Si les dijera que Santa Claus no es ni la más mínima imagen de la que ustedes han visto en películas y se han acostumbrados a ver en la vida diaria, seguramente, me tildarían de loco. Sin embargo, hay una historia de ese santo que todos desconocen debido a la fuerte e intensa mercadotecnia que se ha encargado de vestirlo de rojo, con botas negras y cargando un saco lleno de regalos, además de una jovialidad permanente. La verdad es que se trató de un obispo que tuvo una activa vida misionera, salvando doncellas de la prostitución y sumamente benévolo y caritativo al grado que renunció a la fuerte herencia que le dejó su familia cuando sus padres murieron. ¡Verdad que no se parece en nada al de la publicidad decembrina!

san_nicolas_de_bari_wikipedia_archivo_parroquial_de_cocentainacc-by-sa-3-0El vivió en Turquía y no en el Polo Norte. Usaba un gorro que se llamaba “mitra” y no el tradicional cono rojo con orillas blancas como lo presentan en los grandes almacenes. Este no volaba a bordo de un trineo impulsado por renos, pero sí recorría muchos kilómetros caminando. Fue así como logró ir a Tierra Santa para cumplir algo que se le conoce como “peregrinación”. Lo único cierto es que sí usaba un atuendo rojo, pero era una distinción por ser prelado de la iglesia. Se le rendía culto en países centroeuropeos como en Alemania, donde se le conocía como “San Nikolaus”, y de ahí derivó en Santa Claus. “Este es el día Nikolaustag (Día de San Nicolás), el seis de diciembre es la verdadera fecha en que la tradición dice que San Nicolás llega a los hogares. Los niños ponen sus zapatos fuera de su habitación y se van a dormir temprano para permitir que el santo llegue”, así nos lo cuenta Birgit Lamm, directora de la fundación alemana Friedrich Naumann para la Libertad. “También hay niños que en lugar de zapatos colocan botas, para estimular más aún a San Nicolás a dejar regalos más grandes. De ahí surgió la tradición de las calcetas largas o botas”.

maxresdefault-1San Nicolás vivió en el siglo XIV. Se saben muchas leyendas de él, pero todas tienen más que ver con su actividad misionera que con una inventada adicción a llevar a regalos a los niños. De hecho se sabe incluso que la carta que los niños dejan en el zapato no es precisamente una misiva para pedirle objetos materiales, sino para abogar por alguien en desgracia. El, a cambio de la carta, les dejaba una manzana, una galleta o incluso un carbón, que significaba que pasarían el invierno sin mayor problema. El carbón simboliza el calor de la fogata y el fuego familiar. Su legado fueron los votos de pobreza y ser un “rescatista” entregado al reino de Dios. Se cuenta que en una ocasión un padre ofreció a sus tres hijas en prostitución para conseguir alimentos. Lo que hizo fue arrojar una bolsa con monedas de oro para evitar que el padre hiciera su locura y salvaguardar a las niñas de la indecencia.

Fuera de su vida, se cuentan leyendas como el de haber revivido a tres niños que fueron asesinados y arrojados en un barril de sal, simplemente con la oración de San Nicolás. Los menores volvieron a la vida y eso lo convirtió en patrono de los niños. Sólo por último les comento que el día de Santa Claus es el seis de diciembre, no el 24, pues ese día es la Natividad, es decir el cumpleaños de Jesús. Aunque cierto fue que con su compromiso como misionero, San Nicolás le entregó su vida de servicio como el mejor regalo que le pudo haber dado. En las cartas dirigidas a él, se pide por las personas en desgracia, no por uno mismo y menos por los desenfrenos personales.