociedad norteamericana, una democracia admirable en muchos sentidos, tan liberal a veces, o tan conservadora en otras, pero siempre privilegiando la libertad; acotando en su esencia el autoritarismo del poder, pudiera albergar en su seno el huevo de la serpiente de un fascismo nazi, que preconiza la supremacía blanca y encuentra en los mexicanos el sustituto de los judíos en su odio.

Para quienes hemos o creemos haber superado la herencia del inconsciente colectivo del antiyanquismo, sin por ello adoptar conductas o actitudes de sumisión o subordinación y hemos tenido además la suerte de defender los legítimos intereses de México en diversos temas de la relación bilateral,  y adicionalmente sentíamos que conocíamos al pueblo estadounidense; nos costaba mucho admitir la existencia de esa veta profunda tan antimexicana, tan racista, tan llena de odio. Y no es que negáramos su existencia o que no la hubiéramos percibido, solo que no la imaginábamos tan grande, tan extendida, tan a flor de piel. Por ello, la sorpresa se trasmutó en indignación y, con el resultado de la elección, angustia y desesperación.

3309-rooccattiEs cierto que nuestra percepción nos llevó a equivocarnos y opinamos que Trump difícilmente tendría éxito dentro de las internas republicanas; cuando lo vimos avanzar en las primarias, volvimos a errar y expresamos que no alcanzaría la nominación y una vez ungido candidato, más por voluntarismo que por un análisis ponderado, supusimos que no sería competitivo. Una serie de factores, entre ellos, una malhadada visita a nuestro país, lo colocó en posibilidad  de ganar la presidencia.

Hoy con el resultado electoral el mal ya está hecho. El odio que emergió en contra de los migrantes y en especial contra los mexicanos, será difícil revertirlo. Ciertamente que deberemos de trabajar y defender a nuestros compatriotas que radican en Estados Unidos, para revalorizar su aporte a la prosperidad y desarrollo estadounidense y una mayor comprensión de su apego a la raigambre mexicana. En ellos tenemos que pensar primero.

Ahora y aquí, lo importante es que la pesadilla es una realidad. El futuro inmediato de deportaciones, devaluaciones, crisis económica, ruptura de acuerdos comerciales y persecución criminalizada de nuestros connacionales tendrá que ser afrontada y será quizás este factor exógeno el que permita la unidad en lo esencial de todos los mexicanos. La tarea inmediata de nuestro gobierno será replantear la relación bilateral con los republicanos y la actitud no puede ser derrotista y a la defensiva.

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