Identidad y pertenencia

Carlos Torres Tinajero

El libro más reciente de María Eugenia Merino, Carson y yo en Nueva York, es un retrato preciso de esa ciudad, a partir de las notas cotidianas de su cuaderno durante una época relativamente reciente, el otoño de 2001. Ofrece un testimonio personal de la investigación sobre Carson McCullers, novelista estadounidense del siglo xx, realizada en el periodo de su beca de residencia artística en Estados Unidos. Planteada con eficacia y sencillez narrativas, además de la investigación de McCullers, también cuenta la experiencia del breve bloqueo en la creación literaria que tuvo y los síntomas de depresión que cualquier persona enfrenta en algún momento de su vida. Hay anécdotas personales, íntimas y directas, escritas con un lenguaje accesible, para describir el viaje y la época de su estancia en Nueva York a plenitud.

Por ese lenguaje sencillo, la descripción del tiempo y del espacio es amena y ligera. El centro del relato parte de una constante búsqueda de identidad —en medio de un territorio ajeno a la cotidianidad de la autora, como Nueva York— y su necesidad de pertenecer, temporalmente, a una ciudad ajena, a una sociedad distinta a la mexicana y a una época —el inicio del siglo xxi—, triste y convulsa en Estados Unidos, como la que se presenta en las páginas.

María Eugenia MerinoEn medio esa constante búsqueda de pertenencia a Nueva York —a la sociedad, al paisaje, a la lengua—, Merino se apropia del espacio ajeno y de las calles cosmopolitas, mediante los paseos cotidianos que relata con un tono nostálgico. La fluidez de la escritura evoca ciertos momentos decisivos en el fin de una época en su vida personal y quizá en el de la época en la geopolítica internacional de una manera entrañable. Porque entre otros elementos, Merino cuenta el horror de los ataques del 11 de septiembre de 2001, a partir de una mirada cercana y sensible.

A partir de esta publicación, el lector se entera de las tareas cotidianas de Merino al estudiar la vida y la obra de McCullers para escribir Las raíces de lo grotesco, el libro en el que seguramente trabaja en este periodo. La intención de la investigación es eminentemente literaria. Aunque en medio de los archivos, de pronto los documentos y el impacto emocional de la investigación parecieran cambiar, en algún modo, parte de la vida personal de Merino.

Como si rastreara las huellas de McCullers, Merino se adentra en las calles que la novelista estadounidense frecuentó en su vida. En medio de la memoria, de sus lecturas y de su investigación, hay un discurso monológico, pero también uno dialógico con y a partir de la escritura en general y de la escritura de McCullers en particular.

Merino tuvo la facilidad y la audacia de rastrear las huellas de la escritora en Estados Unidos. Anduvo en la búsqueda de los documentos, las calles, los ríos y los sitios que frecuentaba: de Dakota a la Biblioteca Pública, a Riverside Drive o al cementerio Oak Hills donde reposan sus restos. Evidentemente, por el uso del lenguaje en el libro, las notas de McCullers solo le sirven de pretexto para emprender una introspección en sus lecturas, en sus paseos y en su vida. Y, en medio de esa introspección, el lector llega a la gran apues- ta del libro: la ciudad, la soledad y la depresión en Nueva York, pues no solo es el escenario de la residencia literaria de Merino. Se convierte en el espejo de una sociedad multiétnica y cosmopolita —por los diversos orígenes de las personas—, que vive de prisa, inmersa en rutinas individualistas, tanto que determina la velocidad narrativa del texto.

María Eugenia Merino

María Eugenia Merino

Aquel otoño en Nueva York fue inolvidable para la autora. Paulatinamente, algunos síntomas depresivos se convirtieron en un obstáculo para realizar sus actividades cotidianas. Uno de los logros más significativos de Carson y yo en Nueva York es hacer un registro detallado de la depresión, visto a la luz del tiempo, pues logra separarse de su experiencia con frialdad para describirla y ofrecer una radiografía precisa.

Por su concisión y por el impacto social y emocional, “Aquel martes” es uno de los fragmentos con mayor intensidad narrativa en el libro. Se cuenta la experiencia de la autora durante la caída de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. El cuidado de la prosa y la fuerza emotiva del texto hablan, sin duda, de un sentido de pertenencia a una sociedad ajena, de haber estado ahí y de haber sentido, en carne propia, el miedo y la desolación de ese martes en la ciudad.

Carson McMullersA diferencia de otros textos sobre la caída de las Torres, la importancia de este fragmento radica en el tono personal. Conforme el relato de las horas de ese día avanza, la descripción de Merino adquiere una insospechada vertiginosidad. No solo se trata de un registro de hechos. Es la mirada nostálgica de una mexicana en medio de una tragedia de índole internacional. Desde ahí, desde la carga social, geográfica, cultural, pero sobre todo humana de un mexicano en Nueva York, se relata la rutina, y el día que la vida cambió en la ciudad, radicalmente. Como ella lo describe textualmente: “Y aquel martes de septiembre cesó la música. En la estación de la calle 72 de la línea 1 del metro no estaba ya aquel japonés que tocaba sus suaves melodías cuando había poca gente, pero que pasaba a música más movida cuando el andén se iba llenando de personas ansiosas que no querían llegar tarde a su trabajo. Por las tardes, no se vio más aquel joven alto y huesudo y desgarbado, de melena hirsuta y ojos hundidos que siempre tocaba con su flauta El cóndor pasa”.

Mientras retrata el 11 de septiembre, Merino sugiere un cambio profundo en la manera en la que las personas hicieron contacto con el otro a partir de esa mañana. Pareció, según su testimonio, que los lazos humanos se estrecharon y la manera de andar por la calle se volvió más sencilla, más fraterna. Todo cambió hasta reorganizarse; todo, incluso los planes que Merino tenía de ir al norte de Nueva York, al pueblo donde McCullers vivió y al cementerio de Oaks Hills, el lugar donde está sepultada, antes de su regreso a México.

La reciente publicación de Carson y yo en Nueva York es la oportunidad idónea para mirar y revalorar los textos testimoniales, como lo propone la autora. Pero al mismo tiempo, es una sugerencia para dar un paseo por la ciudad, la literatura, el tiempo y la investigación literaria. Al pensar en la historia y en la crítica literarias, el libro también pareciera ser un buen pretexto para regresar a los escritos más importantes de McCullers, ahora con la posibilidad de acompañarlos con la experiencia de Merino. Este trabajo, innovador por su propuesta formal, es una conversación —pública y privada— con McCullers que seguramente aportará nuevas claves para una lectura seria, comprometida y cada vez más precisa.

Revista mensual de cultura Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana. Año xxxvi, época v, vol. iii, núm, 33, octubre 2016.