El atentado de Berlín fue perpetrado por un extremista del autodenominado Estado Islámico (ISIS). La policía alemana finalmente reveló que el refugiado paquistaní que había detenido, no era el responsable del ataque y fue liberado. Poco después el grupo extremista asumió la autoría del atentado y lo peor de todo es que su combatiente sigue libre, está armado y puede causar mucho daño. El Ministerio del Interior germano pidió a la población cooperar con las organismos de seguridad para lograr la captura del homicida. “Estamos trabajando al máximo y nadie va a descansar hasta que el autor o los autores hayan sido detenidos”, afirmó el ministro Thomas de Maiziére, tras conocerse que el ISIS se había hecho responsable de la matanza.
El ataque vino a desquiciar al pueblo alemán a escasos días de la Navidad, una de las celebraciones más tradicionales de la cultura cristiana. También fue perpetrado en la capital del país más poderoso de Europa, lo cual ha sido considerado como un golpe al orgullo europeo. Berlín ahora es escenario de un fuerte despliegue policial que rompió con la tranquilidad de la fiesta navideña y con la sensación de seguridad y protección que han gozado desde hace décadas.
Este miércoles, se dio una alerta de bomba en la principal estación ferroviaria de Colonia, la cual resultó ser falsa. Los mercados callejeros berlineses tuvieron que cerrar ante las disposiciones de seguridad. Incluso los locales que venden el tradicional vino dulce decembrino también prefirieron bajar sus cortinas para evitar cualquier imprevisto. Esto es Alemania a sólo dos días de un atentado en el que un extremista atropelló a más de 50 personas, de la cuales doce de ellas han muerto hasta el momento.
La Canciller Angela Merkel no perdió un minuto más para pedir que la vida berlinesa vuelva a la normalidad, diciendo: “Ni podemos ni queremos vivir renunciando a los mercados de Navidad, a pasar unas horas bonitas con nuestras familias y amigos. No queremos vivir paralizados por el miedo a los malvados”.
Mientras tanto, una misa ecuménica reunió a representantes de las religiones cristiana, judía e islámica diferentes para mostrar su solidaridad al pueblo alemán y a las familias de las víctimas. La Puerta de Brandeburgo, el símbolo político de Alemania, se cubrió de luto por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.
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