Las lágrimas de Cuauhtémoc Blanco en la presidencia municipal de Cuernavaca no pueden entenderse sin recordar los pleitos personales, agresiones verbales y los cientos de trifulcas que provocó en la cancha de futbol y fuera de ella.

Directora de la revista Siempre!Blanco, considerado uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, es una leyenda futbolística, pero también un gesticulador que ha sabido recurrir al histrionismo para conquistar la simpatía de las masas.

No le importa, ni le ha importado, pasar de actitudes claramente misóginas, al “llanto de mujer”, si con eso obtiene lo que quiere. La crónica deportiva recuerda cómo en 2003 le gritó en plena cancha a Virginia Tovar, árbitro en un partido entre el América y el Irapuato: “Mejor ponte a lavar platos”.

Blanco debe su popularidad a ser uno de los mejores delanteros y  goleadores, pero también por ser un prototipo del macho mexicano que sigue conmoviendo el inconsciente colectivo identificado en otro momento con figuras cinematográficas como Pedro Infante o Jorge Negrete.

Y como todo macho, siempre ha tenido problemas con la autoridad. Hay una larga lista de árbitros que pueden dar cuenta de los insultos y agresiones que recibieron del famoso Cuau, cada vez que se atrevían a marcarle una falta.

Toda esa personalidad arbitraria, gustosa del escándalo y el histrionismo, que en otro momento fue comprada por el Club América o el Chicago Fire por varios millones de dólares, la adquirió en 2015 el Partido Social Demócrata para que Cuauhtémoc Blanco contendiera como candidato por la presidencia municipal de Cuernavaca.

Blanco, de acuerdo con diferentes versiones de sus hoy enemigos políticos, pidió 7 millones de pesos, sin importar si ganaba o perdía, a cambio de contender por la alcaldía.

En menos de un año, el  deportista se encargó de llevar los escándalos que acostumbraba provocar en cancha, a los escenario de la política morelense.

El Congreso del estado decidió por 27 votos a favor y cero en contra llevarlo a juicio político por múltiples y variadas razones. Las menores tienen que ver con el abandono en el que, durante los primeros meses, dejó la presidencia municipal, seguramente por no saber qué hacer en ella.

Las más graves están relacionadas con haber acreditado de forma ilegal su residencia en Morelos  y recibir de manera irregular donaciones para obra pública sin la autorización del cabildo.

Así como se revolcaba en la cancha fingiendo dolor, Blanco recurrió a la huelga de hambre en las afueras de la Catedral de la “eterna primavera” para mostrarse como un mártir en crucifixión y recibir el apoyo de sus seguidores.

Su caso es un claro ejemplo de los altos costos que pagan los partidos y la política misma por llevar al poder a personajes que, salvo escándalos y división, nada tienen que ofrecer a la sociedad.

Blanco es la encarnación de ese populismo primitivo que busca el poder por el poder mismo, sin tener proyecto y sin la más mínima idea de lo que significa gobernar.

El futbolista en la alcaldía de Cuernavaca recuerda el mundo del absurdo en el que hoy vive la democracia mexicana: entre más ilegal y demagógico sea un político, más adeptos tiene y más difícil es llevarlo ante la ley.

@pagesbeatriz