Hillary Clinton
Por Alfredo Ríos Camarena
Los sorprendentes e inesperados resultados de la elección presidencial en Estados Unidos han dejado atónito al mundo entero pues los pronósticos más sofisticados de encuestas, mediciones y análisis electorales fueron claramente rebasados frente a una votación irresistible e irremediable a favor de uno de los personajes más negativos de la historia contemporánea.
Más allá de las actitudes neofascistas, xenofóbicas y militaristas del candidato Trump tenemos que encontrar una explicación del proceso político que, sin duda, ha conmovido al mundo.
La respuesta más clara a este enigma de conducta social lo tenemos que desentrañar en el análisis de la creciente desigualdad y pobreza que contrasta con el enriquecimiento estratosférico que han producido las políticas de la globalización.
La apertura indiscriminada de fronteras; el adelgazamiento de los Estados nacionales; el control de los grandes monopolios, reflejado en las instituciones financieras; las empresas dedicadas a la energía, a hidrocarburos, a la petroquímica, a la producción alimentaria, la farmacéutica, la industria bélica, las de comunicación —televisión radio e internet—, la cinematografía y, en general, todos los grandes consorcios que operan en el planeta impulsaron esta absurda carrera que, si bien enriqueció al .01 por ciento de la población, despojó de sus empleos y salarios a millones de seres humanos.
La descentralización de la gran industria hacia los países emergentes ha tenido su impulso y crecimiento con base en salarios bajos, condiciones fiscales preferentes y sistemas de comunicación y transporte a bajos costos.
Bajaron los precios porque los insumos de la oferta fueron más baratos, pero esto propició en los países más industrializados un proceso de despojo y empobrecimiento a sus clases medias, que eran su sostén ideológico y social. Nadie se preocupó por los perdedores de la globalización y los ganadores fueron unos cuantos.
Este y otros fenómenos económicos han provocado el rencor, el enojo y la ira de millones de trabajadores que reclaman un statu quo similar al de finales del siglo XX.
Por eso, esas masas, sin tener claramente un ideario, se revelaron y votaron a favor de la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea, y asoman, a veces, un rostro siniestro desde partidos de extrema derecha en Francia, Austria, Hungría y diversos países de Occidente.
Estos hechos fueron los que condujeron a votar contra el establishment político y social que representa claramente la familia Clinton y, por supuesto, la señora Hillary.
Para los importadores y exportadores de bienes y servicios en Mexico, la revisión del TLCAN puede ser fatal y traer consecuencias de desempleo y falta de producción; frente a esto, el gobierno federal no puede quedar estático, sino recuperar la rectoría del Estado y de la economía, para propiciar una nueva riqueza que la iniciativa privada no va a ser capaz de producir; pues nada hay más temeroso que el dinero, cuyo miedo se refleja en la falta de inversión y producción.
Fincar nuestro futuro en una sola apuesta vinculada a la globalización es equivocado; tenemos que relanzar una mirada a nuestra historia y a nuestros valores constitucionales que hemos venido minando, en aras de un espejismo que surgió de un falso sistema global
Tenemos con qué y sabemos cómo; en vez de ponernos de rodillas y llorar, debemos retomar el hilo de una historia que nos ha permitido ser un pueblo triunfador y vencedor de las peores vicisitudes.