Yazmín Alessandrini
A Oaxaca y a Veracruz los hermana la desgracia. Bueno, a Oaxaca, a Veracruz y a casi todos los estados de la república mexicana, cuando se trata de abordarlos desde una óptica meramente política, los hermana la desgracia. Administración tras administración, sexenio tras sexenio, gobernador tras gobernador la historia pareciera ser siempre la misma: saqueos, corrupción, endeudamiento, rezagos, fraudes y un kilométrico etcétera de calamidades que paradójicamente por lo regular acaban acompañando a mandatarios estatales salientes (y también a sus familiares, amigos y colaboradores) que se marchan con los bolsillos hinchados de dinero.
El jueves pasado, en un convulsionado ambiente social que estuvo aderezado con manifestaciones, protestas y tensas situaciones que amenazaban con salirse de cauce, Oaxaca y Veracruz estrenaron gobernadores: Alejandro Murat Hinojosa y Miguel Ángel Yunes Linares, respectivamente, cuyas gestiones lamentablemente tendrán un margen de maniobra sumamente estrecho debido a los excesos y abusos que cometieron sus antecesores: el aliancista Gabino Cué Monteagudo y el priista Javier Duarte de Ochoa, éste último ya prófugo de la justicia mexicana desde hace algunas semanas por el enorme cúmulo de pillerías que manufacturó desde la parte más alta del organigrama político veracruzano.
Con respecto a Cué, la verdad es que prácticamente no hay nada qué ponderar con respecto a su labor como gobernador en la entidad oaxaqueña durante los últimos seis años. Desde el día número 1 de su gestión sólo se dedicó a nadar de pechito y a hacer como que hacía, lo que en consecuencia derivó en 2 mil 191 días de intrascendencia y mediocridad para este gris, muy gris político.
Y ahora, recibiendo dos estados totalmente quebrados y completamente lastimados por la clase política, Murat Hinojosa y Yunes Linares se aprestan, primero que nada, a intentar tener un acercamiento legítimo con la ciudadanía para iniciar una operación cicatriz que les permita arrancar sus respectivas gestiones con un poco de esperanza para aquella gente que confió en ellos en las urnas en junio pasado y que esperan que ellos sean los artífices de un nuevo comienzo que les permita encontrar un poco de certeza y de esperanza para retomar su cotidianeidad alejados de la desconfianza que sembraron Cué y Duarte.
A unas horas de asumir su nueva encomienda, Alejandro Murat se sinceró con todos los oaxaqueños: “Me dejaron un estado colapsado económica y socialmente”, señaló, al tiempo que invitó a todos aquellos inconformes por los desastres heredados por su antecesor a dialogar y a buscar soluciones en aquellas áreas que requieren de atención y acción inmediatas: el sector salud, la seguridad pública, los problemas con los transportistas, los universitarios y los límites territoriales, motivos que lo obligan, en definitiva, a ser respetuoso y tolerante para que esta entidad defina una agenda que le permita salir del estado de desastre permanente en el que se encuentra hundida.
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