Situación fallida

Teodoro Barajas Rodríguez

Una constante en la historia de la humanidad ha sido la guerra, la violencia nunca pereció, diversas obras de la literatura mundial lo reflejan, por ejemplo La Iliada, evocar algunos nombres es hacerlo también de masacres, batallas y sangre: Alejandro Magno, Julio César, Napoleón Bonaparte y un extenso directorio que no concluye.

En nuestro país un once de diciembre de 2006 el entonces presidente de México Felipe Calderón Hinojosa declaró la guerra al narcotráfico, los saldos horrorizan porque las estadísticas mortales no amainan, nuestro país padece los estragos producidos por el crimen organizado que corrompió a diversos servidores públicos e infectó instituciones.

Suponemos que el entonces mandatario originario de Morelia concibió la mencionada declaratoria con buenos deseos, solo que las guerras no se ganan con la buena fe sino con una bien delineada táctica y estrategia, no a troche y moche.

Los efectos del crimen en nuestro país son ostensibles, se padecen a diario. La percepción ciudadana indica, sin matices de ninguna índole, que la citada guerra se ha perdido. De 2006 a la actualidad ya se pueden contabilizar más de 120 mil muertos y miles de personas desaparecidas, dichos registros hablan por sí mismos, de manera que el fracaso es una realidad.

Recién el penalista Juan Velázquez refirió que México tiene una de las policías más corruptas y la peor en América Latina, la ineficiencia parece inherente a las corporaciones policiacas, los resultados lo confirman.

El propio general secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, señaló recientemente que ejercer labores de policía desnaturaliza el papel del ejército, pidió un marco normativo para regularizar dichas incursiones.

Lo cierto es que los saldos de la denominada guerra contra el narco no son, para nada, favorables. En muchos estados de la república los daños no han terminado de contarse, exmandatarios prófugos por su presunta relación con grupos delictivos, protestas ciudadanas, violación a los derechos humanos son algunas marcas que ha dejado la última década en el país. Situación a todas luces fallida.

Plomo, armas, muertes han cabalgado en los últimos diez años, parece no tener fin el caos que refleja una nación sumida en la incertidumbre con cada vez más numerosos linchamientos que resultan sintomáticos del colapso del Estado de derecho.

No se han explorado otras vías para la restauración del tejido social, la cultura y las artes suelen no ser prioridad para los diferentes niveles de gobierno, muchos de los mandatarios ni son cultos ni entienden cómo perfilar políticas públicas en la materia, naufragan entre el ego y su insoportable levedad.

Diez años han transcurrido de aquella voluntariosa declaración de guerra que parece reportar un naufragio, más de cien mil muertos y violaciones a los derechos humanos, obituarios, elegías, inconformidad. Balazos.

El Estado de derecho se percibe nebuloso, decadente y parece transformarse en otro al que se le puede denominar fallido.

Barajas