Walter J. Ong
Roberto García Bonilla
Walter Ong (1912-2003) fue un sacerdote, filósofo y teólogo, además de consagrarse a la academia donde también fue profesor de literatura inglesa. Su obra más reconocida en distintos ámbitos y naciones se llama Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra. Ahora nos llega una segunda edición la que se agrega un prefacio y posfacio de John Hartley; en el primero apunta sobre la vigencia de Ong, quien se centró en la historia y se preocupó por avistar el futuro; ya el título de su último libro, publicado un año antes de su muerte, es ilustrativo: Retos para la investigación posterior.
Oralidad y escritura es producto de 30 años de reflexión, trabajo y confrontación de ideas entre la lectura y la docencia y, claro, su actualidad se relaciona con las implicaciones de las tecnologías de la comunicación (el texto, antes el discurso; la escritura, el texto impreso, las pantallas, las computadoras).
Hartley observa que el impacto que tuvo el jesuita de Kansas, que fuera alumno de Marshall McLuhan, reside en su capacidad para compartir y complementar la teoría literaria con la filosofía posmoderna, sin “ahogarse” en la teoría. En efecto, nos revela con transparencia el descubrimiento moderno de las culturas orales y nos explica por qué en las culturas orales los saberes deben ser repetidos en voz alta para que no desaparezcan.
Ong describe y disecciona la distancia que hay entre el lenguaje oral y la lengua escrita, precisa las distinción entre uno y otro procesos de cada discurso porque cada hablante el letrado y el ágrafo tienen motivaciones propias; cada uno piensa, discierne y se expresa con una singularidad que les identifica de manera deliberada o inconsciente.
Oralidad y escritura, subsidiarias
La oralidad forma parte de la historia y del devenir de la humanidad, desde la gesticulación: comunicación no verbal que no deja de ser enriquecedora. Y llegamos hasta el conjunto de saberes que pasaban de voz en voz hasta formar tradiciones autosuficientes sin el asentamiento de la escritura. Los elaborados lenguajes gestuales sustituyen al habla. La oralidad se ha enriquecido en la comunicación cotidiana y se proyectan a partir de las necesidades de los hablantes. Y cuando la palabra hablada se transforma en escritura, se contiene, se delimita.
“En un sentido profundo —señala Ong—, sentido articulado, es capital. No sólo la comunicación, sino el pensamiento mismo se relaciona de un modo enteramente propio con el sonido”. Se pregunta ¿por qué si una imagen equivale a mil palabras, tiene que ser dicha? Y agrega: “Porque una imagen equivale a mil palabras sólo en circunstancias especiales, y éstas comúnmente incluyen un contexto de palabras dentro del cual se sitúa aquella”.
Es natural que oralidad y escritura se complementan, ambas son subsidiarias entre sí; la primera lleva a la segunda, aunque no la necesita para preservar su originalidad. La escritura requiere de la oralidad para desarrollar estructuras de pensamiento y léxicas propias. Todo texto escrito se vincula de alguna manera, observa Ong, con el mundo del sonido; más todavía: “Leer un texto quiere decir convertirlo en sonidos, en voz alta o en la imaginación, sílaba por sílaba en la lectura lenta o a grandes rasgos en la rápida, acostumbrada en las culturas altamente tecnológicas“.
La oralidad es imprescindible para la escritura. Ya entre los griegos el “arte de hablar” (techne rethorike) se relacionaba directamente con el lenguaje oral, y como disciplina sistematizada, la retórica fue un producto de la escritura, la cual no disminuyó; la intensificó y dio lugar a las bases y componentes de la oratoria como un “arte” científico: una alocución ordenada de manera paulatina que, en suma, evidenciaba como la oratoria lograba los propósitos y efectos que se proponía.
Lo cierto es que no era fácil que los discursos se estudiaran como parte de la retórica; de ellos nada después de su pronunciación; en realidad se estudiaban discursos que tiempo después de la declamación se llevaron a la escritura. Significaba que aun los discursos concebidos en la oralidad, no en sí mismos, sino como textos escritos.
Fue después de la segunda mitad del siglo XVI que se fortaleció el vínculo de las complejas relaciones entre escritura y habla. Y aun en la actualidad no se comprende con claridad y precisión el arte oral sin la referencia, directa o implícita, a la escritura.
Méritos de la obra
Ong establece una oralidad “primaria” que emerge de una cultura que carece de todo conocimiento de la escritura o de la impresión; y una oralidad “secundaria”, perteneciente a la cultura de la alta tecnología, de la cual surge y se desarrolla una nueva oralidad a través del teléfono, la radio, la televisión; habrá que añadir los nuevos aparatos y dispositivos que permiten la comunicación oral a “control remoto”. la cultura oral primaria, en rigor, casi ha desaparecido; es una oralidad compleja, reitera Ong, no se concibe satisfactoriamente en su precisión y sentido: “La escritura hace que las ‘palabras’ parezcan semejantes a las cosas porque concebimos las palabras como marcas visible que señalan las palabras a los decodificadores: podemos ver y tocar tales ‘palabras’ inscritas en textos y libros”.
La oralidad, en cambio, se desvanece, está más cerca de la fugacidad, se añade aquí, como imagen y metáfora de la existencia. Mientras que la escritura acota las palabras, “tiránicamente para siempre en un campo visual”. Las culturas orales generan expresiones verbales, aun bellas, con alcances artísticos, que se desaparecen, quedan anulados cuando “la escritura ha tomado posesión de la psique”. Y si como se ha dicho la escritura depende del discurso hablado, la oralidad, “debe y está destinada a producir escritura”.
Ong observa que “la dinámica de la oralidad y la escritura forman parte integral de la evolución moderna de la conciencia hacia una mayor interiorización y una mayor apertura”.
Entre los méritos de Oralidad y escritura es su apertura e intersección en varias disciplinas; sus corpus metodológico y reflexivo abarca, entre otras disciplinas, retórica, educación, el estudio de los mass media, crítica literaria, filosofía, historia, estudios medievales.
Walter J. Ong, Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra, México, FCE, 2016.
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