In memoriam

Gonzalo Valdés Medellín

Hombre de talento poliédrico, al morir, Jorge Galván (nombre artístico de Christos Jorge Papadimitriou y Galván) deja un hondo pesar en la comunidad artística e intelectual del México contemporáneo, pero también un enorme legado artístico. Dramaturgo excepcional, Jorge Galván fue uno de los protagonistas esenciales en el teatro mexicano del siglo XX y aún del XXI. El cine lo gozó e inmortalizó en películas como Por si no te vuelvo a ver (por la que arrasó con los premios más importantes otorgados al Primer Actor en 1998, el Ariel, la Diosa de Plata y El Heraldo) y Cartas a Elena, la más reciente, donde realizó una interpetación sobrecogedora; su libro De memoria (1952-2001) es claro ejemplo de lo que la autobiografía puede llegar a constituir dentro del marco de la investigación escénica, la memoria viva y la pasión teatral testimoniada. De Memoria sin duda es un referente rico, ilustrativo, entrañable para quien desee acercarse a la vida teatral mexicana y a no pocas épocas que echaron luz sobre el arte escénico y que Jorge Galván refiere de primera mano como testigo y actor de las mismas, con un estilo preciso, diáfano, que captura de principio a fin a los lectores.

Jorge Galván

Jorge Galván

La pasión creadora de Jorge Galván no cesó nunca. Abordó casi todos los géneros literarios, empezando por la dramaturgia donde fincó sus raíces expresivas con obras destinadas a ser clásicas en el repertorio mexicano: Réquiem por una esperanza (escrita como un homenaje a la muerte de su madre), El cuchara de oro, Clase a medias, La cuadrilla, Te quiero lo mismo, Los años sin cuenta y Para burlar el tiempo, con la que obtiene el Premio nacional de Dramaturgia del INBA. Director, actor, promotor cultural, Jorge Galván fue también un apasionado escritor. Ya en 1983, Galván había publicado un libro de cuentos: Para que tú lo cuentes, por lo que no resultó sorprendente la aparición de su novela Los ojos de Tiresias (2009), primera novela de un artista experimentado, lector voraz, escritor acucioso y disciplinado, porque lo primero que salta a la vista en la lectura de Los ojos de Tiresias es la disciplina implícita y explícita con que el autor va eslabonando cada secuencia de su historia; perfilando personajes, creando y matizando atmósferas y ese cúmulo de información reveladora de una sociedad decadente, continuamente autoexpuesta al debate ideológico y político.

Fue un actor muy completo, excepcional, tanto en el teatro —su alma mater— como en el cine y la televisión. Entre las casi 200 obras que dirigió y/o actúo cabe mencionar Vestir al desnudo de Luigi Pirandello, Susana y los jóvenes de Jorge Ibargüengoitia, Las sillas de Ionesco, La raya del olvido, de Carlos Fuentes… A los 70 años se dio el lujo de llevar a escena (por segunda vez) La muerte de un viajante de Arthur Miller con el legendario grupo fundado por él en 1969, Teatristas de Aguascalientes. De esta puesta en escena, dijo a quien redacta: “Esta es una obra de las cuatro que perfilaron mi vocación cuando vi la puesta en escena de Don Alfredo Gómez de la Vega en el Palacio de Bellas Artes, en la que encabezó, al lado de Doña Virginia Manzano, un reparto excepcional. Corría el año de 1951, justo cuando estaba yo por perfilar mi proyecto de vida. En 1952 inicié mis estudios teatrales y desde entonces soñé con poner esta obra, hacer uno de los hijos primero, hasta que al llegar a mis setenta años, mi Nirvana teatral se hace realidad, y ahora soy Willy Loman. No podía dejar pasar esta oportunidad y me orilló a posponer obras de escritores nacionales que admiro y cuyo compromiso mantengo vivo (incluida alguna obra de mi propio caletre) porque con la reaparición de los Teatristas de Aguascalientes se presentó esta oportunidad única en el momento preciso. Pues soy actor, también. Y el actor que llevo dentro me pedía dar vida a Willy Loman”. El teatro clásico era su pasión y, por sólo mencionar algunos de sus éxitos, dirigió El médico a palos de Moliére y muy recientemente La mandrágora de Maquiavelo (2014). Reconocía la influencia de figuras nodales en la historia de nuestro teatro como Prudencia Griffel, a quien consideraba su maestra, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Clementina Otero, Manolo Fábregas, Enrique Alonso, Héctor Azar, Emilio Carballido y Hugo Argüelles. Entre sus obras de juventud siempre recordó con especial aprecio Invitación a la muerte de Xavier Villaurrutia donde conoció a Teresita Cámara, quien sería su esposa y compañera de toda la vida. Imborrable queda en la memoria del teatro nacional su excelsa actuación en La vida empieza mañana, entrañable obra de Ignacio Solares, donde actuó al lado de otro grande de nuestra escena: Ignacio Retes. En 1967 fue el iniciador de la televisión en Aguascalientes, ciudad a la que hizo suya y en donde falleció, pero también fue impulsor del teatro en San Luis Potosí y fundó su propia compañía en la Escuela de Arte Teatral de Querétaro. En Campeche y Mérida, también dejó su impronta como maestro, director y promotor de las artes escénicas. En 2012, montó Cuernos de la misma cabra del venezolano Víctor Vegas que fue una obra para él fundamental, en la que dirigió y compartió escena por última vez con su hija Martha Papadimitriou (1961-2013); de esta pieza manifestó: “Pocas obras teatrales nos aproximan a esa dualidad que viven los actores al representar a sus personajes sin dejar de ser ellos mismos. De ahí nuestro interés por Cuernos de la misma cabra, pieza que recupera esa determinante relación directa entre el pensar y el hacer de sus protagonistas, para vivir el enfrentamiento crítico que Antonin Artaud llamó metafísica en acción, tratando de recuperar para el arte teatral el pensamiento, del que se ha pretendido desterrar la dimensión estética”.

Hombre generoso, amigo leal y amante de la verdad y la honestidad, Jorge Galván fue un creador independiente que abominaba de capillas y grupúsculos y que tal vez por eso mismo no fue reconocido como se merecía por la alta cultura oficial de nuestro país. Ellos (los funcionarios) se lo perdieron (una y cientos de veces), su trabajo, su trayectoria ejemplar, como demuestran estas breves líneas, nos hablan de un creador entero, congruente, dotado de un talento extraordinario y siempre crítico.

Compartí con el maestro Galván y con su familia, Teresita, su esposa, su hija Martha y su nieta Violeta, momentos inolvidables en mi vida, muchos de ellos al lado de mi ya también difunta madre, Leticia. Me precio de haber tenido en Jorge Galván a uno de mis más preciados amigos. Muchas, muchas cosas nos unieron, sus libros, los míos, sus obras, mis obras; sus dolores, sus querencias, los míos propios. No tengo con qué pagarle tanta amistad, tanta generosidad, tanto humanismo a Jorge Galván, hombre de luz, amigo de inteligencia sorprendente.

Después de luchar arduamente contra el cáncer, Jorge Galván, nacido en el Distrito Federal, se fue el pasado 3 de diciembre y había escrito días antes en su cuenta de Facebook, sin saberlo, unas alentadoras palabras de despedida, con su irónico sentido del humor: “Esperemos que el 2017 sea más generoso y nosotros más despabilados”. Reitero mi más sentido pésame a toda su familia.

¡Descanse en paz, Jorge Galván, admirado, respetado, queridísimo maestro!