En 2017
Alfredo Ríos Camarena
La humanidad ha trasformado sus formas productivas y su concepción de la teoría del valor. Anteriormente, la definición teórica sobre el valor se vinculaba a la escasez, a la utilidad y particularmente —a partir de David Ricardo y de Marx— al trabajo socialmente necesario.
Desentrañar el misterio del valor monetario de las mercancías se ha complicado seriamente a partir de que la producción de bienes y servicios, que disminuye frente al enorme fenómeno de la especulación, que ha sustituido conceptos fundamentales de la economía y ha creado una nueva era, donde la concentración de la riqueza —absurda y grotesca— es el principio y el fin de todas las cosas.
Se han trastocado los sistemas jurídicos y los conceptos de justicia, así como los sistemas políticos y la democracia liberal. Todos los valores se centran en la producción de dinero que hoy, más que nunca, se transforma por la especulación financiera. En estas condiciones se ha transformado la democracia liberal y la estructura constitucional del mundo entero.
Las concepciones éticas se han desintegrado; vivimos en un tiempo de enorme avance tecnológico, pero de absoluta incapacidad de apreciar lo que fueron los paradigmas fundamentales y la razón de ser de la sociedad.
En este escenario, ingresamos al 2017 en medio de guerras comerciales y religiosas y, en nuestro caso, de batallas imposibles de ganar frente a una delincuencia organizada y brutal.
Los partidos políticos a nadie representan y las estructuras jurídicas se desvanecen, frente a la influencia del poderoso caballero Don Dinero.
Vivimos un tiempo en que se requieren cambios para gradualizar la aplicación del modelo neoliberal, que arrasa con principios e ideologías. No tenemos más explicación para justificar los fracasos, que las acciones irracionales de un mercado afectado por la especulación absurda y demoledora.
Para el 2017: o cambiamos el modelo reformándolo y enfocándolo a la solución de los grandes problemas sociales que originan la desigualdad y la pobreza o sucumbiremos en un mundo donde, cada vez más, el pez grande se come al chico.
El gobierno mexicano, del signo político que sea, no puede seguir sosteniendo esta globalización deshumanizada y carente de todo principio moral, es tiempo de retomar la ruta de nuestra historia, que tiene como columna vertebral una teleología social y el desarrollo de un Estado benefactor.
En 2017 tenemos que enfrentar la indudable grave crisis económica y esto sólo se puede lograr con políticas públicas que retomen los principios fundacionales de la república; de otra suerte, la pobreza crecerá aún más y, junto con ella, la delincuencia, la ignorancia y la desesperanza
Estamos en tiempo de hacer un alto en el camino para tratar de enderezar el rumbo nacional, especialmente cuando seremos agredidos comerciales, económicamente por la amenaza del Imperio, que no sólo expulsará migrantes, sino que pretenderá destruir nuestra identidad y nuestra cultura.
2017 tiene que ser un año de renovación de principios y de solidaridad colectiva; sino nos preparamos para enfrentar el futuro inmediato con solidez y patriotismo, los vientos huracanados del malestar social, pueden destruir lo que hemos construido.
No obstante, en la entraña misma de nuestra historia y de nuestra nacionalidad se encuentran elementos para darle un mejor rumbo a la nación y a su pueblo.

