Pobre Trump…

Humberto Guzmán

El martes 8 de noviembre ocurrió un terrible maleficio. Donald Trump, candidato republicano, arrasó en la votación que lo llevó a la presidencia de Estados Unidos sin que nadie lo previera. Como dijeran en México, y lo hizo el propio Trump, ¿no habrá sido un fraude electoral? También pudo haber sido un acto terrorista orquestado desde Moscú. O la mezquindad de muchos mexicanos y otros “latinos” afincados en ese país, que una vez lograda su residencia, les da pavor que lleguen otros a debilitar su condición de “americanidad”. No faltaron los que creen que un país se puede dirigir como si fuera una empresa.

Por eso observo el espectáculo de la vida diaria como una plaza, en cualquier parte, donde los méritos propios no son suficientes para ganar. Lo señaló Barack Obama: Hillary Clinton tenía toda la capacidad y experiencia para gobernar. De lo que se deduce que Trump no las tenía. Un sujeto que se ha dedicado a especular para hacer su fortuna (presumió no haber pagado impuestos: “legalmente”) y en la televisión amarillista, un reality show, no debió competir para ese puesto. No solo compitió, ¡triunfó! Y, además, arrasó y humilló a su competidora y seguidores.

La mayoría estadounidense impuso la vulgaridad, la incultura, el oportunismo, la marrullería, la improvisación, la zancadilla populista: ¡nos están invadiendo los mexicanos violadores, asesinos, rateros, vagos, nos están quitando los empleos, vamos a levantar un muro entre ese lastre y nuestra moral y bonita casa, nos vamos a encerrar para protegernos del Maligno que viene del sur…!, entre otras oscuridades de la demagogia.

La invasión de los zombies de sus películas llevada a la pantalla de su mente. Tienen miedo. Por eso se defienden, y la defensa propia justifica cualquier respuesta, el muro, la deportación y el asesinato: el salvajismo policiaco, mexicanos cazados allá y acá, pero desde el otro lado de la frontera; todavía creen en la ley del revolver y del rifle, para mantener su “destino manifiesto”.

La ignorancia es la que hace a muchos mexicanos anhelar hacerse gringos o por lo menos irse a vivir allá, aparte los que solo emigran para conseguir un empleo, por miserable que sea.

TrumpEsta catástrofe me hace recordar que Estados Unidos surgió allende nuestra frontera norte, cuando nosotros teníamos años de ser la Nueva España, que hace más de doscientos estaba mucho muy adentro del territorio que ahora les pertenece. Con su espíritu conquistador, depredador, nos fueron ganando el terreno metro a metro hasta que en un desplante calculado por los Trump de esa época nos despojaron —cuando nos llamábamos mexicanos y no novohispanos— de más de la mitad de nuestro territorio, pero pudieron haberse llevado el resto. Tenían planeado convertirse en el gigante que son. En este tema los estadounidenses no titubean, al contrario de los mexicanos, que los domina la inseguridad, la duda (la falacia: somos indios y nos esclavizaron, en un tono de falsa moral).

Yo creo que Clinton no iba a ser muy diferente con relación a México y los mexicanos. Ellos van a actuar siempre a favor de sus intereses. Lo que cambiaría, tal vez, es el trato, la forma, la embestida, la grosería, la cara del dominador. Obama, el “bueno”, ha expulsado a dos y medio millones de indocumentados.

En mi novela La congregación de los muertos o el enigma de Emerenciano Guzmán (Universidad de Querétaro/IIM), en el contexto de 1917 y la Constitución mexicana, el narrador-investigador concluye en un momento: los españoles (de nuestra historia) somos nosotros mismos, los franceses (ídem) son nuestros parientes con los que tuvimos un desliz, pero los estadounidenses (íd.), esos sí son nuestros peligrosos enemigos: lo prueba la demagogia de Trump, presidente electo.

También pierde significado la democracia como tal. Si ésta sirve para erigir personajes tan mediocres, por el voto de una muchedumbre sorda y el “voto electoral” (USA), entonces la democracia como sistema de gobierno, de vida y de convivencia de los individuos y las naciones, es tan manipulable como una dictadura, como la comunista o la islamista.

No obstante, creo que Trump debe fracasar en su nueva empresa, porque va a actuar como empresario agresivo, no sabe hacer otra cosa. Abusaron los que lo encumbraron y los estadounidenses en su conjunto pueden pagar un precio demasiado alto.

Por supuesto, no todos los estadounidenses encajan en este modelo. Como los jóvenes que salen a las calles a gritar not our president, aunque muy tarde, y las bases que no votaron por él.

Lo único bueno que veo en Trump es que es un tipo que no se anda con chiquitas, se observa lo que es a ojos vistas, ambicioso, provocador, tenso: anuncia su ataque, y lo hace, se burla, humilla y arrebata. Así fue su campaña: Make America Great Again!: una promesa para sus fieles y una amenaza contra los demás, como los que nos hallamos al otro lado de su estúpido muro: ya está construido en amplios tramos. Ya existe, lo vi, lo toqué en Tijuana. En ese muro (tan despreciable como el de Berlín, la Cortina de Hierro comunista) empieza la desgracia de Estados Unidos.

Pobre Trump, tan lejos de Dios y tan cerca de México.