Es una caja de Pandora
René Anaya
No se trata de estar en sintonía con el pensamiento retrógrado del próximo gobierno estadounidense, sino de mencionar uno de los problemas que el progreso tecnológico ha originado: 50 millones de toneladas de basura electrónica o residuos eléctricos y electrónicos que se generan en el mundo.
Esa chatarra electrónica se acumula principalmente en los países no desarrollados, pero no por que sean los grandes consumidores o usuarios, por supuesto, sino porque allí llegan los residuos que los países industrializados desechan.
Un producto de gran crecimiento
Los 50 millones de toneladas de residuos eléctricos y electrónicos que el mundo produce cada año equivalen a 82 veces el número de aviones jumbo que anualmente se fabrican, por lo que es uno de los flujos de residuos de más rápido crecimiento en el mundo, según informes del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Ese dato no da una idea cabal del problema, por lo que el PNUMA ejemplifica con más precisión que una tonelada de basura electrónica se compone, aproximadamente, de 37 televisores, 135 computadoras de escritorio, ocho mil teléfonos celulares y 3 mil 333 teclados. Aún así, resulta difícil imaginar esa cantidad multiplicada por 50 millones.
Pero la basura electrónica también incluye otros dispositivos, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, un residuo electrónico es “todo aparato que utiliza un suministro de energía eléctrica y que ha llegado al fin de su vida útil”. Por su parte, el Centro Regional Basilea para América del Sur refiere que los residuos electrónicos son “todos los aparatos eléctricos o electrónicos que pasan a ser residuos, este término comprende todos aquellos componentes, subconjuntos y consumibles que forman parte del producto en el momento en que se desecha”.
A partir de esas definiciones, los residuos electrónicos y eléctricos son: teclados, impresoras, faxes, DVD/VHS/Beta/MP3, miniconsolas, cámaras fotográficas y de video, agendas electrónicas, escáner, minicomponentes, radiograbadoras, consolas amplificadoras, teléfonos fijos, inalámbricos y celulares, proyectores, no-breakers, ratón, radios, radios de coche, multiplexores, amplificadores, bocinas, ecualizadores, microondas, CPU, laptops, discos duros, tabletas, televisores, pantallas, enchufes, cargadores y los dispositivos que se vayan acumulando.
Cada año, según datos del PNUMA, los europeos generan la mayor cantidad de residuos electrónicos: 15.6 kilogramos por habitante, le sigue el continente americano, con 12.2 kilogramos por persona; los asiáticos (3.7) y los africanos (1.7). Pero quienes más basura electrónica acumulan son los asiáticos y los africanos.

La capital de los residuos electrónicos
En China, en la ciudad de Guiyu, al sudeste del país, se encuentra la capital de los desechos electrónicos del mundo. Se estima que allí trabajan 150 000 personas que desensamblan y recuperan partes de la chatarra, como metales, para venderlos o reutilizarlos. Acra, capital de Ghana, disputa el título a Guiyu, con unos cinco millones de aparatos electrónicos desechados que llegan de Europa, Estados Unidos y la propia China.
Se podría suponer que China y Ghana son los dos grandes saneadores ambientales de los residuos electrónicos, pero en esa labor los trabajadores están en contacto con sustancias tóxicas que causan un gran daño a la salud. En una lista no exhaustiva del PNUMA, se destacan las afectaciones a sistemas y tejidos del organismo que producen los componentes de esa chatarra electrónica:
- Sistema nervioso central: antimonio, arsénico, berilio, plomo, mercurio y bifenilos policlorados (PCB).
- Sistemas digestivo y urinario: antimonio, cadmio, plomo.
- Sistemas reproductor y endocrino: retardantes de llama: bromados, dioxinas y furanos (PCDD/PCDF), DDT, plomo.
- Sistema respiratorio: arsénico, cromo, mercurio, cloruro de vinilo.
- Tejido sanguíneo: plomo y mercurio.
- Sistema musculoesquelético: aluminio, cadmio y plomo.
- Sistema inmunológico: dioxinas y furanos, (PCDD/PCDF), DDT, PCB.
Este problema de contaminación no es exclusivo de esas ciudades, sino también de otros lugares donde no se maneja adecuadamente la chatarra electrónica. En México, se recicla solamente diez por ciento de la basura electrónica, 40 por ciento permanece en las casas, arrumbada en algún armario, cuarto de azotea o, incluso, en la sala como objeto de museo; lo peor es que la mitad de esos residuos electrónicos llega a los rellenos sanitarios o tiraderos no controlados, donde es un foco de contaminación.
A pesar de que la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos considera esos residuos como de responsabilidad compartida, es decir que su manejo “requiere la participación conjunta, coordinada y diferenciada de productores, distribuidores, consumidores, usuarios de subproductos, y de los tres órdenes de gobierno según corresponda, bajo un esquema de factibilidad de mercado y eficiencia ambiental, tecnológica, económica y social”, en la práctica no hay esa responsabilidad compartida.
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f/René Anaya Periodista Científico
