2017, año horribilis
Mireille Roccatti
El pasado 1 de diciembre comenzó el último tercio del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto. La coyuntura nacional e internacional se percibe delicada, compleja, difícil y cuesta arriba, como hace mucho tiempo no pasaba.
Usando la terminología taurina, los dos últimos años del sexenio se equiparaban a la faena en la cual el matador toreaba de muleta y remataba con la suerte final de matar con la espada al burel. Así, en los no tan añejos tiempos del viejo sistema político mexicano, el presidente en su quinto año de gobierno alcanzaba el cenit del poder y podía torear para los tendidos y remataba la faena ungiendo al sucesor, tras lo cual iniciaba su declive.
Ahora habrá que entender que las reglas no escritas e incluso las denominadas “facultades metaconstitucionales” de ese viejo sistema que se niega a bien morir han mutado por otras reglas, que ni acaban de definirse porque algunas no culminan el trabajo de parto, otras fueron verdaderos “Casimodos” y en el resto opera un sincretismo que fusiona el pasado con el cambio gradual pero temeroso.
El presidente enfrenta un gran desencanto social por varias y diversas razones. En principio por no concretarse los cambios y verse los beneficios de las reformas estructurales que tanta esperanza generaron al inicio del régimen y por las cuales pagó un alto costo político, como con la fiscal-hacendaria, la energética y la educativa. El llevar a tope el modelo de desarrollo neoliberal parece en estas circunstancias un error de cálculo y de instrumentación.
Es cierto que el declive de los pozos petroleros, combinado con la baja del precio del crudo, la fuerte apreciación del dólar frente el peso y la mayoría de las monedas del mundo no estaba en su resorte, pero sí lo estaba moderar el ritmo de crecimiento de la deuda para financiar el gasto público y que lo obligó a un ejercicio fallido de presupuesto base cero y hoy a racionalizar y reducir drásticamente el gasto, para buscar equilibrar las finanzas públicas.
Un amplio sector de la población, lejos de mejorar sus condiciones de vida, ha visto reducido su nivel de ingresos a pesos reales y bien dice el dicho popular, “cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”. Sus índices de popularidad han caído a niveles nunca vistos. Aunque no se gobierne para las encuestas y que estas han perdido toda credibilidad.
Otra causa del deterioro del gobierno y del partido en el poder ha sido el rosario de casos de corrupción que un día sí y otro también se dan a conocer e involucran a todos los niveles de gobierno, y que la oposición, muy en su papel, sobredimensiona, y le echa leña a la hoguera y no hay modo de ocultarla o negarla. Y hoy, el combate a la corrupción es la bandera de Morena y del PAN, y la usan indiscriminadamente, aunque ya vendrán los tiempos electorales y debieran recordar que al escupir hacia arriba terminará por caerles en la cabeza, por más baños de pureza con los que pretendan blindarse.
Este quinto año, 2017, será muy posiblemente un año horribilis. Habrá elecciones en el Estado de México; el resultado electoral de estos comicios de mediados del año decidirá los candidatos del resto de las formaciones políticas para 2018 que competirán con Andrés Manuel López Obrador, el seguro candidato de Morena.
Y por si fuera poco, tendrá que enfrentar las consecuencias del triunfo republicano en Estados Unidos, con los mexicanos divididos y enfrentados por las circunstancias políticas del corto plazo y el innegable hartazgo social contra la partidocracia. Y la unidad nacional, tan cacareada, continuará siendo un espejismo.