Por culpa de las pandillas no puedo regresar a Honduras

 

“Mi vida ha sido totalmente un desastre desde que tenía 10 años, sufrir y sufrir. Me vine acá para no sufrir, no puedo trabajar y estudiar muy bien por las pandillas y la maldad en mi país. Odio a Honduras, soy de allá, pero lo odio. Me han pasado muchas cosas malas”.

 

La violencia en Honduras es una enfermedad crónica. Los factores principales por los que sus habitantes salen de ese país son la falta de oportunidades, el acoso y la operación de bandas criminales que extorsionan y secuestran, imponen la ley de plomo a más de 8 millones de habitantes de la nación centroamericana.

Juan Ramón Alvarado Antúnez, de 17 años de edad, huyó de Olanchito, Honduras, por negarse a trabajar con los pandilleros, la consecuencia es clara: si no te unes al clan, mueres.

Juan Ramón fue inmensamente feliz hasta los 10 años cuando sus padres estaban juntos, pero cuando se separaron su vida se convirtió en un abismo. Decidió salir de casa y dejar a sus progenitores: “tomé una decisión bien estúpida porque pensé que si me iba con uno, el otro se iba a sentir mal; decidí vivir mi vida yo solo, fue uno de los errores que tuve”.

Trabajar y estudiar al mismo tiempo se convirtió en la rutina de Juan Ramón, sin embargo, el dinero no era suficiente para pagar la renta del departamento, comidas y otros gastos. Abandonó sus estudios de primero de secundaria y buscó un segundo empleo. Desde las cuatro de la mañana se encargaba de repartir carne de res en las tiendas, y por la noche lavaba autos.

Todo parecía estar bien, pero ser repartidor le trajo muchos problemas, ya que en Honduras no se puede cruzar fronteras de calles y colonias en donde no perteneces, porque de lo contrario te matan o “buscan que sueltes la sopa”, y preguntan quién es el jefe de la pandilla a la que perteneces.

El país centroamericano es conocido por la omnipresencia de la Mara Salvatrucha (MS) y su rival, la Pandilla 18, éstas han hecho de los centros urbanos sus cuarteles de operación. Las razones por las que pelean estos grupos delictivos son por tráfico de drogas y armamento, y obligan a los menores de edad a trabajar con ellos, abusan de las mujeres como estilo de vida. En medio de este caos, Juan Ramón estuvo orillado a vivir en diversas colonias.

“Siempre vivía un mes en una colonia, un mes en otra, me cambiaba constantemente porque la mayoría de la gente así está, los pandilleros se han ido a meter ahí, los habitantes no están a gusto. Hay una palabra clave, extorsión: si tienen niñas o mujeres, las violan. Las meten a las pandillas. No puedes estar seguro ni un minuto”.

Recuerda que todavía en 2009 podía caminar por las calles, visitar a sus amores de la infancia. Sin embargo, la paz se esfumó cuando los pandilleros se apoderaron de los espacios púbicos.

Es normal que en Honduras se encuentren cuerpos desmembrados, mujeres secuestradas en sus propias casas por el miedo a salir a las calles, hay violaciones al por mayor. Los estudiantes tienen que transportarse en autobuses oficiales de sus colegios por temor a que sean “levantados” por sicarios.

Juan Ramón está sentado en el jardín del Centro de Protección Internacional para Adolescentes en el Camino (Ceproyac), ubicado en Azcapotzalco, y asegura que los jefes de la policía hondureña son los mismos delincuentes: “ellos mismos hacen reuniones y matan a la gente que está abriendo la boca, los agarran y los asesinan. Tienen una cara frente al Presidente y ya están viendo cuántos van a matar; los policías y los pandilleros se están uniendo para hacer sus travesuras”.

El joven hondureño, hermano de Christian (23), José Manuel (21), Luis Aldair (18) y Greysi (13), huyó de su país con el sueño de llegar a Alabama, Estados Unidos, y encontrase con Rony, amigo de la infancia, a quien crió Gregoria, madre de Juan Ramón. Escapar de la violencia, trabajar y regresar por su madre y su hermano Luis Aldair eran los pensamientos que acompañaron a Juan Ramón durante su trayecto hacia México. Sin embargo, nadie le explicó que necesitaba documentos para cruzar la frontera norte, por lo que se vio obligado a pedir refugio en el albergue “Hermanos en el Camino” en Ixtepec, Oaxaca, fundado por el sacerdote Alejandro Solalinde, para ser trasladado después a Ceproyac, en la Ciudad de México.

Durante el camino de más de mil 948 kilómetros, Juan Ramón sufrió violencia de policías mexicanos: “me quitaron dinero. La costumbre mía es traer una parte en la bolsa, otra parte en los zapatos y sólo me quitaron lo de la parte de enfrente como mil 300 quetzales (477.54 pesos mexicanos). Salí hasta la frontera y llegué a la mañana allá, me pasé a un pesero y me quitaron dinero”.

También sufrió abusos por parte de un grupo que se encontraba en Hidalgo, lo bajaron de La Bestia y lo acusaron de pertenecer a la Mara Salvatrucha. El joven consiguió alejarse lo más rápido de sus agresores, no obstante, metros más adelante, lo volvieron a capturar y le propinaron un golpe brutal en el estómago que casi pierde le conocimiento.

Acostumbrado a los golpes, Juan Ramón se levantó y continúo corriendo, llegó a casa de un “Don” que le dio posada por una noche. Alrededor de las cinco de la mañana del día siguiente tomó camino hacia lo que sería su nuevo hogar, Ceproyac. 

Meses antes de llegar a México y con tan sólo 16 años, una pandilla lo persiguió por el Escuadrón de la Muerte, una colonia altamente peligrosa en Honduras. Una noche anterior, Juan Ramón se había quedado a dormir con una muchacha, pero debido a que al día siguiente tenía que trabajar muy temprano tuvo que abandonar la casa de la joven, pero no contaba que grupos de la colonia lo vieran y le soltaran unos plomazos por el simple hecho de pisar “su territorio”. “Venían unos sujetos que tenían problemas conmigo y me persiguieron por la calle lanzando tiros. Yo no sentí el rozón hasta que llegué a mi hogar, me quité la camisa y estaba llena de sangre, pensé que me habían matado”.

Ese disparo provocó que Juan Ramón comenzará a pensar la posibilidad de abandonar su país. Los siguientes días fueron un calvario: regresó a vivir por un año con su madre y salía a las calles con temor de ser asesinado, su vida era un infierno. Tuvo contacto con Rony a través de Facebook, el cual le envió 2 mil lempiras (mil 740 pesos mexicanos), así pudo llegar a suelo nacional.

Asistir a misa todos los domingos, a las cuatro de la tarde, era uno de sus pasatiempos favoritos de Juan Ramón. Él se considera una persona católica. Desde que llegó a México no ha encontrado alguna religión que lo satisfaga, y se ha refugiado en la música cristiana. Juan Ramón es uno de los 10 refugiados que se encuentran en el Centro de Protección que recibe a adolescentes principalmente de Honduras, Guatemala y el Salvador.

Recuerda a Gregoria, su madre, aquella mujer de 41 años que aparenta ser más joven, quien al igual que los otros habitantes de Honduras ha ido rotando por distintas las colonias porque un pandillero la tiene amenazada de muerte: no quiso ser “su mujer”. Desde que su vida corre peligro, no ve la luz del sol. 

Por su parte, Greysi, hermana menor de Juan Ramón, tuvo que casarse a los 13 años, ya que los delincuentes la acosaban por el hecho de “haberse desarrollado muy rápido”. Su esposo se fue a Estados Unidos y lucha todos los días para poder llevársela. Juan Ramón indica que la menor de la familia Alvarado no corre peligro en las calles porque su suegra, una ex pandillera, la cuida y por el hecho de haber sido de esa mafia, no le hacen nada. “Hay riesgo cuando sale a la calle por otras pandillas, pero no sale de ahí sino va con la suegra porque tiene mucho trabajo en la caseta de comida, no le da tiempo de salir”.

El rostro moreno de Juan Ramón muestra el odio que siente por Honduras. Menciona que no extraña nada de allá, sólo recuerda a su padre José Manuel de 61 años de edad, a su madre y su hermano “es como si nunca hubiera vivido ahí, nunca existió Honduras, como que no soy de allá”.

Graduarse de la carrera de abogado-periodismo y abogado-notario es el sueño más grande de Juan Ramón. Vivir en un cómodo departamento de la Ciudad de México a lado de Gregoria y de Luis Aldair, es el anhelo con el que sueña todas las noches sobre un catre que le proporcionó el albergue.

Sin retorno

El sueño americano está cada vez más lejos de Latinoamérica. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Migración (INM), cada año transitan alrededor de 450 mil latinos a través de México para llegar a los diferentes ciudades de Estados Unidos. De ese porcentaje, 120 mil son centroamericanos, quienes representan 15% de los 11 millones de inmigrantes que residen en suelo norteamericano de manera ilegal.

El miedo que sembró Donald Trump en los migrantes latinoamericanos durante su campaña electoral, recrudeció el pasado 9 de noviembre cuando logró vencer a Hillary Clinton por la presidencia de Estados Unidos. Aunque el anuncio de construir un gran muro tiene a México expectante y preocupado, el senador Bernie Sanders afirmó que “en lugar de asustar a 11 millones de indocumentados, necesitamos una reforma migratoria integral y con un camino hacia obtener la ciudadanía”.

En México también se han generado opiniones al respecto, por ejemplo, el historiador Enrique Krauze, en su columna del 23 de noviembre en el diario The Washington Post, expresó que para todos aquellos migrantes que están a punto de ser deportados “no existe otro hogar para regresar”.

Para Rodolfo Casillas, Investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y experto en migración, México y algunos países de Centroamérica tienen este problema, ya que ambas regiones están plagadas de inseguridad, crimen organizado y hay ingobernabilidad, lo que desencadena que la gente migre para “preservar su integridad física”.

Ante esta amenaza de Trump, los inmigrantes deberán tomar medidas precautorias para evitar ser deportados, por lo que el investigador recomienda que se sigan dos esquemas: medidas proteccionistas que introdujo la Cancillería “para paliar los efectos más severos de la política, que pueda poner en práctica la nueva administración; y el recurso de la sociedad que es el que está más al alcance de la gente tanto en Estados Unidos como en México”.

“No hay una sola medida práctica que por sí sola resuelva un problema tan complejo. Hay medidas que son francamente preocupantes porque tienen un dejo demagógico como la del Secretario de Gobernación, quien firmó un acuerdo con el sector empresarial para crear programas de empleo a los expulsados de Estados Unidos”.

Por otra parte, el problema migratorio que existe en Europa a causa de los refugiados sirios tiene que ver con la ruptura del equilibrio político en ese país árabe, en donde las grandes potencias buscan un reacomodo de las fuerzas en la región, lo que ha provocado serios enfrentamientos y ha dado paso a que cientos de miles de migrantes quieran buscar refugio en la Europa Occidental.

¿Cuáles son los principales factores que desencadenan la migración internacional?

Uno de los principales factores de la movilidad internacional es la economía, asociado a ello se encuentra la reunificación familiar y el cambio generacional o “la reincorporación de los jóvenes al camino que siguieron los adultos”, quienes les dieron ese ejemplo de migración.

Casillas aclara que para Europa no representa el único problema, ya que los latinos que radican en Estados Unidos enfrentan una dura crisis migratoria, aunado al triunfo de Donald Trump, buscan otras naciones. Ante esta incertidumbre, el profesor de FLACSO indica que los pronunciamientos de Trump fueron contra la migración mexicana, y que todo indica que al inicio de su administración comenzará una política antinmigratoria de grandes alcances, “el volumen de personas afectadas está por verse”.

Al referirse a la migración centroamericana y al Plan Frontera Sur, que para muchos especialistas es un clara concesión a Estados Unidos para controlar el flujo migratorio, Rodolfo Casillas lamenta que en el discurso oficial se hable de la migración mexicana pero se omita hacer referencia a la migración de paso. Y la cifra apunta a que 9 de cada 10 migrantes de paso provienen de Centroamérica, y el resto son de otras nacionalidades.

“Si nosotros analizamos cómo le ha ido a esta población en su paso por México, diría que le ha ido de la patada y no sólo por el volumen de los que son detenidos sino por la cantidad de homicidios y secuestros, que se estima son entre 9 mil y 10 mil plagios al año en migrantes internacionales en México”.

-¿Es posible hablar de un “sueño mexicano” ante los obstáculos que se enfrentan los migrantes centroamericanos para cruzar la frontera norte?

Aunque el “American Dream” sigue siendo un sueño vivo, el “Mexican Dream” comienza a ser una posibilidad “no deseada, no buscada, pero sí es una alternativa de facto”. Pero es necesario establecer garantías para la integridad física de los migrantes centroamericanos, medidas que contrarresten las redes de tráfico y trata de personas y acciones que fortalezcan el desarrollo regional.