Audaz proyecto urbanístico
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
La preferencia por privilegiar las perspectivas impone el urbanismo a la espontaneidad.
Walter Benjamín
La avenida 20 de Noviembre, la más relevante intervención vial del Centro Histórico del pasado siglo, fue inaugurada hace 80 años con el ingreso de los contingentes de deportistas mediante el cual se conmemoró el 26 aniversario del inicio de la gesta revolucionaria.
El audaz proyecto urbanístico, iniciado por Abelardo Rodríguez en 1934, fue encomendado por el general Cárdenas al jefe del Departamento Central del Distrito Federal, Cosme Hinojosa, quien convocó a los mejores arquitectos de la época para iniciar la apertura de esa gran avenida que vinculara la Calzada de Tlalpan con el Zócalo capitalino.
El proyecto obligó a la demolición del antiguo Portal de las Flores, tradicional mercado proveniente de la época colonial, ubicado en la arcada de las viejas —y muy derruidas— casas del Mayorazgo de Guerrero, a la par de contemplar una de las obras de readecuación monumental más acuciosas de la época: la fusión en ángulo de las fachadas del antiguo templo de San Bernardo, las cuales fueron reconstruidas pieza por pieza y forman ese ángulo que se ubica en 20 de Noviembre y la calle de Venustiano Carranza (antes de San Bernardo).
Asimismo, se redujo la dimensión de las casas de los Condes de la Cortina y se demolieron construcciones menores y calles completas, se despejó el atrio de la parroquia de San Miguel, así como el de la Plaza de la capilla de Santa María de la Concepción de Tlaxcoaque, edificación del siglo XVI que, gracias al decreto expropiatorio del 3 de septiembre de 1937, se pudo recuperar al demoler las edificaciones ubicadas en ese espacio.
El proyecto original contempló desembocar justo frente a la Catedral Metropolitana, lo que obligaba a dividir la Plaza de la Constitución, intervención rechazada por el propio presidente Cárdenas en aras de preservar la traza original dispuesta por Alonso García Bravo para la Plaza Mayor de la capital de la Ciudad de México.
Diseñada partiendo del eje isóptico de la fachada catedralicia, el ancho de la avenida desplazó Madero y Cinco de Mayo como ejes comerciales, cuyos almacenes no pudieron competir con la construcción del Puerto de Liverpool, edificio concebido por el arquitecto Enrique de la Mora, quien sorprendió a los capitalinos con la primera escalera eléctrica del país.
En consonancia con la inauguración de la vialidad, el Congreso de la Unión expidió el decreto por el cual se ordenó conmemorar “este acontecimiento histórico con un desfile de carácter deportivo”, reflejando en él “la voluntad pacífica y conciliadora de nuestro pueblo”.
Y qué mejor escenario para exhibir ese ejército deportivo, que la avenida que inmortalizó la fecha de la gesta revolucionaria al tiempo de privilegiar, como reflexionara el pensador alemán Walter Benjamín, la perspectiva monumental de la Plaza de la Constitución por sobre la caótica espontaneidad urbana que privaba en esa zona.