Jaime Septién

 Asia sigue en primer lugar, América Latina se retrasa en la materia más importante de la vida en sociedad: la educación (sobre todo la educación a niños y jóvenes). México va a la cola del “Club de los ricos” (la OCDE). Así lo demuestran los recientes resultados dados a conocer sobre el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA por sus siglas en inglés) realizado este 2016.
Si bien países como Perú y Colombia han mejorado su rendimiento en ciencias y en matemáticas, el resto de la región sigue hundido en un mediocre desempeño. Esto aleja cada vez más a América Latina de los niveles de competencia y las habilidades de pensamiento que exige el mundo actual.
El liderazgo mundial de las pruebas PISA que se realizan cada tres años y miden el desempeño en ciencias, lectura y matemáticas de más de 500 mil adolescentes de 15 años en 72 países, pertenece a Singapur. La mejor posición de la región latinoamericana fue para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con el lugar 38 en ciencias, y la peor para República Dominicana, número 70 en ciencias y matemáticas. Y México es el más retrasado entre los países que pertenecen a la OCDE.
Según los especialistas, la primera de todas las tareas en México y Latinoamérica es enfrentar el fenómeno de la desigualdad, que se refleja en los niveles de respuesta de los adolescentes en la prueba PISA. En ese sentido, Chile y Perú son importantes ejemplos, por estar poniendo a la par a los colegios privados con los públicos.
También los especialistas señalan que la región, para avanzar en materia educativa, tiene que hacer mucho más atractiva la carrera de maestro de escuela; estimular la colaboración creativa entre maestros y alumnos y entre los maestros mismos, introducir a los alumnos en el pensamiento científico y enseñar pocas cosas pero en profundidad.
También, poner mucho mayor énfasis en mejorar la enseñanza preescolar pues hay una relación directa entre ésta y el desempeño posterior del alumno. Finalmente, enfrentar el problema de la deserción escolar, sobre todo a nivel de educación secundaria, cuando son muchas las niñas y los niños que se ven obligados por las circunstancias a dejar la educación para ayudar a su familia.
Sin hacer frente a este dilema, esencial para mejorar en todos los niveles de la vida, la región —y México— seguirán dependiendo de la “educación de la tele”, con sus tremendas consecuencias de desarraigo, mala nutrición, embrutecimiento y violencia.