Patricia Gutiérrez-Otero @PatGtzOtero

No me espanta la posibilidad de que las mujeres busquen al hombre con el que quieren salir ni que decidan el tipo de relación que desean tener con él, lo que me molesta es la preponderancia de lo económico en lo humano. Esta reflexión nace de un comercial que aparece en algunos canales de televisión anunciando algo que a primera vista no se sabe qué es.

El comercial está endiabladamente bien hecho y por eso llamó mi atención: una mezcla de perversidad ambigua y estética. Los comerciales, muy veloces, que he visto inician con la imagen de un hombre guapo y la voz en off de una mujer que habla de lo irresistible del cabello o de la piel o de los labios mientras continua el video del joven, en cierto momento aparece un texto dando información aparentemente científica, como la que se ve en shampús o cremas u otros objetos de consumo, para invitar al receptor, a quien se dirigen en segunda persona, a dejarse seducir. Posteriormente aparece esta leyenda en la pantalla: “Adopta un soñador, un rubio, un ingeniero, un pastor, un moreno…”, con una imagen de código de barras. Los adjetivos se van sucediendo con rapidez cada vez mayor para terminar con “adopta un chico.com”. Inmediatamente después aparece un carrito de súper estilizado tipo señalética con un chico que cae dentro. El comercial termina regresando al “chico” del inicio (existen diversos comerciales con chicos de diferente aspecto, edad, raza, etcétera) acompañado por una anciana que se dirige a ellos con una frase afectuosa a la que ellos responden con un gesto cariñoso, ambos se encuentran en un set y una voz masculina en off dice finalmente “Corte”.

La rapidez y el tipo de la serie de imágenes y palabras dichas o escritas juegan voluntariamente con la ambigüedad de lo que anuncian. La palabra misma de adoptar se contrapone con los indicios mercantiles dados (las características de un producto, el código de barras, el carrito de compras), pero se refuerza con la presencia de la anciana. La impresión de conjunto es la ambivalencia. Algo se vende (un hombre), algo que selecciona quien compra (puede ser la misma señora de cabello blanco o puede ser el receptor o la receptora del mensaje), ellos, los anunciantes brindan la manera de acceder a ese mercado por Internet.

Los chicos son la mercancía, las mujeres las clientas que eligen los productos. ¿Anodino? ¿Inocente? ¿Juguetón? Muchos podrían verlo así, utilizar este servicio de citas, aplaudir el empoderamiento femenino y no prestar atención al mensaje que se implanta en el imaginario social: el empoderamiento de las mujeres pasa por transformar las relaciones humanas en relaciones económicas con connotaciones de prostitución masculina, disimuladas bajo la noción de adopción. No es que lo económico no haya teñido siempre las relaciones humanas, pero no se ha enaltecido como el valor primordial. La colonización neoliberal del imaginario que nos transforma en objetos debe desenmascararse a tiempo.

Además opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que se investigue Ayotzinapa, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que Aristegui y su equipo recuperen un espacio, que se respete la verdadera educación, que Graco sea destituido.